Adam Ya es de madrugada, a pesar de la suavidad, el calor del cuerpo de Gea y del cansancio después de dos sesiones más de sexo, estaba intranquilo y no podía dormir, salí a la terraza de la habitación para tratar de calmar mis pensamientos. La luna llena ya había alcanzado su plenitud y estaba en lo más alto del cielo de San Francisco, iluminando toda la ciudad. Jamás hubiera imaginado lo apasionada que era Gea, un huracán de emociones, una mujer vibrante de energía. Una seductora nata, nunca me había sentido tan excitado por una mujer, ni por la perspectiva de tener relaciones sexuales. Pero todo con ella es diferente, cautivadora, deseosa de experimentar y completamente desinhibida en el sexo, a pesar de su poca experiencia. Anoche después de cenar, se levantó, se sentó a horcadas encima de mí, empezó a besarme con pasión y urgencia, su sexo se frotaba contra el mío, lo que me hizo gruñir, cuando le agarré el
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