Este relato pertenece a la tercera entrega de la saga Fábulas Licantrópicas. Sigue a las novelas ya publicas Nigra Lupus y Ámica Lupus, aunque como siempre, puede leerse por separado. Sin embargo, quizás aparezcan situaciones que hacen referencia a sucesos previos ocurridos en las novelas anteriores, y éstas puedan despistar al lector.
Quisiera recordar nuevamente que esta historia no pretende seguir ninguno de los cánones que ya se conocen sobre los licántropos para discernir entre clases sociales y tampoco está basado en un universo omegaverse.
Aparecerán palabras como alfa, beta y omega con el siguiente significado:
—Alfa: primero al mando, líder, se encarga de la manada. La manada lo elige. No se nace alfa, cualquiera con las aptitudes adecuadas puede convertirse en alfa.
—Beta: segundo al mando, consejero. Tiene poder de decidir sobre la manada en nombre del alfa. También es elegido por la manada. No se nace beta, cualquiera con las aptitudes adecuadas puede convertirse en beta.
—Omega: tercer al mando, consejero. También tiene el poder de decidir en nombre del alfa. La manada lo elige. No tiene nada que ver con ser sumiso. No se nace omega, cualquiera con las aptitudes adecuadas puede convertirse en omega.
Las tres figuras son necesarias e imprescindibles parar guiar a la manada y decidir sobre su bienestar.
Gracias por leer. Espero que esta información os sirva.
******
DONOVAN
El olor a sangre reciente se esparcía por todo el bosque llenando su nariz de ese desagradable aroma a hierro. Corría y corría en desespero pero no podía encontrarla, su esencia se había desvanecido como por arte de magia y no quedaba rastro alguno que seguir. La tormenta empeoraba por segundos y las huellas que hasta ahora le marcaban el camino, empezaban a esconderse bajo la nieve.
La situación era una catástrofe y su estado de ánimo no ayudaba... estaba tan ciego de furia y rabia en esos instantes…
¿Cómo se atrevían? ¿Cómo se atrevían a pagar su amabilidad con ese crimen? ¿Cómo tan siquiera osaban atacar a su manada con esa desfachatez?
“¿Dónde estás? ¿Dónde demonios estás?”, se pregunta al borde del histerismo.
“No rendirnos, deber seguir buscando”, dice su otra mitad en su mente, ese lobo que todos los licántropos portaban en su interior y con quienes compartían su existencia. “Presentir que ella encontrarse cerca”, le recuerda para infundirle ánimos.
No lo sabía, no tenía ni idea de su secreto, de lo que ella escondía… ahora todo cobraba sentido, su distanciamiento, su silencio... pero el tiempo apremiaba, cuanto más tardara en localizar su paradero, más en riesgo se encontraba.
El alfa aúlla a la noche de nuevo esperando una respuesta que, como en todas las veces anteriores, no recibe. Ahora se dirigía al único lugar dónde aún no había mirado, al arroyo de la montaña. Un paradero recóndito y alejado protegido por las rocosas montañas, ideal para obrar sin ser descubierto pero letal en caso de precisar ayuda.
Entonces lo oye, dos disparos en la lejanía rompiendo el sonido del viento.
“¡No!”, grita el lobo enrabiado.
El olor a sangre vuelve a aumentar... estaba herida, la había malherido con un maldita arma de fuego, las mismas que desde hacía tiempo estaban prohibidas por sus leyes.
“¡Deprisa!”, profiere el cabeza de manada.
Sin disminuir el ritmo, el lobo aprieta sus dientes y ordena a sus cansadas patas a seguir corriendo hacia el origen del disparo, todavía le quedaba una buena distancia por cubrir hasta llegar al lugar.
“¡Más rápido, más rápido, ella nos necesita!”, apremia el alfa.
“¡Saberlo, ya saberlo!”, exclama el lobo.
Pero cuando por fin llega resoplando y exhausto por la carrera, se queda en shock.
“¡Nooooo!”, grita en cólera en su mente.
