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Capítuo 6

La relación de Alicia no duró menos de un año, ahogada por la dependencia emocional de Rodolfo puso fin a la relación; quedaron en buenos términos, pero a Rodolfo le devastó el fin de la relación. Alicia fue muy clara con él, le dijo que era muy codependiente y ella no tenía las fuerzas para continuar la relación. Rodolfo le escribía a diario, la sofocaba a tal punto que Alicia apagaba el celular. Además de la codependencia emocional, Rodolfo la celaba compulsivamente, y eso molestó e incomodó a Alicia que quería estar tranquila en su soledad. Rodolfo se imaginaba que cuando no le contestaba el celular, Alicia estaba con otro chico, pero no era así, simplemente Alicia trabajaba en el PIEG y pasaba ocupada como asistente de investigación. Así, por todas esas razones, Alicia decidió mandarlo lejos, a pesar de todo, continuaron siendo amigos. Rodolfo en su despecho fue a tomar a las cantinas hasta que el dolor se esfumó, le parecía increíble la decisión de Alicia, pero tuvo que respetarla y decidió olvidar su amor por ella y continuar con su vida. A los meses ya andaba con otra chica, Alicia estaba contenta por él, pensó que era lo mejor, en cambio ella permaneció soltera, no necesitaba de una pareja para estar feliz, le bastaba saber que su futuro marchaba bien como investigadora.

             Jaime meditabundo en su habitación estudiaba para sus exámenes de Cartas Paulinas. Invadido por una voz, Jaime se tiró de rodillas y empezó a orar. Era como un coro que tronaba. Pensó que Dios le hablaba, absorto en la música que producía un piano, empezó a derramar lágrimas, sentía una unción como nunca antes. Dio por sentado que Dios lo acompañaba en ese momento. En su frágil estado de conmoción levantó sus manos en posición de adoración y dijo en voz baja “lléname de tu espíritu Señor”. A los minutos la sensación desapareció y se levantó.

            Jaime había tenido una buena racha; se abstuvo durante meses sin masturbarse y sin ver pornografía, pensó que estaba curado del mal, y daba gracias a Dios por ello. Pero fue en septiembre cuando le invadió una sensación de lujuria y no lo soportó; se sentó en su computadora y empezó a ver pornografía y se masturbó. Liberó una presión de casi ocho meses, se sentía aliviado, pero de inmediato se dio cuenta que había vuelto a su viejo hábito, por más que intentó vencer la tentación no pudo resistirse y cayó en el pecado. Recordando las viejas impresiones, pensó que nada de lo que hacía valía la pena, y que lo mejor era retirarse del seminario para no estorbar los planes de Dios, a los diecisiete años pensaba que sería un mal que obtuviera el título de teología y que por sus méritos exteriores obtuviera un puesto al que pudiera traer más maldiciones que bendiciones. Pero algo en él le decía que debía continuar sin importar que, entonces cambió de idea y decidió que continuaría en el seminario.

            Alicia en su tiempo libre además de leer volvió a intentar escribir la novela sobre la crisis bancaria. Con dedicación escribió un manuscrito de cien páginas y lo envió a una editorial local para que se lo publicaran. La editorial rechazó el manuscrito porque no entendían el estilo oscuro de Alicia el cual estaba plagado de monólogos interiores y fluir de conciencia al estilo de Faulkner, Woolf y Joyce. La trama apenas duraba un día, el momento en que miles de personas van a los bancos a retirar sus fondos debido a la quiebra bancaria. Sí que era intragable leer ese estilo, pero Alicia estaba satisfecha. Y pensó que los de la editorial eran incultos y rapaces. Consideró mostrárselo a su padre. Ernesto lo leyó y quedó sorprendido por la fluidez narrativa y la ironía descabellada que Alicia había escrito. Le dijo que lo iba a mostrar en la editorial de la UNAN para ver si la editaban. Al mes siguiente la editorial de la UNAN estaba publicando la novela y le dio un reconocimiento a Alicia por su capacidad de ficcionalizar un episodio relevante de la nación como lo fue la crisis bancaria. La lectura se volvió obligada para alumnos de todas las carreras que cursaban la materia de lengua y literatura.  Alicia fue a algunas conferencias para hablar de su libro y aunque a muchos se les complicaba la lectura del libro otros hicieron muy buenos comentarios que a ella le halagaron como cuando le dijeron que era la Virginia Woolf centroamericana por las tramas psicológicas. Jaime sorprendido por la proeza de su hermana intentó leer el libro. Al ver que era intragable lo abandonó en el segundo capítulo. Su hermana le preguntó si había leído el libro y Jaime le contesto que si lo leyó. No hizo más preguntas y le sonrió. Aunque no esperaba nada de su hermano le pareció gracioso interpelarlo preguntándole sobre su libro.

