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CAPÍTULO 4. INFIELES

Siete meses y tres semanas después

Pasaron los días, se convirtieron en semanas y estas en meses. Natalie seguía esforzándose día a día por obtener las mejores calificaciones. Había tomado su preparación física, técnica y psicológica seriamente y destacaba dentro de las actividades. Daba lo máximo de sí, porque a través de su comportamiento quería rendir honor a su padre.

“Que desde el lugar donde se encuentre se sienta orgulloso de mí.” Pensaba con alegría.

Con su madre había sostenido conversaciones telefónicas a lo largo de esos últimos casi ocho meses, había hecho amistad con chicos de la segunda clase, entre ellos el chico que destacaba como el virtual comandante de brigada para el próximo año, y él le permitía llamar a su madre.

Ella se emocionaba cada vez que le hablaba, pegaba gritos de alegría, le había contado que estaba saliendo con alguien, pero que no sabía hacia dónde iba la relación.

Era la primera vez que su madre se involucraba con alguien después de la muerte de su padre, y eso le gustaba. Su mamá era una mujer joven y merecía ser feliz, no podía quedarse sola, porque ella prácticamente había tomado su propio camino y no le parecía justo que siguiera llorando la muerte de su padre. A lo mejor nunca lo olvidaría pero se merecía otra oportunidad, tal vez tendría la suerte de volver a amar y ser amada. Esa noticia la tranquilizó, quería que su madre fuera feliz.

Esos meses había estado en un sube y baja de emociones. Aun cuando Clark le había pedido no volverse a ver a solas, habían coincidido en un par de ocasiones y los recuerdos de la última vez llegaron a ella.

Se encontraba practicando judo en el pasillo correspondiente cuando él llegó, se quedaron mirándose sin decir nada y se ignoraron. Cada uno siguió en lo suyo, pero cuando iba saliendo Natalie se tropezó, dio un traspié y cayó al suelo.   Al intentar levantarse no pudo hacerlo porque se había lastimado el tobillo, sintió un pequeño dolor que le recorría, y al levantar la vista Clark la estaba viendo, se había dado cuenta de su accidente y se apresuró  a ayudarla.

—¡Por Dios Owens! ¿Qué te ha pasado?

—Me tropecé y me lastimé el tobillo. —expresó haciendo una gran mueca de dolor, aunque realmente no era tanto, pero no estaba de más aprovechar el momento, pensó la chica.

—Cruza tus brazos en mi cuello para levantarte y ver qué te ha pasado.

Obedientemente ella hizo lo que le indicaba, mientras la levantaba, sus rostros quedaron muy juntos y ella en un impulso no pudo evitar besarlo, él se quedó pasmado por unos segundos, hasta que cayó en la tentación y respondió al beso. Le abrió la boca y sus lenguas jugaron entre ellas, dándose un apasionado beso mientras se abrazaban, hasta que él interrumpió el beso.

La sentó en el tatami, y sentándose a su lado y le dijo:

—Por favor Natalie, no me hagas esto, no quiero hacerte daño. Me encantas, eres una chica muy dulce, optimista con una sonrisa que ilumina lo que te rodea, pero soy casado y amo a mi esposa. ¿Por qué no puedes entenderlo? Además estás poniendo en riesgo nuestras carreras, si alguien nos ve, podría denunciarnos.

—Lo siento, Morgan, pero esto no fue planificado, surgió espontáneamente y tú también participaste del beso con mucha receptividad. Tal vez no ames a tu esposa como crees, porque si así fuera, yo no tendría por qué ser una tentación para ti y no me pedirías alejarme de ti. 

—Claro que estoy seguro de mis sentimientos, realmente la amo, pero también es cierto que nunca ninguna mujer me había tentado a besarla o a serle de cierta manera infiel, como lo haces tú y eso me hace sentir fatal. Tal vez sea porque soy hombre, estoy sólo y las visitas de Adele cada día son más distantes. Por eso te pido que te alejes, porque sí, reconozco que me gustas y eres una tentación, pero no quiero hacerte daño, porque si caemos en ella no puedo ofrecerte nada, sólo tiempo robado y momentos a escondidas, y no te mereces eso, eres una chica muy brillante, inteligente, con muchas virtudes. —aseguró acariciando sus mejillas —Te mereces más que un amor prohibido, no te conformes con menos Natalie, vales mucho para ello. —terminó acariciándole los labios con sus dedos. 

Ambos sentían cómo su piel se erizaba y una leve corriente eléctrica recorría sus cuerpos. Él se sorprendió, pero tomó el control de inmediato diciéndole:

—Adiós Natalie, te enviaré a alguien para que te ayude. 

