El día estaba soleado. Las olas del mar vibraban con fuerza, chocándose unas con otras llegando hasta la orilla y arrastrando los pequeños caracoles que se quedaban en la arena. Como el sol, afuera, las nubes despejadas, el cielo tan azul como el color de los ojos de su pequeña hija, Greg supo que era un hombre afortunado.Todo comenzó con el recibimiento de una carta sin nombre, sin postal, sin nada que pudiera significar que su vida cambiaría en un abrir y cerrar de ojos.Cuando recibió aquella carta, lo cierto es que hizo hasta lo imposible por alejar a su esposa. De su vida en aquel entonces. Para él, ella solo era un incordio, era lo que tenía que él estuviera en la vida de su hijo de una vez y por todas. Aún conociendo a la her
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