Había llegado demasiado tarde. Ella estaba tirada en el suelo encima de un enorme charco de sangre y con dos feos balazos en la pierna que no cesaban de sangrar. Era normal que no contestase a su llamada pues estaba totalmente inconsciente y moribunda, casi enterrada bajo un montón de nieve, pero no era la única, había dos cuerpos más junto a ella, el de Nina y el de Noah, su hermana pequeña y su tercero al mando también estaban heridos en el suelo.
“¡No, no, no, no!”, exclama el alfa en pavor.
El lobo se acerca deprisa y los mueve impaciente con el hocico para despertarles, lame sus rostros varias veces pero ninguno contesta.
“¡Los estamos perdiendo, los estamos perdiendo!”, se lamenta en llanto y aullando de dolor.
“¡Pedir ayuda!”, grita su lobo a su vez.
Pero antes de que pueda reaccionar, la imagen se transforma y más y más cuerpos aparecen en el suelo llenando todo el arroyo de figuras inhertes.
“¡No!”, profiere el alfa en otro grito desesperado.
Era su manada, toda su manada estaba allí, muriendo ante sus ojos y él no podía hacer nada. Él que había jurado protegerles a todos no tenía ningún tipo de poder.
“¡Por favor! ¡Basta! ¡Basta! ¡Qué alguien nos ayude!”, suplica el alfa de Montigraus.
Pero nadie escuchaba, estaban demasiado alejados.
“Es demasiado tarde, hemos fracasado, todo es culpa nuestra…”, sentencia abatido mirando como todos seguían perdiendo más y más sangre.
“Tener que intentarlo”, responde el lobo que sólo podía aullar y aullar a la noche, esperando que alguien acudiera y les salvara.
“Es inútil, todo es inútil”, se lamenta llorando por su pérdida.
Entonces, oye una familiar voz en la distancia.
“¡Don! ¡Don!”, suena la voz de mujer.
“¿Nina…?”, pregunta él en su mente. “¡Es Nina! ¡Sigue viva!”, clama esperanzado. Su hermana le llamada desde algún lugar muy lejano.
“¡Vamos Donovan! ¡Despierta!”, repite.
“Estoy despierto, lo siento mucho, he llegado tarde…”, gime en dolor.
—¡No! —suena ahora con fuerza la voz de su hermana—. ¡No has llegado tarde! ¡Estoy aquí, estoy contigo! ¡Despierta! ¡Despierta de una maldita vez! ¡Sólo es una pesadilla! —profiere Nina mientras le zarandea y él abre los ojos de golpe despertando empapado en sudor y poseído por los temblores.
Todo su cuerpo estaba tenso a más no poder, y sus puños tan apretados, que sus uñas se había clavado en su carne creando una herida.
“Mierda…”, profiere el alfa en su dolorida cabeza.
Otra vez, otra vez esa maldita pesadilla que le perseguía cada noche. Esa cruz que llevaba sobre su espalda y no le dejaba reposar. Su castigo, su lamento...
Era extraño, pero desde que los efectos del licor de Jade desaparecieron de su cuerpo, Donovan Santiago tenía esa pesadilla cada noche. Cada noche le visitaba, le atormentaba y esperaba paciente hasta que volvía a cerrar los ojos para acecharle de nuevo. Tenía medicación para dormir pero de poco le servían ya los tranquilizantes, se repetía una y otra vez en bucle, ¿el motivo? La culpa que le reconcomía por dentro pues como alfa, había fallado a la manada de Montigraus por completo. Había permitido que un extraño ahondara en sus defensas y llegara hasta ellos con demasiada facilidad. El resto no lo pensaba, hasta había recibido alabanzas por su actuación, pero él no podía perdonarse tal descuido y tampoco era capaz de perdonarse el tardar tanto en encontrarla...
Sabía que ninguno de ellos había estado a la altura esa vez, sin embargo, él fue el primero en llegar dónde estaba la loba, la Nigra Lupus, y la imagen de ella tumbada, inconsciente, desnuda y casi desangrada en la nieve, no se borraba de su mente.
Simplemente, no podía olvidarlo...
No podía olvidar que casi pierden a Megan Robin por su incompetencia.
—Por fin… —oye suspirar a Nina aliviada al verle con los ojos abiertos, mientras le abraza con fuerza y pone una mano en su vientre para calmar al lobo—. Ya está, ya ha pasado… —susurra despacio.