—Adiós Morgan. —respondió ella tocándose los labios y evocando el beso.

Minutos después llegaron Aarón y Alfred a ayudarla y juntos la llevaron hasta enfermería para que la revisaran. Le hicieron unas placas y sólo era una pequeña torcedura, le colocaron una venda, pero le prohibieron las actividades físicas por quince días, por lo cual durante dos semanas no volvió a verlo...

Hasta días después que la hizo ejercitarse por el tiempo de ausencia, la hizo correr dos kilómetros saltando neumáticos, subir muros impulsándose con cuerdas y una mochila de quince kilos en su espalda. Estaba frustrado y quería descargarlo con ella, pero a Natalie no le importaba. Mientras no fuera indiferente todo estaría bien, se dijo con una sonrisa.

En ese momento estaba agotada de toda la jornada que había tenido durante el día. Era viernes, sus amigos la habían invitado a una fiesta, iban a escaparse, pero ella no tenía muchas ganas de ir. Newton le había rogado que lo acompañara pero ella se había negado poniendo como excusa un ficticio dolor de cabeza y que se acostaría temprano, a Natalie en ese momento lo único que le dolía era el alma.

Hacía una semana se había hecho novia de Newton ¿Por qué? Bueno, en los últimos meses Newton había estado más intenso que nunca, no había dejado de incordiarla, pidiéndole a cada momento que aceptara ser su novia.

Sus acosos fueron continuos, su campaña de conquista fue intensa, le regalaba chocolates, flores, peluches, no perdía oportunidad de abrazarla, besarle su rostro y acariciarla, y esa actitud la elevaba al cuadrado cuando veía a Morgan cerca. Lo hacía para provocarlo y por pura posesión masculina, éste sólo los veía despectivamente.

Eso la molestaba porque no tenía derecho a mirarla en esa forma, Morgan claramente le había dicho que estaba prohibido para ella y así se lo había recalcado, porque no tenía reparos de pasearse con su esposa abrazándola y besándola en sus narices, cuando ella venía a visitarlo.

Incluso la madrugada de hacía una semana, ella no podía dormir, y se le ocurrió caminar por un área bordeada de árboles, que contaba con una hermosa grama. Al caminar recorrió alrededor de las ventanas y cuál no sería su sorpresa cuando observó a la feliz pareja haciendo el amor apasionadamente, con las ventanas abierta permitiendo la entrada de la luz de la luna que los iluminaba.

No pudo evitar verlos, él estaba sobre ella tomándola, ni siquiera ni se dio cuenta de su presencia. Natalie no pudo evitar el sentimiento de tristeza que la embargó, sintió que su corazón se rompía en mil pedazos, pero ni una sola lágrima brotó de sus ojos, porque allí comprendió que ese hombre nunca sería para ella y debía asumirlo, dio la vuelta y deshizo el camino andado.

Se dirigió a la habitación de Newton, tocó la puerta y al abrirle aceptó:

—Sí.

Él la miró confundido y entonces ella aclaró:

—Sí, acepto ser tu novia. —y sin esperar su reacción dio la vuelta y se retiró a su habitación.

Desde ese día era oficialmente la novia de Newton, quien no se limitaba al demostrarle su afecto, mientras a ella le fastidiaba su exceso de atención. ¡Y todo por un impulso como consecuencia de haber visto a Morgan con Adele! Sabía que lo había hecho para demostrarle que amaba a su esposa y para que ella se alejara, pero eso no evitaba que le doliera.

Desde ese día sólo se limitaba a participar en sus clases, haciendo las actividades que le asignaban sin emitir opinión alguna. No le dirigía la palabra aunque se había percatado de que Morgan la observaba cuando pensaba que ella no lo estaba viendo; pero eso ya no le importaba, no valía la pena.

Por ahora sus pensamientos estaban ocupados, en lo que haría para terminar esa relación que había empezado con Newton en un momento de impulsividad.

Siguió con lo que estaba haciendo, se acostó mientras leía la saga de libros Canción de Hielo y Fuego, de George R.R. Martín, del que hasta ahora sólo habían cinco tomos publicados: Juego de Tronos, Choque de Reyes, Tormenta de Espadas, Festín de Cuervos y Danza de Dragones y de los cuales faltaban dos tomos por publicar Vientos de Invierno y Sueños de Primavera.

Aunque los tomos eran gruesos los devoraba con rapidez, era una ávida lectora y cuando las historias le parecían interesantes, se concentraba de tal manera que se abstraía olvidándose del mundo exterior. Sólo eran ella, los personajes de los libros y su increíble imaginación.