            Era el segundo año de la carrera de teología. Jaime estaba entusiasmado con el nuevo semestre. Tenía diecisiete años. Patricia estudiaba medicina en la UNAN. De vez en cuando salían a comer pero la relación se volvió complicada porque había silencios incómodos debido a que ninguno ya no tenía intereses en común. Alicia a sus veinte años tomó la decisión de mudarse. Sus padres aceptaron su decisión. Ana lloró cuando recibió la noticia. Y Ernesto se quedó sin palabras. No podía obligar a su hija quedarse en casa, ya era mayor y podía hacer lo quisiera con su vida. Además tenía sus propios ingresos como investigadora en el PIEG. Alicia se mudó con Carmen, su amiga feminista. La casa era cómoda, tenía dos habitaciones y en cada una había un baño. También había una pequeña cocina y una sala donde alcanzaban los libreros de Alicia. Carmen daba fiestas de vez en cuando, se reunían sus amigas feministas y celebraban cumpleaños. Alicia se distanciaba porque pasaba ocupada estudiando para las investigaciones del PIEG. A penas una vez se unió a la fiesta y después de eso fueron a El caramanchel, una discoteca donde ponen cumbia y salsa. Alicia nunca en su vida había bailado pero esa noche un muchacho la sacó a bailar y aprendió a moverse. Quedó encantado con el muchacho que después intercambiaron sus números de celular y salieron a tomar café.

             El muchacho resultó que leía no tanto como Alicia pero si al menos ya había leído Papa Goriot y Eugene Grandet. Alicia se dio la oportunidad de salir con el muchacho, Francelo, y poco tiempo después sostuvieron una relación abierta, ya que Alicia le explicó claramente que ella no quería estar atada a ningún compromiso pero si podía establecer cierta relación aunque sea para encuentros sexuales y salidas especiales. Alicia perdió comunicación con sus padres, ellos para no meterse en su vida tampoco se comunicaban con ella. Y así Alicia vivía tranquila, no es que aborreciera a sus padres, pero estaba cansada de sus vidas que consideraba patéticas. Y más la de su hermano con su decisión de convertirse en pastor.

            Ana estaba en su cuarto y sintió un dolor cerca de axila. Se revisó y sintió una inflamación. De inmediato se alarmó y llamó teléfono a Ernesto que estaba en clases. Salió a la hora del almuerzo y consiguió un permiso para ausentarse toda la tarde. Llegó a la casa y encontró a Ana llorando.

            —Creo que tengo cáncer— dijo Ana

            —¿Por qué crees eso? — preguntó Ernesto

            —Tengo una inflamación en mis senos— dijo Ana

            —Vamos al doctor para descartar esa idea

            Fueron a visitar a Federico que trabajaba como médico general en el Hospital Bautista. Federico lo confirmó. Ana tenía cáncer de mama y estaba adelantado. Ernesto llamó a Alicia para contarle lo ocurrido, ella se sintió mal por todos los meses que había perdido comunicación con su madre y salió del PIEG para ir a verla.