“¿Estás bien, compañero?”, le pregunta a su otra mitad.
“Sí, sólo nerviosos…”, responde el lobo intentando tranquilizarse.
“Es una pesadilla, nada más… la manada está bien”, le recuerda, aunque esas palabras también iban para él mismo.
“Saber”, confirma. “Por favor, comprobar si Nina dolor”, pide el lobo.
El alfa de Montigraus se incorpora despacio con Nina en brazos y como cada mañana desde ese fatídico día, repasa su cuerpo buscando alguna herida.
—Estoy bien Don, no tengo nada —comenta ella sabiendo lo que estaba haciendo.
—Lo sé —contesta él que aún siendo conocedor de ello, no podía evitar repetir esa misma acción cada mañana.
—¿Quieres un poco de agua? —pide saber su hermana que sonaba bastante preocupada.
—No, estoy bien Nina —dice Donovan.
—Sí, estás hecho un completa porquería… —refunfuña y él se ríe por lo bajo.
Aunque no le faltaba razón, no conseguía descansar y eso se le notaba en el humor y en el físico. Su hermana y beta de la manada de Montigraus, le suelta y le mira muy enfadada.
—Esto tiene que parar, tienes que pedir ayuda a Dana… —le exige Nina secando las lágrimas que habían escapado de sus ojos—. Me lo prometiste hermano… —le recuerda con sentimiento.
Casi siempre era Nina quién acudía a su cuarto y le despertaba cuando la pesadilla se volvía demasiado intensa. La primera vez que le pasó, ella se asustó mucho, casi incluso más que él, y le obligó a pedir una cita en la clínica médica de Montigraus para un chequeo completo. No obstante, ellos dijeron que estaba en perfecto estado y que únicamente, era una reacción derivada del estrés, cosa que ya imaginaba.
—Ya estoy tomando las tranquilizantes —señala con cansancio—. Ves, uno cada noche… —comenta mirando la caja medio vacía sobre la mesita de noche.
—Creo que ha quedado claro que no son suficientes —retorna ella clavando su oscura mirada en él—. Tienes que pedir hora hoy mismo a la clínica, si no lo haces tú, lo haré yo… —le amenaza Nina.
—Lo haré —promete el alfa que no le apetecía lo más mínimo oír a su hermana echándole la bronca de nuevo—. Es sólo que no van a poder hacer nada… —murmura en un suspiro mientras se estira despertando a su cuerpo.
Ella golpea su hombro con fuerza harta de su indiferencia.
—¡Eso no lo sabes! —exclama—. ¡El problema aquí es que eres un maldito testarudo, hermano! —le suelta la beta—. De verdad no te entiendo, ¿acaso no quieres acabar con esto? —inquiere alzando la voz—. ¡Megan ya está bien! Te lo digo otra vez, todos le fallamos ese día, Noah, tú y yo. ¡Deja de culparte! —estalla.
Donovan mira a su hermana pequeña de reojo y acaricia su negro y lacio pelo despacio. Ella también albergaba ciertos sentimientos de fracaso por ese desafortunado accidente en el arroyo, pero de entre todos los altos cargos, era la que menos lo expresaba.
—Pásame el teléfono, voy a llamar ahora mismo para pedir cita—murmura el alfa despacio para tranquilizarla.
Ella asiente y le entrega el dispositivo. Donovan marca el número de la clínica, el cual ya se sabía de memoria, y mantiene una corta conversación con Enola, la nueva recepcionista, quien le da la última hora de la tarde para visitarse. El alfa le agradece su trabajo y cuelga acto seguido.
—¿Contenta? —cuestiona con ironía a su hermana que estaba de brazos cruzados y mirándole sin perderse nada.
—Sí, mucho. Gracias por colaborar, señor alfa —contesta en él mismo tono que él había usado.
—No hay de qué, señora beta —le devuelve Donovan arrancándole una pequeña sonrisa.
—Por cierto —menciona Nina de repente—. Acaba de llegar esto… —anuncia entregándole un documento con el sello de los Nocturnos.
El alfa se pone en cierta tensión entrando ya en su papel de cabeza de manada.
—¿Ya han decidido? —exige saber en tono duro.
