Esta vez no me permito una lágrima. Sé que he hecho lo correcto; es lo mejor para los dos. No sé si alguna vez he sentido un dolor semejante al que siento ahora. Tal vez, pero no tan vivo y vibrante. Prefiero que me peguen una paliza antes que el dolor que siento en el pecho; como si estuviera dándome un infarto.Nunca pensé que tuviera corazón. Para mí los únicos sentimientos y reacciones son la rabia, la ira y la autodestrucción, pero Sam acaba de enseñarme una nueva: El dolor. Lo había vivido antes, con mi padre, pero aprendí a sobrellevarla e ignorarla. No obstante, Sam acaba de abrirla de nuevo, haciendo que las sensaciones se desaten sin poder controlarlas.Supongo que es un dolor soportable y común en personas como yo, pero eso no significa que sea fácil; sólo lo he tenido una noche y he tenido que hacer que se aparte de mí. No me arrepiento de ello..., porque no debe importarme, y, por tanto, no debe doler.—¿Estás bien? —me pregunta Amanda.Está apoy
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