“No espero contar con el agradecimiento de todos al terminar esta carta –rezaba el testamento de Jorge—, por el contrario, soy consciente de que, aun después de haber muerto, recibiré unos cuantos insultos y reproches. Y los aceptaré. Pero viendo que ustedes, mis hijos, no fueron capaces de tomar el destino con sus propias manos, me vi en la obligación de hacerlo yo, y forzarlos a tomarlo también.>Lo siento si mis decisiones parecen arbitrarias, pero fueron pensadas a conciencia, durante más de diez años, con cabeza fría y corazón dispuesto. Todas las decisiones y disposiciones que ahora Hugh Hamilton, mi amigo y albacea leerá, las tomé pensando en ustedes, y por el profundo amor que le tengo a cada uno.>Así que, los bienes por los que trabajé toda mi vida, quedarán repartidos de la siguiente manera:A Maggie, mi aya y amiga, que trabaj&oac
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