Los minutos siguientes estuvieron repletos de besos, sonrisas y caricias dulces; hasta que mi novio esbozó una sonrisa y al notar su mirada emocionada supe que algo se traía entre manos. —¿Quieres conocer nuestro apartamento? —cuestionó sonriente—. ¿Me acompañas, mi amor? Asentí con rapidez, aunque, a decir verdad, él no esperó mi respuesta porque tomó mi mano y me guio hasta el elevador. Nuestras miradas dentro del ascensor eran de emoción total y una complicidad tierna, ni siquiera yo podía creer que eso estaba sucediendo. Apenas salimos del elevador, Alex me condujo por un elegante y espacioso pasillo del piso ocho y me señaló la puerta del final. Sacó las llaves que había visto al bajar del auto y negué con la cabeza, seguía sin poder creer que él había sido capaz de hacer todo eso. —Quiero que lo abras tú, princesa —susurró con voz dulce, dejó un pequeño beso en mi cabeza y después extendió las llaves. Me negué de inmediato, no podía hacerlo.
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