En el exterior de la sala de operaciones, Liuggi esperaba en extremo nervioso, no dejaba de caminar de un lado a otro, de la sala de espera, se paró en la puerta como si quisiera transmitirle energía a Lisbani. Había llegado Sophía, se había sentado a conversar con su madre y Grecia al otro extremo de la sala.
Él seguía molesto con su hermana, a pesar de haberla saludado el día de la boda y hacía un momento, no había sido del todo amoroso como era la costumbre, ella lo sabía y lo observaba con esos ojos tristes buscando la manera de hacerlo desistir de su molestia, por eso prefería no verla, tratando de ignorarla. Si no le había hecho ningún reclamo fue porque le prometió a su Ángel no hacerlo. Estaba sumergido en sus pensamientos cuando se le acercó Nick
—Vas a abrir un canalillo en el piso de tanto caminar de u
Estaba sentado en la banca, dejó las muletas a un lado. Entretanto dejaba las lágrimas correr libremente por el rostro, de repente sintió a alguien sentarse a un lado de forma sigilosa, cuando giró la vista, se trataba de Nick, quien también reflejaba en el rostro la preocupación.—No pidas marcharme —comenzó a decir en tono inquieto, como si estuviese sopesando muy bien sus palabras—. Porque en este momento no pienso h
Cuatro horas después, los médicos estaban colocando de nuevo el pedazo de hueso del cráneo que le había sido extraído a la chica, al inicio de la operación. Lo sujetaron con pequeñas placas de metal y tornillo, los neurocirujanos usaron cartografía cerebral junto con las imágenes tridimensionales, para eliminar de forma segura la mayor cantidad de tumor cerebral y de esa manera, disminuir el riesgo de dañar el tejido funcional del cerebro, durante la operación hubo una complicación, un sangrado, el cual lograron controlar de manera satisfactoria.—Bueno hicimos todo lo humanamente posible por Lisbani, ya nuestro trabajo terminó, ha sido bastante complicado, sin embargo, logramos controlar la situación. Gracias a todos—Expresó el Dr. Peter Friedlander.—¡Enhorabuena, doctor! Fue un trabajo excelente&mdas
Ante sus preguntas Liuggi se quedó observándola con mirada desconcertada, por un momento sintió un zumbido en sus oídos, sin embargo, sacudió la cabeza, tratando de aclarar la mente, pues pensó se estaba imaginando esas palabras de Lisbani. —Esposa ¿No sabes quién soy yo? —inquirió en un tono contentivo de un atisbo de tristeza, negándose a creer que su ángel se hubiese olvidado de él. ¿Cómo podría ser eso posible si se habían conocido cuando ella apenas tenía diecisiete años? Giró la vista de nuevo y en el rostro de ella vio primero, confusión, luego una serie de movimientos con sus cejas y frente, como si estuviese rebuscando algo en su interior. —¿Esposa? Si es de esa manera, entonces eso te hace mi esposo. Sin embargo, no recuerdo haberme casado contigo, y hasta donde conozco de ti, eres el señor Lombardi, el atractivo y mujeriego jefe —pronunció en un extraño tono. No obstante, segundos
Seis meses después Lisbani se encontraba en ese momento viendo a su hermosa hija Lía, jugar con la abuela, estaban sentadas en la hierba frente de Villa Verona, estaba junto con mamma Luisa y Grecia. Liuggi estaba de viaje a Lisboa, últimamente viajaba de forma continua para atender las diferentes sucursales, no obstante, las llamaba hasta tres veces al día, para preguntar cómo estaban y dándole indicaciones. Pese a todo el proceso de recuperación, al cual se había sometido, incluyendo la operación de Liuggi de la pierna; la relación parecía seguir fortaleciéndose, o eso creía ella, sin saber como ese mismo día, iba a probar las hieles de la traición. Respecto a su recuperación, aunque a ella le había parecido muy lenta, los médicos opinaban que el progreso fue rápido y satisfactorio, sin embargo, la sanidad total podía llevar otro par de meses, pese a ello, por ahora, aumentó su nivel de act
