Abro la puerta de la casa y sinceramente, los ojos se me llenan de lágrimas. Horus no tiene idea de lo mucho que amo a Júpiter y aunque se lo repito ni siquiera tiene la bondad de conocerlo, de aceptarlo y respetarlo. Júpiter es un bebé, un pequeñito indefenso que llego a mis manos en el momento adecuado. Bajo las gradas para salir hasta el jardín que cubre la fachada de la casa, me siento en uno de los escalones y me abrazo las piernas. No quiero llorar pero es inevitable, soy la madre de Júpiter, es verdad que no estuvo en mi vientre pero yo lo quiero como mi propia sangre, es un pequeño tierno. Hermoso. Me quedo viendo a la nada por largos segundos, finalmente solo me cubro el rostro y gruño con exasperación. Si pudiera hacerlo mataría a Horus por ser un idiota insen
Leer más