Sangre, la sentía goteando desde su nariz llegando hasta su mentón para caer directo al suelo, dolor, no podía abrir sus ojos, estaban tan golpeados que podría jurar que había perdido al menos uno de ellos, gritos, podía escuchar los gritos desesperados de su amada gritando y suplicando por su vida…pero, sabia ya que nada podía hacerse, lo había traicionado, y estaba pagando el precio su traición…solo rogaba, que María Fernanda no sufriera daño alguno…ni tampoco la vida inocente que crecía en el interior de su vientre.
– Por favor, déjalo en paz…el no ha hecho nada malo – suplicaba María de rodillas al cruel Eros Dagger.
– Cállate perra, ¿Por cuánto tiempo mas planeabas esconderte de mí? Ese hijo que esperas podrá ser mío, pero no obtendrás nada mas que dolor, te lo arrancare de
El viento frio soplaba con fuerza azotando las ventanas, aquella tormenta no parecía tener fin, Eros estaba más halla de ira Ceres se había escapado, junto a Auguste Dupont y Belmont Fortier, todos los demás también se hallaban en paradero desconocido, y sobraba decir que el infame pelinegro estaba más allá de la furia atroz, el, por otro lado, ¿Qué podría haberla orillado a tomar aquella decisión? Por ahora, sin embargo, bastaba saber que se encontraba lejos y a salvo de el...de aquella irá asesina que estaba sintiendo y ese pensamiento solo lograba enfurecerlo aún más, aunque, como todos, sabia que aquello no podría durar para siempre, por ello, había movilizado todo de sus fuerzas armadas para obligar a que volviesen Ceres y compañía quienes se habían vuelto invisibles a sus ojos, los ojos del poderoso y temido Eros Dagger…su ira devastadora, esta vez, si podría quemarlo todo.– Maldición – decía Eros arrojando su teléfono.No había respuestas, nadie sabia nada del pa
La brisa salina golpeaba su rostro con gentileza, la belleza paradisiaca del mar, era algo que lograba asombrarla completamente, Ceres no había asistido jamás una playa, por eso, se sentía como una niña en dulcería…corría con impaciencia por todos lados, aquella felicidad momentánea, aunque sabía que no sería eterna, lograba hacerla olvidarse, aunque sea por un momento de sus sufrimientos.Estaba embarazada y con temor de que su cruel medio hermano la encontrara y arrasara con todo a su paso si se enterase de ello, pero por ahora…solo por ese instante, no quería pensar en nada de ello.Mirando el océano frente a ella, se sintió reconfortada, feliz…las aguas turquesas de las playas de Linapacan, en Filipinas, eran verdaderamente hermosas, la arena blanca y las aguas cristalinas eran algo realmente hermoso y digno de admirar…acariciando su aun pequeño vientre, Ceres se negaba a pensar en todo el dolor que habían atravesado, ahora mismo, una nueva vida crecía en su interior
Pasos débiles y trémulos, dando uno a la vez, Ceres Gultresa intentaba encontrar una forma de escapar en aquella prisión que comenzaba a desquiciarla, aquel cuarto infantil le parecía el infierno, uno del que quería escapar con premura para poder reunirse con su amado Auguste.Lejos de allí, Helios Benjamín intentaba ponerse de pie con ayuda de uno de sus hombres a quien había llamado para que los sacase del lugar en donde se encontraban..– ¿Ella está bien? – cuestiono el maltratado albino antes de preocuparse por sus propias heridas.– Solo esta inconsciente, debemos llevarla lejos de aquí, tengo mi auto, hay que apresurarse – dijo aquel hombre observando el vientre abultado de María Fernanda.– No…tú debes llevártela, nosotros tenemos que ir a rescatar a Ceres Gultresa – dijo Helios Benjam&ia
