Apenas escucharlo, Akari se quedó paralizado, pues su cerebro pudo comprender de inmediato qué traían consigo esas palabras. Trago saliva, y su nuez subió y bajó con lentitud; sus ojos se pasearon alrededor de Minato, pero no pudo verlo y, con cada segundo, entendió más y más, y su mente comenzó a hacer conjeturas.Minato siguió comiendo su pastel, le dio tiempo y, después de unos treinta segundos, el mayor resopló con fuerza y miró al rubio que, al darse cuenta de que la compostura regresó al semblante ajeno, aunque aún le veía confundido, detuvo el picoteo con su pastel, dejó ir el tenedor, y prosiguió:—Ella tiene una casa en Towada, al sureste de donde se encontró el auto con sus padres, y la compró hace más de doce años.—¿Cómo averiguaste eso? —cuestionó y a
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