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Todos los capítulos de La Osamenta del Diablo: Capítulo 1 - Capítulo 10
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Primera Parte - Capítulo I
Edgar H. S. RhosdelLa Osamenta del DiabloPortada: Raúl Manríquez Gardéa raulman Ilustracionã Edgar Hernández Soteloã Editorial Aldea GlobalPrimera Edición 2019Todos los derechos reservadosLa Osamenta del DiabloColaboradores:Diseño de Portada: Raúl Enrique Manríquez GardeaEditor Literario: Aarón Castañón HolguínEditado y producido en Chihuahua, México.Por: Editorial Aldea GlobalSao Paolo 2105, Frac. Jardines del NorteChihuahua, Chih., C.P. 31130Tel: 614 410.8486, Email: editorial@aldeaglobal.mxISBN:
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Capítulo II
                                       II La tarde de ese sábado se cargó de un miedo desconocido pero palpable. La celebración fue sustituida por llantos y desconsuelo. El día se encaminó a su fin entre colores lúgubres que poco a poco iban devorando los cálidos rayos que el sol lanzaba para combatir el aire helado.Algunas personas se fueron a sus casas, y otros más siguieron bebiendo en la cantina de Héctor. Se quejaron, una y otra vez, de que la muerte de un mocoso no iba a arruinarles el día, por fortuna no se atrevieron a decir tales comentarios en las calles, sino bajo la protección de las paredes de la cantina. Héctor se limitaba a asentir y escuchar. Servía toda cerveza y tequila que se le solicitaba.Greg se encontraba con el padre Ismael mientras el cuerpo era inspeccionado por el doctor Alvídrez. El pequeño M
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Capítulo III
                                      III —Ese maldito comisario tiene mierda en la cabeza en lugar de sesos, y no es mierda fresca, hijo, está más seca que una piedra, pero ¿qué otra cosa se puede esperar de las personas que están en el poder? Lo hemos estado viendo en los últimos años, con los putos políticos —se quejó, tomó el vaso y dio un gran sorbo (otro más) al tequila que tenía a un lado sobre la mesa. Estaba tan caliente que carraspeó cuando este bajó por su garganta.Julio se limitó a observarlo un poco asustado, aun así asentía. Conocía a su padre, y era normal que estuviera enojado, y más aún desde que sucedió la muerte del mocoso. Pero por más enojado que pudiera estar, a él no le iría mal, pues para su fortuna estaba su mamá, Juana, quien debía responder cuando las cosas se ponían feas, y eso era bueno.«Tengo q
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Capítulo IV
                                       IVLa relación con Greg era bastante buena, sin embargo a ella no le importaba, de vez en cuando, acostarse con Raúl, y quizá lo haría con más hombres que estuvieran dispuestos dentro del pueblo (que según su propia opinión podría ser la mayoría), pero era consciente de que era un pueblo chico, y el chisme, sin duda, sería grande y se dilataría tan rápido como su vagina cuando Raúl introducía su pene. Greg y María Fernanda salieron juntos esa mañana, al igual que muchas otras, a la comisaría. Cuando eso ocurría, Rocío deseaba que Raúl apareciera en su casa lo antes posible como si de magia se tratara, pero no siempre podía ser así, lo sabía. Aunque de vez en cuando él iba por las mañanas, tocaba la puerta y llamaba a Greg (aun sabiendo que no estaba ahí) para saludarlo, según Raúl era la excusa perfecta. Esa mañana, todo par
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Capítulo V
                                      V Unos años atrás, cuando fallecieron sus abuelos, María Fernanda experimentó el dolor y la soledad que dejaba la muerte luego de su paso. Por esta razón, Greg creyó que ya había entendido un tema tan delicado, y por eso no se sorprendió cuando su hija decidió no hacer tantas preguntas con respecto a la muerte de su amigo Carlitos. Pero aquella mañana, en la que Julio y su pandilla de mocosos imprudentes se encontraban lanzando gargajos como si de una competencia internacional se tratara, María Fernanda retomó el asunto a pesar de haber transcurrido algunas semanas ya del accidente. Este comportamiento lo inquietó, pero le pareció buena idea que su hija lo acompañara a la comisaría, de esta forma podría explicarle una vez que las palabras aparecieran en su cabeza y antes de que se esfumaran.Un
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Capítulo VI