Lisbani sintió como si le hubiesen clavado un filoso puñal en el pecho, se negaba a creer lo que estaban viendo sus ojos, por un momento creyó podría tratarse de un montaje, por ello volvió a detallar la fotografía, buscando algún indicio para poder justificarlo, pues así era el amor, siembre buscaba excusas, para no juzgar con demasiada severidad a las personas a quienes se amaba.No obstante, por muchos intentos de justificarlo, allí estaban los hechos, no podían negarse las evidencias, estaban frente a ella, no había nada que pudiera alegarse en su defensa. Ambos aparecían sonrientes, no había ningún gesto de repulsión en el rostro de su marido, todo lo contrario, se veía disfrutando de la velada.Siguió buscando otras páginas de diarios en la web, obteniendo los mismos resultados, un par de fotografías m&aa
Liuggi veía la hora en el reloj con un poco de impaciencia, mientras permanecía sentado en el auto que había alquilado apenas llegó a Lisboa. No pudo evitar sentir una fuerte opresión en el pecho, una parte de él lo cuestionaba, repitiéndole como un mantra “Estás equivocado, vas a salir perdiendo en este juego”, sin embargo, se negaba a obedecer esos consejos, incluso pensaba eran producto de sus miedos de perder a la mujer amada. Antes de ir en búsqueda de Mariana, decidió llamar de nuevo a Lisbani, no obstante, los resultados habían sido los mismos, no respondía ni sus mensajes de textos, ni llamadas, eso lo tenía inquieto, sino fuera importante para la mujer a quien amaba, el resultado de lo que estaba haciendo, hace tiempo habría dejado todo y regresado con ella, su hija y el resto de la familia, pero aunque ese era un amargo paso, debía darlo por la tranquilidad y seguridad de su gente. Mensaje Enviado a Lisbani
“¡Maldita sea!”, exclamó Liuggi para sí mismo, no imaginó que Mariana se atrevería a subirse a horcajadas encima de él en pleno restaurante, sin darle la mínima importancia a la opinión de la gente, mas eso no era nada, lo peor sucedió luego, cuando terminó besándolo de forma apasionada en la boca, por un momento la sorpresa no lo dejó reaccionar de ninguna forma, pero al caer en cuenta, la tomó por los hombros apartándola y se levantó. —Mariana, no podemos hacer esto, estamos en un lugar público, la gente podría pensar muy mal de nosotros —trató de justificar su actitud hostil. —¿Seguro es eso Liuggi? ¿No tendrás una intención trasfondo en volverme a buscar? —preguntó con suspicacia la mujer. Él sonrió con una mezcla de nerviosismo e indiferencia. —¿Qué trasfondo puedo tener? Es solo cuestión de sentido común, ¿Por qué vez cosas dónde no las hay? —inquirió con un tono de molestia. &n
Nick aceleraba el auto, deseaba cortar la distancia con la mayor rapidez posible, debía evitar que esa mujer llevara a cabo ese malévolo plan en contra de Liuggi. Golpeó con rabia e impotencia el volante; justo en ese instante de forma espontánea, le llegaron unas imágenes en la mente, unas guardadas en lo más profundo de su cerebro, las cuales por mucho tiempo pensó las había imaginado, sin embargo, en ese momento se dio cuenta de la verdad. Mariana sentada a horcajadas encima de él, masturbándose usando su erección, esa escena le produjo asco. —¡Maldita Mariana! ¡Eres una pécora infeliz! —exclamó furioso, al pensar que no era la primera vez, cuando esa mujer intentaba hacer algo así, era una rastrera y era necesario ponerle un freno, no podía seguirse saliendo con la suya. No entendía, ¿Cómo pudo ser capaz Mariana de comportarse de esa manera cuando él era el esposo de su mejor amiga? ¿Qué clase de amiga era? La rabia se agitaba en su