            Alicia llegó a la casa, vio a su madre en una silla mecedora y corrió a sus brazos.

            —Mamá vas a estar bien— dijo Alicia

            —No hija, no voy a estar bien, me recetaron una operación y no quiero pasar por eso, no quiero ser un estorbo

            —Pero mamá es necesario, no tienes de otra

            —Bueno hija si es cierto que es la única manera pero voy a sentirme muy mal, voy a orarle al Señor para que se haga su voluntad.

            Alicia fue a buscar a Ernesto y le preguntó que había dicho el doctor.

            —Le van a realizar una mastectomía— dijo Ernesto

            —¿Qué es eso? — preguntó Alicia

            —Le van a extirpar el seno izquierdo— dijo Ernesto

            —¿Le van a extirpar el seno izquierdo?

            —Sí— dijo Ernesto en llanto.

            A Ana le practicaron la mastectomía. Se recuperó y Ernesto agradeció a Dios por la recuperación de Ana. En la iglesia también oraron por la recuperación y el pastor la acompañó en todo momento. La visitaba en la casa junto con su esposa y estuvieron al tanto su situación.

            Pasó un año, Jaime estudiaba el tercer año de teología, estudiaba homilética, Romanos, Corintios y Libros históricos. Era noviembre, faltaba poco para terminar el semestre. Había luchado con su pecado durante todo los meses anteriores, y aunque tuvo recaídas poco a poco empezó a comprender la doctrina de la justificación, pero su problema que era la doctrina de la regeneración no aplicaba a su vida, se supone que al igual como explica en Ezequiel 36 sobre el valle de huesos secos que reciben el espíritu de Dios y la promesa de que en ellos se va a guardar la palabra de Dios, al parecer Jaime soñaba con esta promesa, de que algún día dejara de pecar y se encontrara lleno de la unción de Cristo para vencer toda tentación. Pero le era imposible, siempre caía en el mismo pecado de lujuria.

            Alicia cursaba el quinto año de sociología, era su último cuatrimestre. Consiguió la plaza de investigadora principal en el PIEG, y tenía a su disposición recursos para trabajar su propia investigación en políticas sociales con perspectiva de género.  Estaba fascinada con la decisión y oportunidad que le dio la directora del PIEG. Y Carmen, su compañera de cuarto estaba feliz por ella. Se acercaba navidad, y Jaime esperaba con ansia el regreso de su tío.

            Ernesto continuaba dando clases en la UNAN, trabaja revisando monografías, exámenes y pruebas de sus alumnos. Durante todos estos años, luego de la operación de su esposa, le hizo una promesa a Dios y era que se entregaría por completo al servicio de la iglesia, comprometiéndose a más actividades como ayudar en las visitas del Hogar senil, reunirse con los jóvenes para predicar un sermón todos los sábados; y sí que se le daba bien lo de predicar, tenía el poder de la unción de             Dios; su último sermón fue sobre la gracia inmerecida, y habló sobre como los hombres y mujeres son llamados al evangelio por gracia y no por obras.

            A Jaime le dieron la plaza en la iglesia para dar clases en la escuela dominical a jóvenes adolescentes. Ya tenía la capacidad para dar clases, y entonces aceptó la plaza. Patricia estaba ocupada en su carrera de medicina, le consumía todo el tiempo.  Pensaba en Jaime, en la posibilidad de que algún día pudieran tener algo, pero la idea era vaga porque sabía que nunca tendría una relación con Jaime; él estaba entregado a su vida religiosa, y siendo la hija del pastor tampoco podría tener algo con Jaime. Ella no se daba la oportunidad de salir con alguien, y no es porque su padre se lo impidiera, simplemente quería a Jaime, y pero una amor que nunca florecería. A Jaime solo le importaba su mundillo religioso, su vanidad y orgullo intelectual, que él no se daba cuenta, y en verdad la mayoría de los feligreses veían a Jaime como un chico intelectual, en primer lugar por estudiar en el Seminario Bautista, y en segundo lugar porque nunca le conocieron una novia. Federico comenzó a sospechar de Jaime; pensó que sus intenciones eran incorrectas, que buscaba a Dios de la manera equivocada, y hasta un día le dijo que debía visitar menos la iglesia y conseguir una novia. Federico se lo dijo sin asco, era un tipo sin filtro. A Jaime le afectó esto y habló con el pastor. Por primera vez fue a consejería con el pastor.

