Su nariz se arrugó en el momento que el maquillaje fue puesto en su rostro. No quería, pero debía de mantenerse como una estatua mientras era vestido. Su delgadez era visible, casi no probaba y cuando lo hacía era a escondidas del lobo que ahora estaba concentrado en buscar la manera de que se viera como un muñeco de porcelana.Dieciocho años, sólo tenía dieciocho años y era el objeto de un chico de diecinueve años con serios problemas en la cabeza. Medias hasta los muslos y zapatos de Merceditas fueron colocados. El mayor siguió arreglando su ropa de manera adecuada según él, hasta que al fin estuvo satisfecho.— Ahora si — dijo, feliz — Eres arte.El menor no respondió, ni siquiera se movió de su lugar. Fue levantando por las axilas y llevado hacia el centro de la cama, en donde estaba expuesto a cualquier cosa que el mayor quisiera hacerl
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