Todos los responsables de las manadas que conformaban el valle de Mistis, que eran doce en total, estaban pendientes de conocer cuál sería la fecha elegida para celebrar el juicio de los hermanos Dawson. Los culpables de toda su desgracia.
—Sí… —confirma su hermana con el semblante serio.
—¿Cuándo? —pregunta el alfa de Montigraus.
Ella vuelve a fijar sus ojos negros en él antes de contestar.
—En dos días —dice al fin y Donovan asiente con la cabeza. En dos días por fin podrían cerrar la herida y pasar página.
—Hermano —le llama la beta pidiendo de nuevo su atención—. Robin tiene que ir a declarar… —le comunica en voz suave.
—¿Qué? —exclama sintiendo la furia volver a subir desde sus entrañas—. ¿¡Cuántas veces tiene que explicarles lo que ocurrió!? ¡Ya ha tenido bastante! —profiere el alfa con enfado.
Megan había tenido que ir día tras día a declarar ante el Consejo, reviviendo una y otra vez el ataque. Sí, ya pasaban dos meses desde el accidente pero ella aún arrastraba alguna que otra secuela. Caminaba un poco coja y había perdido mucho peso, sumando por supuesto a que no había asistido a los dos últimos ciclos lunares y que su carácter se había vuelto bastante más cuidadoso y esquivo.
—Ya lo sé, a mí tampoco me gusta la idea, ¿pero qué se supone que debemos hacer? Ella se ofreció a ayudar… —le recuerda la beta.
Donovan suspira sonoramente. Si una cosa tenía clara, es que ella no iba a poder sanar del todo hasta que el asunto se resolviese.
—Una última cosa… —interviene su hermana a continuación y él vuelve a mirarla. —Quiere que sea Noah el que la acompañe—le confiesa en voz baja sabiendo que no iba a gustarle.
El alfa ríe sin gracia y menea la cabeza. Pues claro… ¿qué menos viniendo de Robin? Evitarle a toda costa se había convertido en su nueva costumbre y la cumplía con impecable diligencia.
—Está bien, que vaya Noah con ella al juicio —expresa al cabo de unos segundos—. Es un alivio saber que al menos a ti te habla… —murmura mirando por la ventana.
—Si no le hubieras echado esa bronca ella también te hablaría —le recuerda la beta y el alfa cierra los ojos sintiéndose de golpe muy agotado.
Estaba tan alterado por todo el tema del licor de Jade, del engaño de Beatrice Dawson y de la situación de Evans, que al saber lo de Robin y su ataque, el alfa de Montigraus estalló.
Aún en su habitación del hospital, y justo después de que le extrajeran toda la metralla y las balas, el alfa le retrajo de muy malas formas y a gritos el haberles ocultado su verdadera naturaleza. Era un secreto demasiado peligroso y si cualquiera de ellos lo hubiera sabido, sólo si hubieran sabido que Megan era en realidad una Nigra Lupus, nunca hubieran permitido que se alejara de la manada esa noche y el accidente nunca se hubiera producido.
—Sigo pensando que ojalá hubiera confiado más en nosotros —se lamenta el alfa otra vez.
No se arrepentía de haberle dicho eso a Robin, sólo de las formas en que expresó su idea.
—Sabes que no es un tema de confianza, todos ellos lo esconden… —rememora Nina quien no lo expresaba, pero también pensaba lo mismo y sentía no haber podido prestar mejor servicio a Megan.
—Mejor que me vaya espabilando… —murmura Donovan queriendo terminar el tema.
—Sí, déjame esto a mí y tú vete de ruta con Noah… —asiente meditativa.
—De acuerdo —responde Donovan dejando la tarea del juicio en manos de su hermana.
La beta se dispone a dejarle sólo y sale de su cuarto.
—¡Y come algo, no creas que soy tonta y no me he dado cuenta de que dejas la mitad de la comida…! —sigue diciendo ya fuera de la habitación—. Jolín, cada día me más parezco mamá… —refunfuña de nuevo y Donovan sonríe.
Sin duda su hermana había heredado muchas cosas de su madre, para bien o para mal.
Despacio y sintiendo sus piernas temblar un poco, se pone de pie y se dirige al cuarto de baño para quitarse el sudor de encima. Y justo después de cerrar la puerta, su segundo tormento empieza a tomar forma.