            —Pastor me preocupa algo en mi vida

            —¿Qué te preocupa Jaime?

            —Me preocupa que nunca he tenido novia y siento que eso me agobia

            —Hijo, eso no debería agobiarte, estás muy joven para tener novia, ya va a llegar el tiempo de tener novia, además, estás estudiando teología, preparando para la obra del Señor, no depende de ti el tener novia, piénsalo de esta manera, que sea la voluntad de Dios, y además ¿Para qué quieres tener novia?

            —Bueno pastor, me gustaría para poder vivir el amor y experimentar esas cosas que tanto hablan acerca del amor

            —Hijo, estás confundido, el propósito de tener una relación es para construir un proyecto en común que glorifique a Dios, no es así como tú lo piensas

            —Un proyecto en común que glorifique a Dios

            —Sí, eso mismo

            Jaime se sentía como una farsante, como el más mentiroso de todos, porque sabía en su interior que sus deseos más oscuros era acostarse con una chica y experimentar las delicias de un cuerpo desnudo. Jaime no tenía idea de lo que significaba tener sexo. Se perdía de las ricas fragancias y la dulzura de los besos. La pornografía le había distorsionado la visión del sexo. Lo veía como una forma violenta y cruda.

            Para diciembre cuando Anselmo regresó de Haití, Jaime tomó valor y habló con él.

            —Tío hay algo que debo hablarte

            —Sí, dime

            —He cometido pecados terribles

            —Todos los cometemos

            —Pero son pecados que durante años me han destruido la mente

            —¿A qué te refieres?

            —Tío ¿qué piensas de la masturbación?

            —Es un mal hábito, y dañino para tu mente. ¿Es eso lo que te preocupa?

            Jaime guardó silencio y cabizbajo contestó —Sí, tío, es lo que me preocupa.

            —Bueno, es normal, es parte de nuestra naturaleza, pero es un vicio y un pecado ante los ojos de Dios.

            —¿Y qué pasa si nunca dejo de este pecado?

            —No pasa nada, todos somos pecadores, y todos los pecados tienen el mismo peso, yo creo que no deberías enfocarte en que tú tienes la fuerza para dejarlo, sino que debes creer en que Dios te da la fuerza para abandonar el pecado, no depende de ti, la gracia no es por obras, debes darte cuenta que Dios concede la libertad del pecado a través de la cruz. Pensar que tú solo puedes abandonar el pecado es vanagloria y orgullo. Debes en primer lugar reconocerte como pecador y luego dejar en los brazos de Cristo tus pecados. Como Cristiano en “El progreso del peregrino” que tenía una carga pesada en sus hombros y solo Cristo le quitó esa carga.

