Alfred se sentía muy emocionado con todo lo que estaba a punto de pasar, Eros Dagger lo había mandado llamar esa mañana para avisarle que saldría a resolver algunos pendientes, sin duda, el aliado que se había conseguido Ekaterina era demasiado interesante, su aroma era singular, era una criatura demasiado interesante.
– Es un hombre misterioso, admitiré eso, nunca creí que estuvieras tan dispuesta a llegar tan lejos con tal de vengarte de Belmont – dijo Alfred sirviendose una copa de vino mientras admiraba la desnudez de aquella hermosa loba de piel morena.
– Por supuesto, haré lo que sea necesario con tal de librarme para siempre de el, lo odio con todo lo que soy, el me convirtió en su ramera personal contra mi voluntad, denigro a mi familia por ello, no soy de las lobas que se resignan a su destino como esclavas sexuales o máquinas de hacer herederos, algún día encontraré la manera de que esa horrenda costumbre de la marca quedé en el olvido – respondió la hermosa lo
Las hojas secas caian desde las copas de los árboles con gracia y a merced del viento, como si estuviesen en medio de una danza sin música cuál bailarina de ballet que aspira a un gran sueño, el aire se respiraba frío, como lo era esa mañana, el cielo gris se mostraba solemne, las pisadas sobre el pavimento humedecido se escuchaban casi como si fuesen gritos en medio de la soledad de aquel cementerio, no había nadie en el lugar, se hallaba completamente solo, caminaba de prisa, como no deseando estar en ese lugar, sin embargo, y como cada mes hacia, se forzaba a si mismo a estarlo, después de todo, ella estaba enterrada allí, bajo aquella losa fría que no tenía nombre, el lo había borrado a propósito, para que nadie supiese nunca la identidad de los restos que reposaban en aquella tumba helada y solitaria.Sus pisadas se habían detenido, y aquellos fríos ojos azules como el cobalto, miraron con indiferencia aquella solitaria tumba al fondo del viejo cementerio.– Estoy e
Le Rosey ofrecía no solo los mejores menús nocturnos de la ciudad, también, la más hermosa vista de la torre Eiffel, era simplemente fascinante, el mejor lugar para pasar una buena noche, o al menos lo había sido durante un buen tiempo, antes de que Alfred Fortier la siguiera como una sombra a todos lados. Los pasos de ambos jóvenes resonaban en el eco de aquel pasillo uno detrás del otro, Ceres se sentía harta, ofendida…Alfred la seguía con determinación y toda la intención de obedecer a su amo y señor, aunque no sabría decir en realidad a cuál de ellos, ¿Era a Belmont? ¿Era a Eros? ¿Quién podría saber?, decidida a disfrutar como siempre hacia junto a Auguste y el piano opto por ignorarlo, Alfred observaba a la chica que caminaba frente a él, era obvio que estaba molesta, no la culpaba, para él esta nueva situación también era incomoda, pero sin tener más opción obedecería el mandato de Eros, curioso de saber a dónde se dirigía la rubia se sorprendió al verla entrar en la v
Belmont se había decidido en seguir a Ekaterina, la mujer lobo marcada por él había tomado algunas actitudes sospechosas, le habían avisado que la hembra de hermosa piel morena, salía constantemente del hotel en donde la tenía en resguardo, todos actuaban fuera de sí, desde aquella noche de Baile en que Auguste Dupont desafía abiertamente a ese infame cazador que había ganado demasiado poder, ni siquiera lograba entender porque su padre y todos los demás lobos viejos se oponían a acabar con ese molesto humano, cazadores o no cazadores, todos los integrantes de esas infames familias seguían siendo simples seres humanos, era un completo sinsentido temerles tanto, lo único que en realidad poseía Dagger, era dinero, entendía que su familia de alguna manera había llegado desde hacia siglos a controlar el dinero de las manadas, aunque tampoco lograba entender como era que los Da
