Salgo del pasillo con la rabia a flor de piel; quería matar a Máximo y a esa zorra. Él prometió serme fiel, aunque esto sea una farsa.—Querida, aquí estás —dice Teresa, pero al ver mi cara, su mirada muestra preocupación—. ¿Estás bien? Estás un poco pálida.—Sí, Teresa, estoy de maravilla —trato de sonar lo menos irónica posible, pero es inútil, ya que Teresa lo nota.—No creo que sea así. Parece que algo te molestó. ¿Fuimos nosotros? —Mierda, ahora va a pensar esta bella señora que es por ella, cuando todo es culpa del imbécil de su hijo, que no es capaz de cumplir sus promesas.—Oh no, señora, ustedes se han portado de maravilla, es solo que...En ese momento aparecen Laura y Máximo juntos; o sea, tienen el maldito descaro de aparecer juntos. Por lo menos deberían disimular.—¿Estás bien? Te veo algo pálida —dice Máximo, intentando tocarme, pero yo me alejo.—Quiero ir a casa —este parece no entender la situación, pero asiente.—Madre, padre, ya nos vamos —estos se despiden de mí y
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