Eran aproximadamente las dos de la mañana cuando terminó el tercer tomo, se levantó, se colocó una chaqueta y se fue a caminar por la Academia. Siempre tenía como rutina levantarse a horas de la madrugada y caminar, y ya no le decían nada porque quienes estaban de guardia ya conocían esa costumbre suya. 

Aceleró sus pasos y se dirigió al pasillo de MacDonough, al entrar al espacio de uno de los cuadriláteros de tamaño natural, su sorpresa fue tal que tuvo que sostenerse de algo para no caer desplomada en el piso.

Allí frente a ella, en el suelo, sin ninguna pizca de decencia, estaba la amada esposa de Morgan, la Capitana Adele Miller con Newton su flamante novio. Él encima de ella, teniendo sexo salvaje... Le causó náuseas la escena y en vez de retirarse en silencio, no pudo contenerse y los enfrentó.

—¡Habrase visto semejante descaro! Eres el perro más perro Newton. ¿Por qué insististe en que fuera tu novia? ¿Para andar retozando con cualquier mujerzuela que se cruce en tú camino? —dijo enfurecida —¡Y usted, capitana, es la propia golfa, no tiene reparo en que se la coja cualquiera! Con tal de que tenga una verga, usted encantada le abre las piernas. Pobre capitán Clark, no va a poder salir a la calle con la magnificencia de cuernos que usted le pone, él es un idiota embobado por una casquivana como usted, que poco vale la pena, creyéndola una gran señora. Cuando se dé cuenta su caída va a ser estrepitosa.

Apenas empezó hablar, ambos se separaron sorprendidos, y al concluir sus palabras la mujer, mucho más alta que ella, se le acercó, la tomó por el cabello y se lo haló con toda su fuerza, de tal manera que sentía como si su cuero cabelludo estuviese desprendiéndose. Las lágrimas pugnaban por salir del dolor tan grande que le estaba provocando.

—Te daré unos cuantos consejos gratis, muchachita. Primero, no es tu problema lo que haga o deje de hacer, yo soy una mujer en toda la extensión de la palabra, y si me gusta un hombre no me cohíbo de tenerlo, me lo echo y punto. Me excita la variedad, porque en la variedad está el gusto. Segundo, no tengo la culpa de que no satisfagas a tu novio y busque en otra parte lo que no le das. Y tercero, si el Capitán Clark tiene cuernos muy grandes no es tu problema, yo me encargo de satisfacerlo a él y por eso lo tengo contento,  ten la plena seguridad, si él llega a enterarse de este suceso, te voy a hacer la vida miserable, te vas a despedir de esta academia porque me encargaré de eso. —tiró más fuerte de su cabello, sin dejar de hablar —Así que procura mantener tu boca cerrada, porque de esa manera te ves más bonita. ¿Me has entendido? ¿O es necesario repetir algo que no hayas escuchado?

Natalie no pronunciaba palabra y la mujer se encarnizó más, y mientras con una mano le enrollaba el cabello para presionarla con más fuerza, con la otra mano le tomó las dos mejillas y se las apretó con fuerza diciéndole:

—¿Te pregunté si me escuchaste? —ella quería defenderse pero la tenía neutralizada.

Mientras tanto, Newton le decía asustado a la Capitana:

—No le hagas daño por favor ¡Suéltala! Ella no dirá nada. 

—No le haré daño, sólo quiero que me responda. —expuso apretando la mandíbula. 

—No me importa lo que hagas, maldita zorra. Allá tú con tu putería. —escupió con furia Natalie.

—Eres muy osada, vuelve a llamarme zorra y te reviento la boca infeliz. —con fuerza la lanzó al suelo, lastimándola para luego salir del recinto. 

Newton se le acercó para ayudarla a levantarse y ella enfurecida y con lágrimas en los ojos lo apartó.

—¡No me toques! No vuelvas a tocarme en tu maldita vida y ni siquiera me dirijas la palabra. He terminado contigo. 

—Por favor Natalie, no hagas eso, déjame explicarte, no es lo que tú piensas. 

—Newton yo no estoy pensando, sólo estoy confirmando un hecho a través de mi propia observación. ¡Así que me dejas en paz! ¡Al diablo contigo! Ni siquiera vale la pena perder mi tiempo. —y sin más salió del lugar rumbo a su habitación.

