Liuggi veía la hora en el reloj con un poco de impaciencia, mientras permanecía sentado en el auto que había alquilado apenas llegó a Lisboa. No pudo evitar sentir una fuerte opresión en el pecho, una parte de él lo cuestionaba, repitiéndole como un mantra “Estás equivocado, vas a salir perdiendo en este juego”, sin embargo, se negaba a obedecer esos consejos, incluso pensaba eran producto de sus miedos de perder a la mujer amada. Antes de ir en búsqueda de Mariana, decidió llamar de nuevo a Lisbani, no obstante, los resultados habían sido los mismos, no respondía ni sus mensajes de textos, ni llamadas, eso lo tenía inquieto, sino fuera importante para la mujer a quien amaba, el resultado de lo que estaba haciendo, hace tiempo habría dejado todo y regresado con ella, su hija y el resto de la familia, pero aunque ese era un amargo paso, debía darlo por la tranquilidad y seguridad de su gente. Mensaje Enviado a Lisbani
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CAPÍTULO 75. AJENO A TODO
“¡Maldita sea!”, exclamó Liuggi para sí mismo, no imaginó que Mariana se atrevería a subirse a horcajadas encima de él en pleno restaurante, sin darle la mínima importancia a la opinión de la gente, mas eso no era nada, lo peor sucedió luego, cuando terminó besándolo de forma apasionada en la boca, por un momento la sorpresa no lo dejó reaccionar de ninguna forma, pero al caer en cuenta, la tomó por los hombros apartándola y se levantó. —Mariana, no podemos hacer esto, estamos en un lugar público, la gente podría pensar muy mal de nosotros —trató de justificar su actitud hostil. —¿Seguro es eso Liuggi? ¿No tendrás una intención trasfondo en volverme a buscar? —preguntó con suspicacia la mujer. Él sonrió con una mezcla de nerviosismo e indiferencia. —¿Qué trasfondo puedo tener? Es solo cuestión de sentido común, ¿Por qué vez cosas dónde no las hay? —inquirió con un tono de molestia. &n
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CAPÍTULO 76. ¡LA VOY A PERDER!
Nick aceleraba el auto, deseaba cortar la distancia con la mayor rapidez posible, debía evitar que esa mujer llevara a cabo ese malévolo plan en contra de Liuggi. Golpeó con rabia e impotencia el volante; justo en ese instante de forma espontánea, le llegaron unas imágenes en la mente, unas guardadas en lo más profundo de su cerebro, las cuales por mucho tiempo pensó las había imaginado, sin embargo, en ese momento se dio cuenta de la verdad. Mariana sentada a horcajadas encima de él, masturbándose usando su erección, esa escena le produjo asco. —¡Maldita Mariana! ¡Eres una pécora infeliz! —exclamó furioso, al pensar que no era la primera vez, cuando esa mujer intentaba hacer algo así, era una rastrera y era necesario ponerle un freno, no podía seguirse saliendo con la suya. No entendía, ¿Cómo pudo ser capaz Mariana de comportarse de esa manera cuando él era el esposo de su mejor amiga? ¿Qué clase de amiga era? La rabia se agitaba en su
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CAPÍTULO 78. ¡NO QUIERO SABERLO!
La abrazaba con toda sus fuerzas, no quería soltarla, no se dio cuenta como las lágrimas iban bañando su rostro, el cuerpo se le estremeció producto de los espasmos provocados por el llanto. —Te amo Lis, así haya cometido cualquier error, juro por mi hija, por mi madre, por ti, nunca he querido causarte daño, todo lo contrario, cada acción hecha por mí desde el momento cuando descubrí que eras tú el amor de mi vida, ha sido para protegerte —su voz tenía un tono de tristeza y melancolía. Por un momento Lis, sintió como la piel se le erizaba ante sus palabras y su acercamiento, sin embargo, no podía evitar esa sensación de culpabilidad emanada no solo de la postura, sino también de las palabras de Liuggi. Se quedó mirándolo con intensidad, hubo una lucha entre su mente y corazón, preguntá
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CAPÍTULO 79. HERIR SU ORGULLO.
Regresaron a la villa en completo silencio, Liuggi no tuvo oportunidad de volver a tocar el tema, porque Lisbani terminó subiendo en la parte trasera del Jeep con Lía y cerró los ojos haciéndose la dormida. En el trayecto la mente del hombre, no dejaba de pensar, en hallar una forma de poder hablar con ella, contarle lo sucedido sin alterarla y sobre todo que no terminara echándolo de su vida. Al llegar a la casa, ella tomó a la niña y se bajó sin esperar ayuda por parte de Liuggi, entretanto, él se quedó sentado en el asiento del auto, colocó la frente en el volante mientras se sentía impotente, tenía la sensación de que el pecho le estaba siendo estrujado con una gigantesca mano, llenándolo de una absoluta desolación. —¿Por qué todo es tan complicado? ¿Por qué simplemente no puedo ser feliz con la mujer a quien amo? ¿Por qué intenté sacar información yo mismo, exponiéndome a la víbora de Mariana? —preguntaba en voz alta, mientras golpe
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