Era un hecho, Mateo sabía usar muy bien su lengua. Llevaba casi cinco minutos recorriendo mi clítoris cuando consiguió llevarme al climax. Ahí sostuvo la punta, sobre el botón de carne rosada, como si quisiera alargar las sensaciones. Cuando presintió que mi cuerpo dejaba de estar en el punto máximo, lo remató metiendo sus dedos en mi vagina.Siguió haciendo movimientos circulares con la lengua, mientras movía con agilidad su índice y anular dentro de mí. Consiguió que me corriera con fuerza, podía sentir como mi propio cuerpo dejaba sus dedos pringosos. Los sacó y comenzó a comérmela con avidez, parecía casi poseído por el deseo de tragarla, absorberla.Mateo apartó el rostro. Sus labios, su barbilla y hasta sus mejillas tenían rastros del abundante líquido que había salido de mi interior. Sonreí, eso d
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