CAPÍTULO 1. PRIMER DÍA DE ACADEMIA
Natalie Owens Anderson era una chica alta, de aproximadamente un metro setenta y dos de estatura, sesenta kilogramos de peso, ojos verdes, cabello castaño, nariz respingona, hija única, de buen carácter pero impulsiva, risueña, con una energía sorprendente. Era un vendaval, donde llegaba nunca pasaba desapercibida, por esa sonrisa que la caracterizaba; tenía unos hermosos, blancos y perfectos dientes, que no perdía ocasión de exhibir y que serían la envidia de cualquier afamado odontólogo. Ese día había amanecido emocionada, sería su primer día en la Academia Naval, en Annapolis, Maryland. Había esperado ese momento desde que era una niña, su papá había sido oficial de la Armada, pertenecía a una Unidad de Fuerzas de Élite del Comando Conjunto de Operaciones Especiales. Había crecido con su ejemplo, su valentía y el amor que le profesaba a la Fuerza, pero lamentablemente había muerto durante una operación donde tuvo un enfrentamiento con una célula terrorista en Yemen. Su madre habí
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