Todos los capítulos de La esposa del doctor : Capítulo 1 - Capítulo 10
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Un buen día para robar
   Había dormido exageradamente mal aquella noche, solo pensaba en la cirugía que tenía esa mañana, quizás estaba un poco nervioso, tal vez algo ansioso. Nada bueno para su trabajo. Pero la pobre mujer había esperado meses para aquella cirugía y Jake quería que todo saliera bien, de eso dependía la vida de aquella mujer. Jake Matthew era un prestigioso cirujano de la parte este del país, a su corta edad contaba con numerosas cirugías, tanto simples como complicadas, todas y cada una de ellas terminadas exitosamente. El mejor cirujano cardiovascular. A sus treinta años, con su cabellera rizada que le llegaba hasta los hombros, con las numerosas pecas que tenía en el rostro y con la poca vida social que tenía, solo pensaba en una sola cosa, sus pacientes.    — Pare un momento, tengo que tomar aire. — Le dijo a su chofer, Dani. Salió del coche y
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Segundo intento
    — Si vas a irte tan temprano, al menos avisa. No puedo creer que estoy aquí y ya te vas. — Samantha abrió los ojos después de tocar  el lado de la cama de Jake y encontrándolo vacío. Su voz salió un poco pastosa por el sueño. Pero Jake seguía vistiéndose sin prestarle atención. —¿Para que me pediste que viniera anoche si ya te vas ? ¿No estabas libre el día de hoy ? ¿A caso ha surgido alguna operación de emergencia ?  — Vuelve a dormir, no tienes que enfadarte porque me levante primero que tú. — Se puso sus zapatillas y tomó el celular de la mesita de noche. — Y no te dije que vinieras, tú te apareciste sin avisar. ¿Ya lo olvidaste ? Solo voy hacer ejercicio.   — Ese no es el punto, ya que ahora estoy aquí.   — Volveré antes de comer, dile a mama si te quedarás a almorzar, sabes que no le gusta que lo hagas sin avisar.   — Está bien. Esperaré a que regreses.   Podría decirse que Samantha o c
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Volver con el.
Cuando llegaron al hospital todavía ella permanecía inconsciente pero Jake había hecho como dijo, no se apartó ni un segundo de su lado. Habían limpiado su herida y suturado, la parte de la rodilla no estaba tan mal, solo un poco magullada por el golpe de la caída. Aunque, lamentablemente Jake se había raspado la palma de ambas manos. No era nada grave, pero eran sus manos, con las que realizaba operaciones cada día. Se las habían lavado y curado en el hospital, después de que sanasen podría realizar su labor con total normalidad. — Disculpe, ¿la conoce de algo ? ¿Podría decirnos su nombre ? — No se cual es su nombre, apenas la he visto frente a un supermercado vendiendo periódicos. — Entiendo, esperaremos a que despierte. Tal vez deba de guardar reposo al menos aquí unas cuantas horas más, para descartar que no tenga ninguna secuela. — No creo que ella quiera quedarse, solo la logramos traer sedándola. La enfermera
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Bajo un techo.
Siguió a Jake hasta su coche, mirando siempre hacia atrás para asegurarse de que nadie la seguía. Tenía mucho miedo de Robert, era un hombre muy peligroso y no le temblaba el brazo para matar, sobre todo a alguien que no tenía ningún doliente. El pequeño Tom iba abrazado a su cuello mientras ella lo cargaba en brazos. El coche olía muy bien, era amplio y cómodo, le pareció extremadamente suave e incluso le entraron ganas de dormirse allí. No lograba recordar la última vez que había estado sobre algo tan cómodo y suave a la vez. — Debes de sentar al niño en un asiento, a tu lado. No puedes llevarlo cargado. — El irá sobre mi. — dijo con firmeza. — Si alguien lo ve, me multaran. No es la manera correcta de llevarlo. — ¿Crees que yo no sé cual es la manera correcta de llevarlo ? Debería de tener un asiento para niños, como no hay ninguno, lo llevaré en mis brazos. — Está bien, entonces conduciré hasta la tienda más cerc
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Mis invitados.
