Las hojas secas caian desde las copas de los árboles con gracia y a merced del viento, como si estuviesen en medio de una danza sin música cuál bailarina de ballet que aspira a un gran sueño, el aire se respiraba frío, como lo era esa mañana, el cielo gris se mostraba solemne, las pisadas sobre el pavimento humedecido se escuchaban casi como si fuesen gritos en medio de la soledad de aquel cementerio, no había nadie en el lugar, se hallaba completamente solo, caminaba de prisa, como no deseando estar en ese lugar, sin embargo, y como cada mes hacia, se forzaba a si mismo a estarlo, después de todo, ella estaba enterrada allí, bajo aquella losa fría que no tenía nombre, el lo había borrado a propósito, para que nadie supiese nunca la identidad de los restos que reposaban en aquella tumba helada y solitaria.Sus pisadas se habían detenido, y aquellos fríos ojos azules como el cobalto, miraron con indiferencia aquella solitaria tumba al fondo del viejo cementerio.– Estoy e
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