Saravi. Agaché mi cabeza, no quería contestar a ninguna de ellas, no quería decir nada que revelara que había verdad en todas ellas. —Saravi, no quiero ser la persona que abra tus ojos, pero yo… yo te amo —mis ojos se abrieron—. No quiero que te dañen, yo quiero protegerte como nadie nunca lo hizo Saravi, y puedo notar que aquí en este palacio no muchos están dispuestos hacerlo. Giré de inmediato, le di la espalada mientras trataba de tranquilizar mis nervios. —Omer… tú no entiendes por lo que hemos pasado Kalil y yo —me volví hacia él—. ¿Recuerdas a la reina traidora? Un día dijiste que merecía la muerte… —No te conocía. —No hubiese hecho falta, Omer —refuté —¡No Saravi!, si ese hubiese sido el caso te elegiría una y otra vez. ¿Me entiendes? No estoy jugando aquí, no lo estoy haciendo, yo estoy dispuesto… —¡Omer! —Ya no podía dejar que continuara, esto ya no tenía sentido—. Yo me quedaré… esa
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