Helena quería gritar, llorar, desmayarse, saltar de alegría, todo a la vez. Se dedicó completamente a los niños y las mujeres, los llevaron a las habitaciones que había preparado en el piso de Atención a la Infancia, y varias de las psicólogas y trabajadoras sociales de la Fundación llegaron a ayudar enseguida.La atención fue completa y eficiente, y para las tres de la madrugada, ya estaban por fin descansando en sus habitaciones, con más tranquilidad y seguridad de la que habían tenido en años.Cuando el último niño se durmió, Helena arrastró a Sergio, que tenía la expresión del hombre que está a punto de quedarse dormido incluso estando de pie, y lo llevó a su oficina. Le sirvió un whisky cargado, sin hielo, para que se despabilara, y lo obligó a contarle absolutamente todo lo que había pasado.Sergio
Leer más