IV. MÍ META

Ese mismo lunes, unas horas después…

Scott.

No tengo idea de cómo logré llegar hasta la cocina, pero sé que aquí es donde está, ese olor a coco y almendras es inconfundible. Están todos centrados en sus conversaciones y todavía no se dan cuenta de mi presencia y pensándolo bien, ni siquiera sé que es lo que voy a decir, por lo que me giro para contar los pasos de regreso a mi cama, cuando una mano en mi hombro detiene mi marcha.

—¿Quería algo, joven Scott? —se hace un silencio sepulcral ante las palabras de John, como siempre tan formal.

—Eh… nada, yo… nada John, y por favor no sé hasta cuando tengo que decirte que me llames solo Scott. Nada de joven, ni señor, solo Scott. La verdad quería ir al jardín por un rato. —el silencio es atronador, ante la evidente mentira que acabo de decir.

¡Que se jodan todos!

Si mal no recuerdo al pasar la cocina esta la puerta de vidrio que separa el patio de la casa, con la ayuda de las muletas voy despacio intentando no golpear a nadie, ni caer de culo a mi paso. Sé que ella debe estar mirando, estoy seguro y no puedo hacer el ridículo ahora mismo.

—Si quiere, lo ayudo a llegar a…

—Tranquilo John, deja así —no permito que continúe, odio la compasión y la condescendencia que se escucha en su voz—, puedo hacerlo solo.

Cruzo la puerta sin ningún altercado y como no quiero caer en la piscina, me quedo en el piso exterior donde los butacones están ubicados a la derecha. Me siento de forma pesada por el maratónico esfuerzo, después de casi quince días de solo moverme del baño a la cama, se siente como la m****a.

A mi izquierda una de la sillas hace crujido casi imperceptible, por lo que deduzco no es muy pesada, al menos es algo para matar mi curiosidad de saber cómo es.

Nos quedamos largo rato en silencio, mi cerebro tratando muy fuerte de encontrar las palabras para poder reparar el estúpido error que cometí antes.

—Yo… eh… mmm… quería disculparme contigo, no debí… no creo que pudiera ser más idiota de lo fui —no tengo idea si mi discurso está funcionando, aunque espero que sí, no quiero que se vaya—, en circunstancias normales no soy tan imbécil, esto ha sido… toda esta m****a me ha sobrepasado.

—Te entiendo y acepto tus disculpas, mas, me quedaré solo porque sé que me necesitas, aunque no me quieras aquí. —su tono es serio y sincero.

Y ese es el jodido problema, que, si la quiero aquí, sofocándome con ese exquisito olor tropical que me calienta y me enciende.

¡Demonios!

A tientas busco un cojín, para poder disimular el bulto creciente dentro de mis pantalones, no quiero que se asuste y salga corriendo. Mi cuerpo no quiere controlarse a su alrededor, y que el cielo me ayude, porque si la necesito, pero en mi cama, gimiendo mi nombre. Tragando el nudo que se forma en mi garganta logro decirle un escueto—: Gracias —porque si le digo la verdad, me quedaría solo su olor de recuerdo.

Pasa un rato sin que ninguno diga nada, sumidos en nuestros pensamientos, yo más que todo, intentando sacar de mi cabeza las escenas para adultos que su voz evoca en mí. Pagaría hasta lo que no tengo por saber qué piensa ella y por qué carajos no puedo apartarla de mí. Es algo que solo me pasa con mi carrera, la necesidad de información, datos específicos, los conteos, la cantidad de vueltas por carrera, necesito saberlo todo. Al igual que con esta mujer necesito saber, ¿quién es? ¿De dónde viene? Y más inmediato ¿cómo hago para llegar a mi cama sin que note la erección de caballo que oculto bajo el cojín?

Se aclara de manera delicada la garganta antes de soltar:

—Vi en… en… la hoja de citas que mañana será tu primera sesión con las inyecciones y me gustaría saber, ¿cuáles son tus expectativas con eso?

—¿A caso eres psicóloga en verdad? —mi aprehensión, no debió pasar desapercibida. No me gustan los psicólogos.