El cielo de aquella mañana lucia despejado por primera vez en días, nubes blanquecinas se movían suavemente impulsadas por el viento, el crujir de las hojas secas que pisaba sin querer, lograba hacerlo sonreír recordando viejos tiempos rememorando su infancia, caminando aquellas viejas veredas tan bien conocidas que contaban mil historias tan antiguas como el suelo mismo lo era, vislumbraba de nueva cuenta aquellos jardines antiguos llenos de flores y arbustos que se dibujaban conforme avanzaba en aquella hermosa propiedad perteneciente a su familia, los Dupont, Auguste se sentía en paz visitando aquellos lugares y jardines recónditos lejos de la mansión, lejos de la mirada atenta y juiciosas que no estaban más pero que recordaba tan vívidamente que sentía que un lo acompañaban…recorriendo con sus palmas los viejos pilares cubiertos de rosas, finalmente llegaba al jardín secreto y olvidado, aq
La brisa salina del océano se sentía fría, las nubes grises se acercaban poco a poco hasta la playa, aquello solo significaba que el invierno estaba cada vez más cerca, su padre seguía en paradero desconocido y el comenzaba a perder la paciencia, todos a su alrededor no eran más que incompetentes que solo estaban a la espera de lograr morder un trozo de hueso una vez que su padre muriera, nadie en realidad sabia cuáles eran sus verdaderos planes…y nadie lo sabría con certeza hasta que su ola arrasara y devastara sus tranquilas playas, mirando a sus aves eternamente en cautiverio se preguntaba cuanto tiempo más tenía que esperar para finalmente tomar lo que era suyo.Eros colocaba a la pequeña ave en su jaula, aquel aviario, aquellas aves, fueron su única compañía junto a Benjamín cuando era tan solo un niño indefenso, los sirvientes en aquella mansión,
El viento arrastraba consigo una vieja melodía, una melodía triste y serena que lograba tocar fibras sensibles de su alma…Ceres caminaba en medio de aquellos jardines solitarios, la lluvia otoñal había mojado con su delicado roció cada flor en aquel bellísimo jardín de hortensias y rosas…aquel viejo piano se hallaba tocando solo en aquellos abandonados y antiguos jardines, miraba con suma tristeza aquellas teclas tocando solas sin las hermosas y delicadas manos que solían replicar la bella melodía que tanto le gustaba…bellos pilares de rosas y flores de mil colores se alzaban a la vista embelleciendo aquel sitio de ensueño…la figura de Auguste Dupont se dibujaba tras de ella tomándola entre sus brazos.Mami, ¿si subo al rascacielos podré tocar las nubes? La bella mujer de cabellos rubios la miro con dulzuraPor supuesto mi ni&ntild
Belmont miraba el liquido oscuro en su copa de vino, el silencio reinaba en aquel lujoso estudio de su elegante museo, repasaba en su mente una y otra vez lo que había visto, los labios de su marcada besando los de su hombre de confianza, Alfred lo había traicionado y aunque aquello no era en realidad una sorpresa, había dolido mas de lo esperado, bebiendo de aquella copa de cristal, miro su reloj de bolsillo, era ya muy tarde y Ceres aun no llegaba, marcando una vez su numero celular, nuevamente la línea se quedaba con aquel desesperante sonido, no había respondido ninguna de sus llamadas, se sentía harto, mas que harto, la hermosa pintora era la mujer que él había escogido para si mismo y sin embargo, ella no correspondía a sus afectos. Dejando la copa de lado, Belmont Fortier tomaba la botella de vino, Henri Jayer Richebourg Grand Cru, cosecha de 1962, finísimo vino de más de quince mil dólares, uno que pretendía beber en compañía de la hermosa rubia esa mañana, sin embar
La noche se sentía fría... tan helada que la hacía estremecer...Ceres se abrazaba fuertemente a su almohada, el viento golpeaba con fuerza los vidrios en la ventana de aquel departamento, se sentía exhausta, había llorado mucho en los brazos de Auguste Dupont esa mañana, y el, la había consolado sin preguntarle nada, si juzgarla por su dolor, aquel vacío que ahora sentía sin su presencia, dolía demasiado, ella lo había besado buscando consuelo, perdiéndose en el sabor de sus labios, deseando que ese momento no se detuviese nunca, y sin embargo, tan cruel como siempre era, el tiempo se habla llevado ese momento demasiado rápido, estaba enamorada, ya lo sabía, se había enamorado de Auguste Dupont sin siquiera darse cuenta de ello, su alama sensible y herida era de cierta manera parecida a ala suya, aquellos ojos castaños y hermosos, tan profundos y tristes como los de aquel