—Allá vamos… —susurra el alfa de Montigraus dándose por vencido.
Cuando el efecto de la pesadilla abandonaba su cuerpo, empezaba las consecuencias del despertar del instinto. Su pene empieza a crecer y a crecer en una dolorosa y apremiante erección que le ponía de muy mal humor y dolía como el mismísimo infiero.
“Doler, ayuda, saciar, saciar”, se lamenta el lobo.
“Ya lo noto, compañero, ahora lo arreglamos”, contesta el alfa empezando a desnudarse.
Ese era su día a día desde hacía casi dos meses, duro como un roca durante las horas de sol y gritando como un loco por las noches, así que no conseguía descansar en ninguna de las dos, y tal como decía su hermana, estaba hecho una porquería.
En un gran suspiro, se pone debajo del agua caliente y mira a su grueso pene pidiendo un poco de cariño. Donovan toma un poco de jabón que esparce por todo su cuerpo y empieza a bombear su erección buscando la liberación.
Al menos mientras duraba la masturbación, su mente no pensaba en nada más y era de los pocos momentos de calma que tenía.
Sí, lo sabía, totalmente lamentable…
“Cuando encontrar Amara situación mejorar”, le promete el lobo.
“Te tomo la palabra, compañero”, le devuelve el alfa sin dejar de mover su mano arriba y abajo mientras jadeaba.
Esperaba de verdad que su Amara consiguiera poner las cosas en su sitio y darle un poco de paz.
******
DONOVAN (Ese mismo día más tarde) Por mucho que su hermana Nina le echara en cara que era un testarudo sin remedio, habían varias razones por las que el alfa de Montigraus se había estado resistiendo a acudir de nuevo a la clínica. La primera, que sabía que la medicina poco podía ayudarle en su actual condición, y la segunda, que ponía a todos los trabajadores muy nerviosos con su presencia. Los sentía y veía temblar, tartamudear, sudar y hasta sonrojarse. Y sí, una parte de él le resultaba bastante divertido provocarles esas reacciones, pero la otra, la responsable, prefería guardar las distancias y dejarles hacer su trabajo con tranquilidad. Donovan no podía evitarlo, estaba en su naturaleza y en su sangre desprender esa aura que algunos etiquetaban de sofocante, amenazante e incluso perturbadora, y que otros perjuraban que era oscura, sensual y erótica. Pero para él, sólo era su forma de ser, nada más. —¿Alfa Santiago? —le llama la
DONOVAN(Douen, dos días más tarde. El primer juicio)En esos momentos, el alfa de Montigraus se dirigía a un lugar alejado dentro del hotel para atender a la llamada que llevaba esperando desde su salida a los juzgados y escapando de la extraña e incómoda conversación con la doctora Chris.Menuda Amara se había buscado Keane Daniels…“Ella parecer agradable”, murmura el lobo en su mente.“Claro que te parece agradable compañero, tenía mucho interés en ti. Y ya sé cuánto te gusta que te hagan caso, lobo vanidoso”, le retrae sonriendo por dentro.“Yo no ser vanidoso”, se queja el otro.“Por supuesto que no, sólo un poquito presumido, nada más. Aunque si te hubiera visto, estoy seguro que la hubieras asustado”, le recuerda.Al igual que él, el tamañ
DONOVAN—Si ninguno de los responsables de las manadas tiene nada más que añadir, damos este juicio por finalizado —anuncia en voz grave el alfa Tohem de la manada de Geide, portavoz del Consejo de los Nocturnos en ese proceso.“¡Por fin!”, susurra Donovan en su mente.Todo había salido bien pues Dwason se llevaba un segunda condena, pero el alfa estaba mentalmente agotado y quería dejar de ver su careto cuanto antes posible. En verdad, se encontraba bastante ansioso y no sabía por qué. Aunque se alegraba mucho de ver que el puñetazo que le ventó Megan en el día de ayer, le había hecho mucho más daño de lo que creía pues el tipejo era incapaz de incorporarse sin sentir dolor.“Lobita hacer un buen trabajo”, murmura el lobo quien disfrutaba de verle sufrir un poco.“Ya lo creo, recuérdalo la próxima