—Conseguí mi título hace dos años,  no ejerzo como tal, trabajo en una fundación sin fines de lucro, que ayuda a persona invidentes de todas las edades a desenvolverse dentro del mundo que los rodea. Nuestra misión es lograr que más y más personas discapacitadas puedan ser útiles y funcionales dentro de nuestra sociedad.

Wow, que altruista. Te compro el eslogan, no obstante, y por favor, no utilices tus trucos de psico-locos en mí, sin ofender. —una risa suave y sexy como el infierno sale de su boca.

¡Lindo! Más material para mi descontrolada obsesión.

—Veo que no te agradan mucho y descuida, tú tranquilo, haré todo lo posible por no mostrarte mis trucos —¿eso es un coqueteo?—, aun así, me gustaría mucho que dejara de evadir mi pregunta con tu… agradable sentido del humor. —en verdad espero que sea un coqueteo, tendría por fin un lado bueno esto de estar ciego.

—No estoy tratando de evadir nada, solo quería saber algo de ti antes de responder una pregunta tan personal. —mi respuesta sale un poco brusca, y ya nada puedo hacer.

—Tienes razón, sin embargo, recuerda que en tu habitación te conté algo íntimo y personal para mí, creí que después de tus sinceras disculpas, podríamos comenzar a ser amigos y no le vi nada de malo en preguntar tus expectativas con respecto al tratamiento a seguir. —se fue todo el coqueteo anterior en su voz.

—¿No dejo de meter la pata verdad? Sí, es cierto, no tiene nada de malo preguntar. Es solo que… odio esta maldita situación, es tan frustrante y… y solo pienso en, ¿por qué a mí? Este era mi año, lo podía sentir en esas primeras vueltas sobre el asfalto y luego… nada.

—Todo es entendible a la perfección. Todavía eres joven, tendrás tu oportunidad y según el diagnóstico que leí, es bastante favorecedor, casi milagroso diría yo. Esto solo es un pequeño impase, por eso quería saber, ¿cómo te encuentras y tus expectativas con los tratamientos?

—No tengo expectativa alguna, lo único que quiero, es que esta m****a termine pronto y poder continuar con mi vida.

Un silencio cómodo nos recorre después de mis palabras. Decido irme al cuarto ahora que mi amigo del piso de abajo, entendió que no habrá acción, por ahora. Doy gracias al cielo, por ser bueno con las matemáticas y poder calcular de forma mental las distancias de las cosas que están en la casa y que las mujeres del servicio no suelen mover los muebles cada dos por tres. Esta vez John, no se ofrece y siento a Summer, pisándome los talones.

Subo las escaleras despacio hasta llegar a la puerta de mi habitación y su olor todavía me persigue.

—Listo, si quieres puedes irte, estoy bien aquí y no me partí la cabeza en el camino. 

—Veo que te desenvuelves bastante bien dentro de la casa, a pesar de los pocos días que tienes siendo no vidente.

—Soy bueno con los cálculos y mi memoria es excelente.

—Imagino que eso te permite ser un muy buen piloto.

—El mejor de todos y si no fuera por esta m****a de accidente podría haber conseguido mi primer campeonato. —escucho sus tacones acercándose a la ventana.

—Por lo menos, tenemos el autoestima alto, ¿eh?

—No es cuestión de autoestima, es simple realidad. Soy el mejor en todo lo que hago.

—Me agrada escuchar eso, porque serás el mejor recuperándote, ¿no? —retruca, con un tono de triunfo, que me saca una sonrisa.

Escucho sus pasas en dirección a la puerta. Y no quiero que se vaya aún.

—¿Estás… usando tus psico-trucos en mí? —Acuso a la pequeña tramposa y ella solo se ríe —. Pensé que íbamos a intentar ser amigos. —digo acongojado, poniendo mis cualidades histriónicas en acción y su risa se corta de manera abrupta.

—¡Oh, lo siento! Yo no… yo de verdad quiero ser tu amiga, disculpa si te ofendí, no quise… la verdad es que, no estoy usando ningún truco, ni nada es solo que… —corto su disculpa con un salto doloroso y rápido desde mi cama hasta su posición, la angustia que escucho por creer que me ha ofendido ha disparado mis ansias de tocarla y consolarla.

