XI. SUEÑOS

Instantes más tarde…

Scott.

Estoy solo en la sala y con el teléfono en la mano, necesito calmarme, si aprieto un poco más el aparato, soy capaz de pulverizarlo a causa de la rabia que me recorre.

—¿Qué carajos quieres? —respondo entre dientes, ya que si subo mas el todo de voz puedo ser capaz de romper el vidrio de la puerta que da al exterior.

—¡Hola, osito cariñosito! Ya veo que estas del mejor humor del mundo.

—¡No me jodas Tamara! ¿Dime de una puta vez, que quieres? —no me gusta tratar así a las mujeres, pero ella sabe cómo tocarme los cojones y hacerme volar los tapones.

—¡Cariño! veo que tu nueva amiguita, no está sirviendo de mucho para relajaste.

—Tamara

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