DONOVAN La habitación de la loba se llenaba a cada segundo de jadeos, de gemidos y del hipnótico aroma de su sexo junto con el del lobo. El cuerpo de Megan ardía bajo la lengua del licántropo y no dejaba de revolverse. —¡Por favor…! —suplicaba entre gemidos pidiendo al lobo que la dejara culminar—. Por favor, Don… por favor… —sollozaba buscando su liberación mientras empujaba sus caderas sin pudor contra la lengua de su lobo y acariciaba su cabeza con sus dedos. Ella seguía con los ojos cerrados como si creyera que todo era un sueño. “Lobita gustar mucho ser lamida”, murmura su otra mitad quién estaba disfrutando enormemente de chuparla, de saborear sus jugos y también de que le tocara, al igual que él. Hacía rato que había dejado de intentar convencer al lobo de que parara pues era innegable que deseaban hacerle eso a la loba, y ahora, sólo podía anticipar y presenciar las reacciones de Megan. “Vamos, compañero, dale lo que te pide”,
MEGAN—Déjanos solos, Evans… —le ordena el alfa de Montigraus a su mejor amiga mientras seguía con sus preciosos ojos ámbar incrustados en ella.“¡Sí! ¡Solas con Amara!”, aúlla la loba en su interior.—Sí, señor… —susurra su amiga inclinando su cuello en reconocimiento al alto alfa.—¡No, quédate! ¡Quédate Ali…! —le suplica Megan en un lamento.Alice la mira y sonríe de pura felicidad.—Sabes que no puedo —susurra su amiga acariciando su mejilla un instante—. Ha llegado el momento de enfrentarte a tu Amara, Meg… te dije que llega cuando menos de lo esperas, ¿recuerdas? —comenta rememorando aquella conversación que mantuvieron hace meses atr&aa
DONOVANEl alfa de Montigraus seguía a paso lento a su desnuda compañera camino al baño.“Lobita verse deliciosa”, murmura su lobo admirando como su recién eyaculado simiente bajaba por sus muslos. No era ningún inconsciente pues anoche vio que una de las pastillas que tomaba correspondía a un anticonceptivo, por eso no habían usado protección.“Lo hace”, contesta Donovan sintiéndose muy relajado y por fin entero. Como si por arte de magia, todo hubiera vuelto a su lugar, pero mejorado. Y todo gracias a esa indomable fiera que tenía enfrente.Megan parecía un poco averg
MEGANMegan abre la puerta de la preciosa y acogedora pastelería Rogers, su preferida en todo Montigraus, y lugar dónde había quedado con Alice esa mañana, para enfrentarse a la inevitable.A esas horas no había mucha gente y podrían charlar con tranquilidad ya que después de que Donovan se fuera, había llamado a Evans tal como había prometido, y su amiga le había exigido verla de inmediato.Una vez dentro, ve a Alice saludarla desde el fondo y con una enorme sonrisa dibujada en su rostro.Megan se acerca a ella y su mejor amiga se levanta para darle un abrazo gigante.—¡Meg! —exclama Alice estrechándola fuerte entre sus brazos.—Hola Ali —saluda de nuevo devolviéndole ese cálido abrazo a la loba.—¡Por fin, por fin! —profiere Alice con felicidad en su oído—. Lo sabía, sab&iacut
MEGANNerviosa, la loba enciende un par de velas que había preparado para la primera velada junto a su alfa y vuelve a mirarse un instante en el espejo. Había decidido arreglarse un poco para Donovan sin pasarse demasiado. Sólo un peinado más elaborado, la cara limpia y un sencillo vestido azul que Alice decía que le quedaba bien. Megan nunca había sido demasiado presumida pero en esta ocasión, le apetecía ponerse bonita ya que ayer estaba literalmente en pijama cuando Donovan apareció. Sin duda mucho más auténtico pues en casa solía ir con ese atuendo al terminar la jornada pero hoy necesitaba algo distinto.“¿Dónde estar Amara?”, pregunta la loba de nuevo con apremio.Tal como esperaba, y como Alice ya había avisado, una vez su cuerpo se había recuperado del coito, su loba había empezado a pedir por Donovan con insistencia.