Me quedé mirando al suelo, presionando mis brazos contra mi pecho al sentir que Gerard me descubría, haciéndome vulnerable y avergonzada, aunque no quería ni deseaba tener relaciones con mi esposo por lo sucedido en su oficina con Melisa.—Lo... lo siento Gerard—, dije con voz débil sin atreverme a mirar a mi marido.—Entonces no me vuelvas a tomar por idiota, por favor—, exigió mi marido.Asentí, sin atreverme a hablar con mi marido.——Por suerte Amanda, hay muchas cosas que podemos hacer sin miedo a que quedes embarazada— me dijo como si se riera de mí ya que pude ver una sonrisa maliciosa en sus labios.Me dejé caer contra la cama, mientras Gerard y yo nos mirábamos a los ojos.—Vamos, Amanda, cariño, es una broma—, me dijo Gerard, caminando hacia donde yo estaba, acunando mi cuerpo en sus brazos.—No es gracioso, Gerard—, le dije.—Está bien cariño, lo siento— me dijo, poniendo sus dedos en mi barbilla, levantando mi rostro para que pudiera mirarlo.—¿Entonces tendrás paciencia?—,
Gerard continuó masajeando mis nalgas y mi pequeño agujero, primero insertando un dedo, haciéndome sentir algo de dolor, luego insertó un segundo dedo mientras pellizcaba y estiraba mi pezón dolorido, sosteniendo mi brazo, poniendo mi mano en mi sexo.——Vamos, hazlo—— me susurró al oídoCuando comencé a acariciar mi sexo sentí como poco a poco y poco a poco mi esposo iba introduciendo su miembro, luego lo sacaba, lo volvía a introducir hasta que al final grité sintiendo todo su largo dentro de mí, mi esposo moviéndose. cada vez más duro. , sosteniendo mis caderas con sus manos para ayudarlo a empujar, mientras él entraba y venía dentro de mí, empujando cada vez más fuerte, apoyando mi espalda en su pecho, besando y lamiendo mi cuello, mientras sus dedos jugaban con mis pezones, cubriendo mi boca con su boca, cuando ambos llegamos al clímax, inmediatamente recostándonos en la cama, exhaustos y sin aliento, acunando mi cuerpo, a mi esposo en sus brazos sin siquiera dejarme.—Mira, es un
Después de esa noche en la que mi esposo se emborrachó y vomitó en nuestro baño, golpeándose la cabeza y haciéndose una herida profunda que tardó en dejar de sangrar, nuestras vidas cambiaron mucho, Gerard estaba más tiempo en casa, salíamos a cenar. solo nosotros dos, dando largos paseos por Nueva York después, abrazándonos, nos amábamos en la cama, con ganas y pasión, hasta que mi vida cambió ya que me caí en la cama con un fuerte resfriado y ya no pude amamantar a mi hijo. , ya que entre la fiebre alta que tenia y toda la medicación que me recetó nuestro médico, tuve que pasar de amamantar a mi hijo a darle biberones, lo cual cuando me recuperé me dejé un poco más de tiempo libre, ya que comencé a trabajar. en la firma, pero siempre con horarios donde compaginaba mi trabajo con el de mi marido y mis hijos. El día que mi pequeña cumplió cuatro años, Gerard y yo nos tomamos unos días libres para preparar la fiesta de cumpleaños de nuestra pequeña Celina. Junto a Amelia preparamos to
La noche casi pasó volando, comimos, hablamos y conocimos a más gente, al menos a mí, que rara vez había ido a un evento con Gerard. Cuando estábamos con otras personas, levanté la vista buscando a mi esposo, ambos cruzamos la mirada, le lancé un beso viendo como me sonreía con su hermosa sonrisa, poco después mi esposo se acercó donde yo estaba rodeando mi cintura. con sus brazos y me besaba en mi hombro desnudo o en mi mejilla. Aunque de vez en cuando notaba como esa mujer, Ava, tocaba el brazo de Elmer, y el hombre ladeaba la cabeza para escuchar lo que había afuera que ella le murmuraba al oído, con una expresión indulgente en su rostro. Elmer se acercó a nosotros junto con su esposa poco después, para decirnos que nos esperaban al día siguiente para almorzar, aunque Gerard ya le había dicho que lo estaba esperando en su empresa, pensé que era agradecimiento que estuvieran tratando de muéstranos, pero no pude detener a mi bebé solo por mucho tiempo ya que su alimento era yo. —¿E