Después de quedarse observando a Ana con cierto interés, le extendió el vestido.  — Puedes usar esto. Después iremos más tarde a comprar algo de ropa.  — La mujer de antes está lavando nuestra ropa, podemos seguir usando esa. — Ana observó el vestido, solo de mirarlo sabía que no le gustaría ni le quedaría bien, aunque cualquier ropa le quedaría mejor que la que ella había llevado puesta.   — Ya esa está para tirar. ¿Te molesta si les compro algo de ropa ?  — Ropa, ropa. Yo quiero unos pantalones y unos calzoncillos. ¡Que sean rojos ! Me gusta el rojo. ¿También puedes comprarme unos zapatos?  — ¡Tom! Ya deja de pedir cosas, no está bien, todo tiene un precio y nosotros nos tenemos dinero.  — Ya te lo dije antes, no tienes que pagar por nada ni me deberás nada. Lo hago porque quiero, no porque luego tengas que pagarme nada.  — No confío en ti. No quiero aceptar tus cosas, solo estamos aquí para que Tom sea curado. Cu
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Mi musa
Una larga noche — Mamá, es un poco raro llevar zapatos. — se quejó Tom al rato de tenerlos puestos, no se acostumbraba a la sensación de tener los pies encerrados. — Pronto tus pies se acostumbrarán. — Le contestó Jake mientras conducía. — Ya verás que luego ni lo vas a sentir. Cuando llegaron a la enorme mansión, la señora Gladis los recibió. Ya la tarde estaba cayendo. Jake los acompañó a su habitación, ya que Ana se negaba a dar un paseo por la casa o por el jardín. No quería encontrarse con esas personas desconocidas. Se sentía muy vulnerable en aquella casa donde no conocía a nadie. — ¿A donde vas ? — preguntó ella cuando Jake salía de la habitación desde de dej
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Cita Médica
La mañana llegó sin previo aviso, Jake como cada día siempre madrugaba. Quitó el brazo que tenía de Sam sobre su pecho. Sabía demás que ahora sería imposible que ella se fuera de la casa con Ana allí, era como su forma de marcar su territorio. Pero eso solo hacía que Jake se sintiera más hastiado de ella.   — ¿A donde vas? Es... muy temprano. — Se había despertado cuando sintió que Jake se paró de la cama. Su voz salía pastosa por el sueño. — Vuelve aquí. — le ordenó.   Jake siempre madrugaba para hacer ejercicio antes de ir a trabajar, pero esa semana era diferente. Sus manos estaban heridas y no podía realizar su labor, aunque no era gran cosa y ni si quiera le dolían, a pesar de eso, era imposible entrar a una cirugía con las manos en ese estado. El hospital estaba teniendo
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Se mi esposa
Había pasado casi una semana para Ana en aquella casa, con aquellos desconocidos, aunque Jamie y Jake la trataban como su igual, la madre de Jake la miraba con algo de desprecio. Solía cenar en la habitación, la mayoría de las veces en compañía de Jamie y de Jake. Cada día Tom tenía una comida especial para fortalecer sus defensas y aunque las noches eran extremadamente largas, ya se sentía más segura en aquella casa. — Ten. — Dijo Jake, entrando a la habitación y ofreciéndole una bolsa con ropa, todas holgadas y cómodas. — Ya deja de usar las de Jamie.   — Gracias. Que bueno que has venido, quería hablar contigo.   Tom estaba en la cama dormido, las medicinas solían darle un poco de sueño en las tardes.   — ¿Sucede algo ? — Jake tomó asiento en la butaca que había al lado de la ventana para prestarle más atención.   — Nos iremos. — soltó sin rodeos, tomando asiento en el borde de la cama.   — ¿Aún te sientes incóm
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¡A casa!
Habían cerrado el trato con un simple apretón de manos, que para Jake había sido algo muy serio, a pesar de lo poco formar que era. Lo primero que había hecho al salir de aquella habitación era llamar a su abogado y explicarle la situación, entablar una dialogo con la embajada del país de Ana e intentar hacer las cosas por el orden de la ley, pero ya eso era trabajo del abogado.    Sus manos estaban sanas, no podía perder un día más sin trabajar. El hospital lo necesitaba, sus pacientes lo necesitaban.  Aquella mañana se levantó muy de temprano, después de avisarle a Ana que no estaría en casa, se marchó a su trabajo, tenía que prepararse antes de la operación de ese día, era necesario pasar una serie de pruebas que certificaran que sus manos estaban en óptimas condiciones.   — Lo hemos extrañado aquí, doctor Matthew. ¿Ya se encuentra bien ?   — Buenos días, doctora Rodríguez. Mis manos están bien, pero eso ya tendrá que decirlo el especialista. ¿Com
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Nuestra casa
Jake hizo una búsqueda rápido cuando detuvo el coche en la carretera, buscó varias casas en venta que estuvieran con buena ubicación. El pequeño Tom iba muy callado, su voz había quedado un poco ronca por los gritos que había pegado cuando Sam golpeaba a su madre, Ana miraba hacia el techo del coche también sin decir palabra. Su mejilla estaba roja y tenía el pelo muy alborotado. Parecía enojada. — Siento mucho lo que pasó antes. — volvió a repetir por décima vez, Jake — Ya te dije que no es tu culpa. Que tengas una novia loca no es tu culpa. — Sam no es mi novia. — Si, si. ¡Que ya lo sé! Solo te acuestas con ella. — Estas enojada conmigo. — ¡No! Estoy enojada por dejarme golpear de esa niña rica. — Tienes que calmarte, ya pasó y tu también la golpeaste, te defendiste muy bien. — Debí pegarle más fuerte y dañarle esa cara bonita. — Ana se sentía algo frustrada, más que enojada. Había sentido mucha i
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