DONOVAN (Ese mismo día más tarde) Por mucho que su hermana Nina le echara en cara que era un testarudo sin remedio, habían varias razones por las que el alfa de Montigraus se había estado resistiendo a acudir de nuevo a la clínica. La primera, que sabía que la medicina poco podía ayudarle en su actual condición, y la segunda, que ponía a todos los trabajadores muy nerviosos con su presencia. Los sentía y veía temblar, tartamudear, sudar y hasta sonrojarse. Y sí, una parte de él le resultaba bastante divertido provocarles esas reacciones, pero la otra, la responsable, prefería guardar las distancias y dejarles hacer su trabajo con tranquilidad. Donovan no podía evitarlo, estaba en su naturaleza y en su sangre desprender esa aura que algunos etiquetaban de sofocante, amenazante e incluso perturbadora, y que otros perjuraban que era oscura, sensual y erótica. Pero para él, sólo era su forma de ser, nada más. —¿Alfa Santiago? —le llama la
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