                                      VIJulio estaba fumándose un cigarrillo cuando a lo lejos distinguió la carreta de aquel perro de Héctor que salía del pueblo. Con él iba, nada más y nada menos, que ese otro perro que odiaba aún más que a cualquier otra persona dentro de Iturbide: el comisario. Ese pedazo de mierda marica y sin sesos.La pequeña se bajó en la entrada del pueblo y agitó el brazo en señal de despedida. Según su padre, esa familia estaba echada a perder desde los cimientos, Gregorio era una mierda incompetente de persona, la esposa era una zorra que necesitaba algunas lecciones para que fuera una mujer casi tan servible como su madre, y aquella niña, María Fernanda, seguía el mismo camino que ambos padres ya habían transitado. Julio, por su parte, tenía su propia opinión con respecto a la niña: a muy temprana edad ya era un desperdicio de mujer, y eso se pod
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Capítulo VII
                                  VII Corrió tan rápido como sus pequeñas piernas se lo permitieron. No le importó pisar los charcos y ensuciarse los zapatos. No le importó que su madre lo regañara a raíz de esto. No le importó nada, solo sabía que le dolía toda la cara, le ardía más que nada, y sentía un dolor agudo y punzante en la nariz, el cual, con cada paso que daba, parecía crecer más y más al igual que el flujo de sangre que escurría de sus ventanas nasales. Sintió la necesidad de rascarse, sin embargo, no lo hizo, era consciente de que si llegaba a hacerlo le dolería aún más.Si una arrastrada sobre la tierra fue suficiente para hacerlo llorar, no lograba imaginar el dolor que debió sentir su amigo Carlitos cuando aquel señor dejó caer, en repetidas ocasiones, la roca sobre su cabeza, ¿o era similar? Quizás el dolor deja de sent
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Capítulo VIII
                                  VIII —Tuve que salir justo este pinche día. ¡Que me lleve toda la rechingada! —se quejó Héctor como si sus maldiciones fueran a ayudar para que la lluvia disminuyera.—Que nos lleve a los dos entonces —respondió Gregorio, tendiéndole la mano, a lo cual Héctor le respondió el gesto.—Lloviendo en marzo, ¿puedes creerlo? Nunca lo imaginé, y por dejar las cosas al final, como todo un jodido mexicano, me está llevando la verga pero bien cabrón, mi comisario —añadió. Greg no supo qué decir, así que se limitó a asentir con la cabeza.Héctor era una persona que parloteaba mucho cuando se le daba la oportunidad. Quizá ya estaba tan cansado de escuchar las mismas historias, una y otra vez, de aquellos jodidos borrachos dentro de la cantina, que apenas encontraba la oportunidad y dejaba que su boca se desb
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Capítulo IX
                                    IX La oscuridad devoró todo a su paso. Los cielos se adornaron por nubarrones que en cualquier momento podían dejar caer, de nuevo, un balde de agua sobre el pueblo al igual que en la tarde. Y debido a este maldito y jodido clima, era poco probable que los coyotes se acercaran. Pero importándole una mierda esta posibilidad, preparó el rifle y se sentó bajo el abrigo que la noche ofrecía. Sin ninguna lámpara de petróleo, solo el fulgor amarillento del cigarrillo podía delatarlo, por fortuna, los coyotes no eran tan listos. Y cuando se acercaran les reventaría la cabeza de un plomazo. Casi podía saborearse ese morboso momento, pues esos putos coyotes pedían a aullidos sordos ser desollados vivos.Julio salió a los pocos minutos para hacerle compañía. No se veía enojado, así que empezó a creer que su hij
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Capítulo X
                                    X A la mañana siguiente, su hijo Manuel se levantó con un llanto agudo. Este llanto le dolía bastante a Raúl, quien era consciente de que el dolor a causa de la fractura era insoportable para su hijo, así que a muy temprana hora lo llevó de nuevo con el doctor Alvídrez, tal y como él lo indicó, para que le aplicara por tercera ocasión la morfina. Una vez en casa, su hijo comió un poco para después caer rendido sobre la cama ante los efectos del medicamento.Fue un día demasiado tranquilo. Cuando no era temporada de siembra, solo había que dedicarle tiempo al ganado. Y mientras su mejor amigo, Gregorio, se preparaba para ir al Palacio de Gobierno y firmar aquellos papeles en los que se solicitaba apoyo, la mañana de Raúl transcurrió sin eventualidades. Por lo que pensó que esto era bueno. Ya había teni
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