Al llegar a su aposento se tiró en la cama y dejó fluir sus lágrimas. Lloraba por el dolor de su cabeza, lloraba por el golpe que se hizo cuando la arrojaron al suelo, lloraba por la humillación, lloraba porque no pudo defenderse, lloraba porque odiaba a esa mujer con toda su alma, lloraba porque estaba enamorada de Morgan, lloraba porque él no quería nada con ella, porque le era fiel a su esposa, lloraba porque Adele le era infiel a Morgan, lloraba porque Newton la engañó y le fue infiel y aunque no lo amaba se sentía herida en su orgullo de mujer.

Lloró hasta que sus lágrimas se agotaron y el sueño la venció.

Se levantó a las cinco de la mañana aún con sueño, entró al baño, sin mirarse en el espejo, porque no quería observar ningún rastro de lo sucedido en su rostro. Se sentó en el inodoro, bajó el agua, se lavó las manos, tomó el cepillo y le colocó crema dental. Abrió el grifo del agua fría y se duchó mientras se cepillaba, al terminar puso el cepillo a un lado. Mientras se enjabonaba, alzó el rostro para que el agua le cayera directamente, luego de un par de minutos cerró la ducha, tomó la toalla, se secó y salió a la habitación.

Luego buscó la ropa interior y el uniforme deportivo, se vistió, se peinó sin mirarse al espejo y se dirigió al pasillo de atletismo. Fue la primera en llegar, ya estaba el capitán Clark. Él se quedó mirándola, se le acercó, le tomó el rostro y murmuró serio:

—Dime que te pasó, Natalie.

—No me ha pasado nada. —respondió ella mirándole intensamente. 

—No me mientas, tienes los ojos hinchados como si hubieses pasado muchas horas llorando. Tienes rojo el nacimiento de tu cabello. —le señaló acariciándole el nacimiento de su cabello en la frente —Y puedo ver un leve morado en tu mentón. Dime quién te hizo esto.

—No es nada, fue el resultado de una pelea, nada más, capitán. —respondió la chica apartándose con irritación.

—¿Con quién peleaste? —preguntó Morgan con curiosidad —¿Sabes que pueden expulsarte por eso?

—Con todo respeto señor, eso no le incumbe. —manifestó hastiada.

—Vas a decirme con quién peleaste o levantaré un informe sobre tu estado. —insistió el capitán. 

—¿Por qué harías eso? —lo cuestionó Natalie.

—Porque me preocupo por ti y si estás recibiendo maltrato quiero saberlo. —habló con un atisbo de ternura en su gesto y en su voz. 

—El único maltrato que he recibido estos días ha sido psicológico y lo he recibido de ti. Te vi exhibiéndote, haciendo el amor con tu mujer, es que estaban tan deseosos que no pudieron cerrar las ventanas de  su habitación para hacer sus cochinadas. —expresó la joven enfadada.

—Eso es para que te quede claro que no tengo interés en nadie más que no sea mi esposa. Te lo he repetido en diversas ocasiones y no has querido entenderme. —pronunció Morgan con firmeza.

—Sí verdad, porque crees que tienes un dechado de virtudes por mujer, me inspiras lástima por cabrón. —espetó molesta, sin medir sus palabras. 

—¡¿Qué me acabas de decir?! —interrogó furioso. 

—No es nada, son cosas mías. Yo me entiendo. Olvídelo, sólo pensé en voz alta. —aclaró con preocupación.

—Ahora mismo me vas a explicar por qué me llamaste cabrón. —le ordenó, porque la había escuchado perfectamente.

—Porque lo eres. ¡Eres un cachudo! Abre los ojos para que veas el tipo de mujer con quien estás casado. Eres el hazmerreír de toda la academia, desde los docentes hasta tus alumnos se burlan de ti, porque ella te engaña con cualquiera que tenga un falo.

Natalie se puso nerviosa, se había vuelto loca, como se le había ocurrido decirle esas cosas; la capitana la había amenazado directamente y si él le decía que había sido ella estaría en problemas. 

—¡Vaya! Nunca pensé que cayeras tan bajo. Es tú obsesión conmigo la que te hace levantar esos falsos testimonios contra mi esposa, pero quiero dejarte claro: no voy acostarme contigo, ni tendré ningún tipo de relación,y te agradezco que te abstengas de proferir falsedades sobre ella, eso no lo permitiré. ¿Estamos claros? 

—Sigue diciendo eso, tal vez algún día te lo crea. Tranquilo no me prestes atención, a lo mejor son mis celos que me hacen hablar en contra de tan distinguida dama. —manifestó con sarcasmo — ¿Sabes qué? Olvídalo, soy una envidiosa que inventa eso porque quiero que te fijes en mí. —le dijo volteándose y alejándose al otro extremo de donde él estaba.

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