CAPÍTULO 65. UNA TREMENDA DIABLILLA
Liuggi la observaba en silencio, viendo sus distintas expresiones en el rostro, debatiéndose entre sí abrirse o no a los sentimientos con él, mientras tanto él esperaba, no tenía intenciones de presionarla, la dejaría a su propio ritmo, así lo hizo, ella decidió hablar. —Yo pensé que no querías verme. A veces cuando las cosas son muy buenas, me cuesta creerlas, siempre termino preguntándome ¿Si tengo algún derecho a la felicidad? —. Sus lágrimas seguían corriendo como cascadas—, me cuesta mucho sentirme cómoda, la soledad me abruma, ha sido así desde la muerte de mis padres, fui tan feliz con ellos, pero también aprendí como puede arruinarse la vida en un segundo, pasé de tenerlo todo a no tener nada, sin embargo, con el tiempo me di cuenta de una dolorosa verdad, mi mayor pérdida fue dejar de sentirme amada. » No ha sido fácil para mí, vivir con ese constante miedo recorriendo cada átomo de mi cuerpo, inmovilizándome, sintiéndome impote
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