VII. CONTINUAMOS

Cansada y relajada apoya su cabeza en mi hombro, mientras la sostengo para que no se caiga de espaldas.

—E-Eso fue… ¡Dios! —la escucho inhalar aire para poder recuperarse y me siento el puto rey, capaz de darme golpes en el pecho como un gorila, al escuchar la satisfacción y el deseo en su voz.

—No cariño, Dios no, el diablo —el tintineo de su risa invade mis oídos, se remueve en mis piernas y siseo ante la sensación—, despacio nena, estoy a punto de descargar y no queremos hacer un desastre. —lento, se levanta y siento sus manos en mis rodillas, presiona un poco hacia abajo, abre muy despacio haciéndose un hueco entre ella para posicionarse en medio.

¡Demonios!

Sus manos suben demasiado lento, casi tortuoso hasta mi pene, lo que me hace sisear de nuevo antes de detenerla.

—No tienes por qué hacer esto. —«que alguien me dispare…

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