            Jaime pensó que toda su vida lucharía con ese pecado y nunca se libraría porque era inevitable. Durante años, aún después de terminar la licenciatura en teología, mantuvo el vicio de ver pornografía y masturbarse constantemente. Una vez, un compañero del Seminario, luego de leer un texto de Bertrand Russell, renunció a su fe, y lo dejó en silla de Jaime. Cuando lo vio, se sorprendió por el título. Se trataba de los ensayos de Bertrand Russell “¿Por qué no soy cristiano?” Leyó las primeras páginas y pensó que todo su mundo en lo que él creía no tenía sentido. Leyó acerca de la causalidad. Sobre la pregunta de John Stuart Mill: si Dios creó el mundo ¿quién lo creó a él? Pero como Jaime tenía los conocimientos teológicos, esa pregunta le resultó fácil de responder. Dios tiene los atributos necesarios para existir por sí mismo porque es el creador de todas las cosas. Y, en cuanto al argumento de Russell de que Sócrates era más sabio que Jesús, Jaime lo rechazó de inmediato, porque de acuerdo a la Biblia, la santas escrituras, señalan que las ciencias enceguecen al hombre, para no ver la verdad de Cristo y sus planes de salvación. Ya que esta verdad solo es revelada a los humildes. Pero el tema crucial para Jaime fue cuando leyó acerca de la sexualidad. Se conmocionó al leer que en ciertos argumentos Russell tenía razón. En primer lugar porque como era posible que las religión cristiana sometiera a la mujer a tener tantos hijos, y que la sexualidad tenía la función de únicamente para procrear. Jaime nunca lo había pensado, porque él no tenía en mente tener hijos, solo tener sexo. Esto le afectó profundamente porque sabía que en el momento que llegara a casarse se vería frustrado al ver que iba a tener pocas relaciones sexuales y las que tuviera era para procrear hijos. Se imaginó casándose con Patricia y vio a su docena de hijos. Esto le perturbo tanto, que durante semanas pensó en el ensayo de Russell. Y, en realidad se preocupó por la sexualidad cristiana.

            Alicia estaba contenta, había terminado su carrera de sociología y aplicó a una Beca Erasmus en España para estudiar una maestría en género. Le dieron la beca y se fue a España a estudiar dos años de maestría. A Jaime le ofrecieron un trabajo como misionero en Tailandia. Pasó dos años sirviendo en Tailandia, cumplido los veintidós años regresó a Nicaragua. El fantasma del pecado de la lujuria lo perseguía constantemente, y a pesar de que ya estaba hecho un hombre y con el conocimiento teológico continuó pecando en secreto.

            Para cuando Alicia volvió de la maestría. Le volvieron asignar el puesto en el PIEG como investigadora y ella aceptó. Ana volvió a recaer enferma por el cáncer y a los meses falleció. Ernesto no lo soportó, quedó devastado por la muerte de Ana, tanto que tuvo una época en donde probó el licor para aliviar sus penas, pero el pastor lo acompañó en todo momento, hasta que pudo salir de ese hoyo. Y, recuperado volvió a sus actividades de la iglesia. Jaime también sufrió la partida de su madre, le parecía imposible, y le rogó a Dios que le diera un puesto en una iglesia para ser pastor. Aún estaba muy joven. El Señor no le dio ningún puesto, y el sintió derrotado, así que aplicó a una maestría en divinidades en Texas. La Iglesia Bautista le patrocinó los estudios y se fue a Texas a estudiar la maestría. El pastor confiaba en Dios en que algún día Jaime se volvería el pastor de la Iglesia Bautista. Era el sueño de Jaime. Allá en Texas continuó con su pecado oculto. Y a pesar de que recibía los mejores consejos de sus profesores teólogos, continuo en el viejo vicio. Patricia continuaba estudiando medicina, carrera de 8 años. Durante los últimos años empezó a realizar sus pasantías en el Hospital Bautista, y en la iglesia participaba en las reuniones de oración y lectura bíblica.

            Cuando Jaime regresó de Texas, el pastor le ofreció dio dar un sermón para un domingo. Jaime aceptó y se preparó. Por el momento vivía en casa con sus padres. Estaba en su cuarto preparando el sermón. Animado por la idea de dar su primer sermón en la iglesia, oró fervientemente durante una semana. Quería hablar sobre el concepto del evangelio. El sermón que escribió trataba sobre la idea de que Dios mismo es el evangelio, y todo se centra él. Y que el hombre es insignificante ante Dios. El evangelio no trata de la salvación de los hombres sino de la gloria de Dios como juez justo y santo. Y que la miseria del hombre es creerse importante y querido. Y que la única forma de entender a Dios es buscando únicamente su gloria eterna. Llegó el domingo, después de la escuela dominical y los himnos del coro, el pastor subió al pódium y comunicó a los feligreses que su querido Jaime iba a dar el sermón. Los feligreses estaban entusiasmados porque el niño que vieron crecer en la iglesia ahora era un hombre de Dios preparado para servirle a su ejército. Jaime subió las escaleras y acomodó sus papeles en el pódium. Aclaro la garganta y dio inicio:

