Nick aceleraba el auto, deseaba cortar la distancia con la mayor rapidez posible, debía evitar que esa mujer llevara a cabo ese malévolo plan en contra de Liuggi. Golpeó con rabia e impotencia el volante; justo en ese instante de forma espontánea, le llegaron unas imágenes en la mente, unas guardadas en lo más profundo de su cerebro, las cuales por mucho tiempo pensó las había imaginado, sin embargo, en ese momento se dio cuenta de la verdad. Mariana sentada a horcajadas encima de él, masturbándose usando su erección, esa escena le produjo asco.
—¡Maldita Mariana! ¡Eres una pécora infeliz! —exclamó furioso, al pensar que no era la primera vez, cuando esa mujer intentaba hacer algo así, era una rastrera y era necesario ponerle un freno, no podía seguirse saliendo con la suya.
No entendía, ¿Cómo pudo ser capaz Mariana de comportarse de esa manera cuando él era el esposo de su mejor amiga? ¿Qué clase de amiga era? La rabia se agitaba en su
La desolación en el rostro de Liuggi era evidente, tanto que su amigo intentó tranquilizarlo con sus palabras. —Liuggi, quizás Lisbani se moleste un poco al saberlo, pero es innegable el amor de ella por ti. Cuando se lo digas, mientras procesa lo sucedido dejará de hablarte, sin embargo, al final no dudará en perdonarte, porque cuando se ama de verdad, no hay ningún obstáculo capaz de extinguirlo —expuso Nick convencido de sus palabras. —No tengo cara para contarle esto, ni siquiera para verla ¿Cómo voy a decirle que Mariana me drogó para tener sexo conmigo, porque me creí listo y solo fui un idiota a quien esa mujer utilizó a su gusto? —manifestó, pasándose la mano por los cabellos en un gesto de angustia. —No puedes ocultarle esa verdad Liuggi, ¡Escúchame! Debes encontrar el momento y la forma de decírselo, porque de lo contrario sería un grave error, la sinceridad en las relaciones
La abrazaba con toda sus fuerzas, no quería soltarla, no se dio cuenta como las lágrimas iban bañando su rostro, el cuerpo se le estremeció producto de los espasmos provocados por el llanto.—Te amo Lis, así haya cometido cualquier error, juro por mi hija, por mi madre, por ti, nunca he querido causarte daño, todo lo contrario, cada acción hecha por mí desde el momento cuando descubrí que eras tú el amor de mi vida, ha sido para protegerte —su voz tenía un tono de tristeza y melancolía.Por un momento Lis, sintió como la piel se le erizaba ante sus palabras y su acercamiento, sin embargo, no podía evitar esa sensación de culpabilidad emanada no solo de la postura, sino también de las palabras de Liuggi. Se quedó mirándolo con intensidad, hubo una lucha entre su mente y corazón, preguntá
Regresaron a la villa en completo silencio, Liuggi no tuvo oportunidad de volver a tocar el tema, porque Lisbani terminó subiendo en la parte trasera del Jeep con Lía y cerró los ojos haciéndose la dormida. En el trayecto la mente del hombre, no dejaba de pensar, en hallar una forma de poder hablar con ella, contarle lo sucedido sin alterarla y sobre todo que no terminara echándolo de su vida. Al llegar a la casa, ella tomó a la niña y se bajó sin esperar ayuda por parte de Liuggi, entretanto, él se quedó sentado en el asiento del auto, colocó la frente en el volante mientras se sentía impotente, tenía la sensación de que el pecho le estaba siendo estrujado con una gigantesca mano, llenándolo de una absoluta desolación. —¿Por qué todo es tan complicado? ¿Por qué simplemente no puedo ser feliz con la mujer a quien amo? ¿Por qué intenté sacar información yo mismo, exponiéndome a la víbora de Mariana? —preguntaba en voz alta, mientras golpe