14 años habian transcurrido desde aquella horrida noche en el rascacielos, Eros habia muerto, y todos, intentaron despues de eso llevar una vida normal...tan normal como se pudiera.El tiempo, el mayor enemigo del ser humano, que pasaba sin piedad alguna arrasando todo a su paso, cambiando belleza por arrugas, salud por enfermedad…pero también…transformaba el dolor en recuerdos…ayudando a dejar poco a poco atrás viejas heridas…aunque, no siempre se cerraban por completo.Eran ya 14 años desde aquella horrida noche en un rascacielos de Manhattan, todo, como era de esperarse, había cambiado, aquellos que lograron sobrevivir a la cruenta guerra de manadas desatada por Eros Dagger o Eros Dankworth, como se hizo llamar en sus ya ultimas remanentes de locura, habían cambiado, aquel grupo de amigos, de adolescentes, eran ya todos adultos entrados en sus 30 años…el sol de aq
Gevaudan, Francia, 1765. El horror una vez reino en Francia, bestias misteriosas que atacaban a los pueblos...a sus habitantes...aullidos feroces que anunciaban una luna carmesí, lobos con pelaje de plata. El sonido del motor de avión aun resonaba en sus oídos, el viaje no había resultado para nada placentero, pero no se quejaba, después de todo, viajaba en clase económica para ahorrarse unos cuantos dólares, el dinero no le sobraba y aun tenia que ver sobre los costos reales sobre la renta, alimentación, etc., etc., mucha gente encontraba realmente relajante el sonido de los motores en los enormes pájaros de acero, incluso, se creía que el sonido de estos ayudaba a dormir…pero no a ella, nunca a ella.Ceres Gultresa viajaba desde su natal Estados Unidos a Francia, el lugar de origen de sus padres, después de muchos años, había deci
Se mía Ceres, déjame llevarte a tu clímax, déjame perderme entre tus pliegues femeninos, descubre a mi lado el sabor de la pasión, déjame marcar cada parte de tu cuerpo, entrégate a mi eternamente. El sonido de la regadera abriéndose rompía el silencio en aquel apartamento, agua fría resbalaba por su piel desnuda para calmar el calor repentino que aquellos sueños le habían provocado, sus mejillas aun permanecían encendidas en el carmesí de la vergüenza, apenas una noche atrás lo había conocido, aquel misterioso y apuesto artista mucho mayor a ella, Belmont Fortier, no era posible haber tenido un sueño tan…erótico…no sabia nada sobre ese hombre, aun sentía el calor de ese cuerpo, la piel caliente y desnuda frotándose sobre la de ella exigiendo un dominio total, la voz sensual y varonil pidiéndole ser suy
El calor de la mañana entraba de lleno por aquellas finas cortinas de seda blanca que se mecían a la merced del gentil viento que se colaba por los ventanales, abriendo sus ojos de zafiro a un nuevo día, Ceres despertaba dispuesta a comenzar una rutina, el olor a café poco a poco comenzaba a inundar aquel lujoso espacio que regalaba una demasiado privilegiada vista a la torre Eiffel, mirando los mapas de la ciudad y sabiendo que sus clases en el museo no comenzarían si no, hasta la semana entrante, la hermosa rubia y planeaba hacer un recorrido por la ciudad, su padre no le había dicho exactamente donde y como buscar a su hermano, tan solo le había revelado que tenia uno y que este, sería mayor a ella, no tenia demasiada información, tan solo las palabras de su padre moribundo en confesión y con ella, debía encontrar a su hermano perdido, después de todo, era todo cuanto le quedaba en el mundo.<
La mañana caía, de nueva cuenta, sobre la romántica Paris, la luz del sol bañaba a la torre Eiffel logrando que esta luciera aun mas majestuosa, Ceres observaba aquel hermoso paisaje y lo plasmaba en el lienzo observando con atención desde la vista que le obsequiaba su bien ubicada ventana, el olor a café aun inundaba cada rincón de aquel departamento, no había logrado dormir demasiado, su cuerpo aun no se acostumbraba al nuevo horario, y, por ello, había pasado varias horas pintando para no sentir que desaprovechaba el tiempo, su reloj despertador resonó en medio del silencio, logrando asustarla un poco, se había llegado la hora de ir a su nuevo empleo, seria profesora de arte en Rousseau ni mas ni menos, aquel era un gran honor que el extravagante Belmont Fortier le había concedido, alistando todas sus cosas, la hermosa artista salía en dirección al museo, donde también, ya se