            —Hermanos y hermanas, demos gracias al Señor por su gloria y bondad con nosotros humildes siervos. Demos inicio con la lectura de primera de Pedro capitulo tres versículo dieciocho “Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne pero vivificado en espíritu”.

            Jaime concluyó el sermón lleno de la unción de Cristo, y para cerrar llevó en oración a toda la comunidad.

            —Gracias Padre celestial por bendecirnos con tu santa palabra, por permitirnos estar aquí en tu santo templo, bendícenos Señor y llévanos a tus pies para darte alabanzas que glorifiquen tu nombre. Danos hoy la paz en nuestros corazones e ilumínanos para entender tu mensaje de salvación, ruego por cada uno de los hermanos y hermanas, y si hay alguien aquí que quiera recibir la salvación, entonces ore en silencio y pídale al Señor que lo lleve a la cruz y pida perdón por todos sus pecados, todo esto te lo pedimos en el nombre santísimo del Señor Jesucristo, Rey de reyes, amén.

            Jaime abrió los ojos, bajó las escaleras y se sentó al lado de su padre. El coro cantó:

            Nombre sobre todo nombre es el nombre de mi Cristo;

            Ante tan glorioso nombre todos se postrarán.

            Todas las fuerzas de oscuridad,

             De todo el mundo la humanidad,

            Todos los cielos y su potestad,

            Todo se postrará.

            Nuestros ojos le contemplan; nuestro corazón le adora;

            ¡Jesucristo es Señor!

            El terminó de cantar, el pastor se levantó del piano y fue al pódium para orar por las ofrendas:

            —Padre te ruego en este día por cada uno de los hermanos y hermanas presentes, gracias por darnos trabajo, y los alimentos para subsistir, en este hora te pido por las ofrendas, bendícenos para cumplir con nuestros deberes económicos, bendice a cada uno de los hermanos para que puedan obtener la gracia de tu evangelio y salvación, gracias Señor, amén.

            Los hujieres tomaron los sacos y fueron pasando por las bancas para retirar las ofrendas.

            El pastor se acercó a Jaime y le dio un abrazo

            —Bendito seas querido Jaime— le dijo el pastor

            Ernesto y Ana estaban contentos por su hijo. En ese momento Jaime sentía la unción del Espíritu Santo, pensaba que iba a salir volando directo al cielo.

            Federico también se acercó y felicitó a Jaime.

            —Ya no sos aquel pequeño, ahora sos todo un hombre y un siervo fiel, Dios te bendiga querido Jaime— le dijo Federico

            Anselmo también felicitó a Jaime y le dio un abrazo.

            Después del servicio, Ernesto y Ana fueron a la casa a almorzar con Jaime.

            Era diciembre, las festividades se aproximaban y Jaime estaba en su plenitud como siervo de Dios y a pesar de sus pecados se mantenía fuerte en sus convicciones, nada le movía el tapete, ni el mismo diablo. Aun le atribulaban sus pecados ocultos, pero la sensación había aminorado, encontró la manera de entender que la justificación por gracia era un don de Dios, y que poco a poco mientras madurara y durante toda su vida hasta la muerte iba a luchar contra sus pecados.

            Antes de almorzar, Anselmo dio las gracias:

            —Oh Padre, te doy gracias por esta maravillosa familia, te doy gracias por este joven siervo tuyo, bendice estos alimentos, y que todo sea para tu gloria, gracias Señor, en el nombre Cristo Jesús, amén.

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