Al llegar a casa tenía dolor de cabeza, por lo cual manifestó su cansancio y se fue acostar con la pequeña Lía, le pasó seguro a la puerta para evitarle a Liuggi la entrada, por ello cuando el hombre fue a entrar, no pudo hacerlo porque la puerta estaba cerrada. No le quedó más elección, sino quedarse por unos segundos parado en el pasillo, pensando en que había sucedido de camino a villa Verona, para haber hecho cambiar a Lisbani de actitud; suspiró con impotencia, por un momento evalúo la posibilidad de buscar una llave de repuesto y entrar, pero se sentía agotado, no tenía energía para enzarzarse en otra discusión con ella y menos después de haber pasado un gran día.Sintiendo una mezcla de pesar y frustración, se fue a otra habitación, pese a ello, no le fue posible conciliar el sueño, los pensamientos sobre su án
Al cortar la llamada, sin siquiera dejarla responder a sus palabras, sintió en su interior un cúmulo de sensaciones disputándose cuál terminaría controlándolo, tristeza, decepción, enojo. Después de terminar la llamada, decidió irse a pasar unos días en Palermo con su mamma Luisa, su tía y sus primos. Necesitaba distraerse para no seguir pensando en ella, sin embargo, sus pensamientos no dejaron de invocarla ni un solo día, solo pensaba en Lisbani y en lo que le dijo, había perdido la confianza en él. Por una parte se cuestionaba, porque su estupidez provocó ese desenlace, debió hacerle caso a los consejos de Nick, llamar a su esposa y contarle enseguida lo sucedido, no obstante, dejó pasar el tiempo, no fue cobardía, sino por protegerla, temía alterarla, provocarle un enojo que podría afectarle la salud. Además, creyó tener todo controlado, mas no fue así, la situación terminó complicándose. Ahora decía no tenerle
Liuggi, no quería empañar la felicidad de su mejor amigo y de su hermana, por eso intentaba bromear con Nick, aunque tenía la esperanza de que apenas terminar el bautizo, pudiera ir por su esposa. —¿Me vas a dar otro sobrino? —No podíamos tener mejor noticia después de nuestra reconciliación. Sí, tendrás una sobrina, creo es hora de tener una hermosa niña con los ojos de mi esposa —habló Nick emocionado. —Ah entiendo ¿Quieres tener una niña con el hermoso color de mis ojos? —inquirió con un atisbo de burla. —Muy gracioso Lombardi, ¿Vas a contarme? ¿Por qué no trajiste a Lisbani? —preguntó notando que Liuggi a pesar de estar bromeando, tenía un deje de tristeza en el rostro. —Hermano, como te dije hace rato, no voy a mortificarte con mis problemas, el día del bautizo de mi sobrino, además espero mañana resolver todo con mi mujer —manifestó Liuggi.
Entretanto Mariana recibió una llamada y sonrió feliz, no iba a irse sin antes ejecutar lo planificado, no pensaba desistir de sus planes, por causa de la estupidez de Sophía, pensó. Vio a Liuggi, conversando con Victoria y Mauro, y se emocionó, allí estaba su oportunidad. Caminó hasta ellos interrumpiéndolos.—Disculpen. Liuggi, ¿Quieres saber de los Antonelli Bianchi? Yo estoy dispuesta a decirte todo cuanto sé. Manejo información importante para tu esposa —manifestó esperando convencerlo con esas palabras, porque ya le habían informado de la pronta llegada de la mujer.Liuggi dudó, aunque deseaba llegar al fondo de lo sucedido con la familia de Lisbani, también era cierto el profundo desagrado que le producía estar cerca de Mariana, además, conociéndola, seguro se trataba de una nueva trampa.
Cuatro mesesdespués. Liuggi estaba en Villa Verona, los recuerdos de su vida pasaban cuál película por su mente, desde el primer día cuando se dio cuenta de la existencia de Lisbani, era casi una niña, una morena hermosa, con esos ojos como la noche, tan brillantes como un cielo estrellado en la oscuridad. Había sido una chica alta, esbelta con una sonrisa auténtica que brindaba sosiego a quien la observaba. A él le gustó desde el primer momento cuando la vio. Ella de forma inocente, empezó a coquetearle a buscarlo, y aunque se sentía atraído intentó huirle, ¡Por Dios! Pasó tres años, evitándola, hasta ese día cuando entró a su oficina y con una actitud decidida, pero inocente se le acercó de formar desafiante declarándole sus sentimientos. —¡Tú me gustas! Te he estado esperando durante tres años, aguardando a tu decisión, mas como al parecer eres lento y tampoco tienes inici