A lo lejos de algún lugar se avecina un ser radiante, un caballero de porte impecable y majestuoso, acompañado por una estela de poder y elegancia, con un toque sublime de frialdad. Dejando huellas de magma en su andar. En un parpadeo se hace existente su talón de Aquiles, una chica que apaga de golpe a un alfa. «Larisa, calma de mis tormentas y tempestades».—Eres mi gran debilidad, eres la nena de los ojos apaciguante —susurro. —Sí —alza su mirada. Y sus manos cálidas y confortable, provoca un choque térmico al roce de las mías, ¿Qué pasa? Me distrae de la vil realidad, y a sí mismo dejándome derretido por su aroma y su trato, atrapándome en un encanto difícil de rechazar.
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