XXXIV. LA PROPUESTA

Ese mismo día, instantes después…

Scott.

Estoy shoqueado, esto es… increíble. La imagen que Naobi pone en mis manos no es más que una foto de algo acuoso en tonos monocromático de grises y negros. No sé lo que estoy viendo en realidad, pero tengo la completa seguridad de que es mi hijo el que está ahí. Un hijo, mi hijo con Naobi.

¡Demonios!

Voy a ser padre, la fotografía se pone borrosa, y no es hasta que escucho un sollozo y noto que son mis lágrimas las que no me permiten ver, que soy yo quien llora. Una sonrisa parte mi cara en dos de pura felicidad. ¡Es un milagro! un magnifico milagro. Después de no sé cuánto tiempo volteo para ver a la madre de mi hijo, que está sumida en sus pensamientos con sus ojos cerrados con fuerza.

—¿Es… está bien? ¿Est&

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