Ella inmóvil no espera mi reacción y yo aprovecho la oportunidad para poder ponerle alguna imagen a ese olor y esa voz que me tienen loco.

Comienzo recorriendo sus manos con las mías, dedos delgados y finos con uñas cortas y cuidadas, continuo con sus brazos, son suaves y delgados muy bien tonificados. Subo hasta sus hombros delicados, firmes y femeninos. No es más alta que yo, calculo unos cinco u ocho centímetros menos, y  midiendo yo, un metro noventa, tampoco es bajita. Lleva una blusa de tiros finos o un vestido, no lo sé, mis manos pican por seguir el sendero hacia sus caderas, mas, no puedo hacerlo, porque si lo hago me perderé y jamás la dejare salir de aquí.

La piel erizada de su cuello delata lo que mis manos le provocan y si bajo a sus caderas será mi perdición. Su mandíbula es un poco cuadrada con una pequeña hendidura en su barbilla casi imperceptible, imagino que si no es porque la estoy tocando no se notaría, pómulos altos y definidos, el arco de sus cejas está delineado a la perfección. Summer, se encuentra respirando con cierta dificultad para este entonces, cierra sus ojos y me deja seguir con el reconocimiento.

Sus pestañas son largas y abundantes, su tabique es recto y perfilado, las aletas de su nariz un poco ancha, mas, no tanto y no desentona con las facciones de su rostro. Sus labios gruesos y delineados, tienen un gloss, de esos que usan las mujeres que los hacen ver como una fruta jugosa y madura y sin mediar palabras, me lanzo a probar con la esperanza de que sepan a coco.

Deliciosos, carnosos y sí, con sabor a coco. Mi nuevo sabor preferido. La tengo acorralada contra la ventana, tomando su cintura con una mano y la nuca con la otra haciéndole imposible zafarse de mi agarre, abre sus labios por aire, cosa que aprovecho para invadir su boca con mi lengua que no se sacia con el casto beso que era en un principio. Saqueo, devoro y consumo su alma en éste beso. Y es que, no solo por lo duro que corro en la pista me llaman el diablo. Todas las mujeres con la que he estado lo confirman, me quedo con un pedazo de sus almas, imposible de borrarme.

De repente, Summer deja de ser colaboradora en el intercambio, pone sus manos en mi pecho y me aparta de forma brusca, tomándome por sorpresa, lo que hace que pierda el equilibrio y que mi culo bese el suelo.

—¡Oh por Dios! Lo siento… yo… no quería… bueno si quería, pero no que te cayeras. No era mi intención tirarte al suelo, lo siento mucho, tú te lo buscaste. Déjame ayudarte. —todo le sale como un chillido de su boca, sin respirar, se arrodilla para intentar levantarme y yo solo me muero de la risa con lo surrealista que es la escena. Aparto sus manos y me levanto solo, para ir de nuevo hasta mi cama.

—Tranquila, no me he roto nada, y que conste, yo si quería besarte y no me arrepiento de nada. —la escucho aspirar fuerte llenando de aire sus pulmones.

—No, sé que no puedo esperar una disculpa de tu parte por lo ocurrido, pero quiero que te quede bien claro que esta será la primera y la última vez que haces algo así sin mi permiso. No tienes ningún derecho de besarme sin mi autorización, soy tu empleada, sin embargo no consentiré que te tomes atribuciones para con mi persona. —está furiosa y excitada, lo sé.

¡Demonios! como me gustaría poder ver el fuego salir de sus ojos.

—De acuerdo, en mi defensa esa no fue mi intención al tocarte, solo quería saber cómo eras. No te conozco y me siento en desventaja, tú puedes verme y yo a ti no —subo mis hombros y pongo mi cara de niño bueno para que no tome sus cosas y se largue—, mas, insisto, no pediré disculpas por eso.

—Yo… solo no… no vuelvas a hacerlo. No sin mi permiso.

Mmm… así que, sin su permiso, pues tendré que ganar esta carrera de voluntades y nada me atrae más que competir por el premio mayor. Su boca en mi boca, su cuerpo debajo del mío en mi cama, quedándose ronca por los gritos que lograré arrancarle a punta de orgasmos alucinantes. Sí, esa será mí meta.

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