Demasiado Tarde para Decir Adiós
Nací y mi madre perdió la vida a causa de dar a luz a la mia.
Por lo que dijeron que yo le habia provocado su muerte.
Mi hermano solía quemarme con la colilla de sus muchos cigarros que fumaba a diario, y mi padre decía que sufrir en esta vida era mi cruel destino.
—Tu soa existencia es una maldición para todos nosotos. Si tuvieras un poco de conciencia, ya habrías muerto hace rato para disculparte con tu madre.
Mi hermano fue diagnosticado con insuficiencia renal terminal.
De repente, mi padre, que siempre había sido frío y distante, se arrodilló ante mí.
—Te lo ruego, sálvalo.
Coloqué mi mano sobre el hombro de mi padre.
—Papá, acepto la cirugía, pero ¿me puedes cumplir un deseo?
Esa cirugía fue realizada por mi padre en persona, y fue todo un éxito.
Salvó a su hijo más querido y también de paso acabó con la vida de su hija más odiada.
Sin embargo, tras mi muerte, mi padre se entregó a la policía, y mi hermano perdió la cordura.
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