Cuando me encontré atrapada por mi esposo, me quedé mirando sus hermosos ojos verdes, temiendo lo que pasaría después, Gerard agarró mis manos, poniendo mis brazos detrás de mi cuerpo, sosteniendo mis brazos con una sola mano, metió la otra porque del corte de mi vestido, arrancándolos, acariciando mi sexo con sus dedos, haciéndome gemir—Eres mía, ¿entiendes? Sólo mía y nada más que yo puedo tocar tu cuerpo – me dijo – Ssofía, dime ¿de quién eres? —Vamos, dilo, ¿a quién perteneces?—, me decía mientras Continuó acariciando mi sexo.—Gerard, soy tuyo, eso ya lo sabes, pero déjame ir—, le rogué.Gerard no hizo caso a mi súplica, puso sus manos en mis nalgas levantándome unos centímetros del suelo, notando la cabeza de su miembro en la entrada de mi sexo, cuando bajó la cremallera de su pantalón. Para ser honesto, no lo sé. Con un ataque certero, entró en mi ser, moviéndose desesperadamente. Me arrancó la cinta de mi vestido que cruzaba mi pecho, dejándome con mis pechos desnudos y a mer
Despertar en París y con el hombre que amaba, fue una de las experiencias más majestuosas que me regaló la vida, ya que después del cumpleaños de mi hija Celina, mis padres se quedaron unos días en nuestra casa con los niños, para que mi esposo pudiera darme esta magnífica sorpresa. Desperté en la suite nupcial de aquel hotel, acariciando mi rostro con los rayos de sol que entraban por esa pequeña terraza de la habitación y, entre los brazos de mi marido. Quería levantarme de la cama, cuando los brazos de Gerard rodearon mi cuerpo, sintiendo su cálido aliento en mi cuello.—Buenos días, señora Hills—, dijo, viendo una hermosa sonrisa en sus lindos labios, haciéndome reír como un tonto. —Buenos días, señor Hills—, respondí, acercando mis labios a sus labios perfectos. ——¿Quieres que salgamos a caminar o prefieres quedarte en la habitación todo el día? ———Preguntó, poniendo su cuerpo encima del mío, estando ambos desnudos. —No, quiero conocer la ciudad del amor—, dije sonriendo. —Tu
Después de lo que sabía, no podía perder tiempo, así que me dirigí a donde estaban los ascensores, me subí a uno de ellos para bajar al parking donde tenía el vehículo, salí y luego me subí a mi vehículo, lo puse en marcha muy nerviosa y salí del edificio hasta el townhouse donde vivían mis padres. Llegué y estacioné el auto en la calle, toqué el timbre, abriendo la puerta, Emilia la criada.—Buenos días Amanda—, me dijo.—¿Emilia está mi madre en casa?—, le pregunté cuando entramos a la casa.—Sí cariño, está en la piscina, ¿puedo traerte algo fresco para beber?—Sí, por favor, hoy hace mucho calor—, respondí.Fui directamente a la piscina viendo a mi madre, tumbada en una de las tumbonas tomando el sol.—Buenos días mamá—, saludé.—Amanda cariño, hoy terminaste de trabajar temprano, me alegra que podamos comer juntas—, respondió.—La verdad es que vine por otra razón mami— dije seriamente, mientras mi madre se sentaba haciéndome sentar a su lado.—¿Qué pasa Amanda? Renato y tú se ha
Después de unos segundos en silencio...—Esas son las condiciones, señorita Hershey, ¿lo toma o esta tarde verá su foto en las revistas rosas, qué decide?—, preguntó acercándose tanto a mí, dejando nuestras bocas a milímetros de distancia.—Salga de mi oficina ahora mismo, Sr. Hills, nadie me amenaza—, le susurré.—Tiene tiempo hasta que la imprenta empiece a funcionar, una hora, señorita Hershey, una hora y también le dejo aquí los documentos para que pueda leerlos tranquilamente—, me susurró también, saliendo después de mi oficina.Me senté en la silla de mi oficina viendo entrar a mi secretaria.—Amanda, ¿estás bien?—No Carolina, no me siento muy bien—, respondí.—Me avisas, si puedo ayudarte en algo—Lo sé, gracias, puedes irte.Estaba mirando el reloj de mi oficina cada cinco minutos, aunque agradecí que no me llamara ni volviera a mi oficina, al ver que no me concentraba en nada de lo que estaba haciendo y el tiempo se acababa. Decidí llamarlo yo misma y reunirme con Gerard en