Por fin llegué. Luego de varias horas de viaje, siento mi espalda adolorida. ¿Saben por qué? Pues porque mi padre, en forma de castigo, me envió en un vuelo de clase turista. Pero está bien, que se joda.
Tomo mis maletas y salgo a la sala donde varias personas sostienen letreros mientras esperan a alguien. Me pongo a buscar si alguno tiene mi nombre. Hasta que lo veo… pero me quedo pasmada al ver al hombre que lo sostiene. Es un viejo. Un señor alemán. Es un pinche viejo... Mataré a mi padre. Me acerco a él.
—Hola —me sonríe.
—¿Tú eres la señorita Connor?
—Sí. ¿Y usted es el señor Stone?
—Oh, no. El señor Stone no pudo venir. Tenía asuntos que atender. Igual que mi padre.
—Está bien. ¿Cuál es su nombre?
—Me llamo Emiliano, a sus órdenes, señorita Connor.
—Dime Abril —le dedico una sonrisa sincera. Emiliano toma mis maletas y camina hacia una camioneta bastante lujosa.
—¿Estás cansada?
—Sí, fue un viaje largo.
—Si quieres, duerme. Cuando lleguemos, te despierto.
—Buena idea, Emiliano.
Me acuesto en el asiento de atrás hasta que mi cuerpo cae en un profundo sueño. Escucho unas voces de fondo, pero estoy tan cansada que no quiero despertar.
—Está dormida, señor.
—Despiértala —dice una voz gruesa pero sensual.
—Señor, el viaje fue largo. Debería dejarla descansar.
—¿La vas a llevar tú a su cuarto?
—Yo no soy el fuerte, señor. —Escucho unas risas, pero sigo dormida hasta que alguien me sacude con fuerza.
—¡Despierta, niña!
Al abrir los ojos, me quedo sorprendida. Creo que acabo de ver a un dios griego, pero me acaba de despertar de mala manera y eso me da mal genio.
—¿Quién te crees para levantarme así? —respondo con altanería.
—El dueño de la casa y ahora responsable tuyo. —Mierda. Él es el señor Stone.
—Así que usted será mi niñera por dos meses. —Cuando digo eso, él se pone tenso.
—Ya bájate. —Hago lo que me pide y, por unos instantes, noto que escanea mi cuerpo.
—Te mostraré tu habitación.
Al entrar a la casa, me doy cuenta de que es mucho más moderna que la mía, pero igual de grande.
—Es muy linda su casa, señor Stone. —Le dedico una sonrisa, pero este ni me mira. Qué grosero.
Subimos las escaleras y, cuando abre la puerta, juro que casi vomito por la decoración.
—¿Le gusta su habitación? —No. Es horrible.
—No se ofenda, señor Stone, pero esta habitación no es para nada de mi gusto. Con solo ver su decoración, me dan ganas de vomitar.
Veo una pequeña sonrisa en su rostro, pero rápidamente vuelve a ponerse serio.
—Eso supuse apenas te vi. Pensé que, como eras joven y mujer, te iba a gustar la decoración. Pero si gustas, la puedes cambiar.
—¿En serio lo puedo hacer?
—Sí, será tu habitación durante dos meses. Es mejor que estés a gusto.
—Gracias, señor Stone.
—Dime Bastian.
—Entonces, tú dime Abril.
—Te dejo para que descanses. Debes estar cansada. Mañana te explicaré las reglas de la casa. —¿Reglas de la casa?
—Está bien. Hasta mañana, Bastian.
Él se va, así que aprovecho para llamar a Leo.
—Pequeña, ¿cómo estás?
—Pues bien, Leo.
—¿Qué tal el socio?
—Es todo un dios griego, pero demasiado frío para mi gusto. —Saco mi ropa y me cambio por una pijama corta.
—Ya te extraño.
—Yo a ti. Tienes que venir. Me lo prometiste.
—Sí, creo que en una o dos semanas pediré unos días para ir a verte.
—Eres el mejor. Te amo.
—Bueno, ahora sí te dejo descansar. Besos, hermosa.
Cuelgo la llamada y me tiro en la cama con esos tendidos horrorosos. Menos mal, mañana arreglaré todo esto.
A la mañana siguiente, me despierto a las 8 a. m. Me meto a la ducha y, luego de un largo baño, me visto. Bajo las escaleras, pero no veo a nadie, así que voy a la cocina, donde me encuentro con una señora.
—Buenos días. —Ella se voltea y me sonríe.
—Tú debes ser Abril. —Asiento. —Yo soy Mirian, la encargada de la casa y la cocinera.
—Un placer, Mirian. —Se ve que es buena persona.
—¿Qué deseas desayunar?
—Cereal con frutas y jugo de naranja.
—Perfecto. Ve al comedor, yo te lo llevo.
Salgo de la cocina y ahí me encuentro con el señor griego, vestido con un traje elegante que le queda perfecto. Cuando nota que estoy ahí, vuelve a escanear mi cuerpo con la mirada.
—Buenos días, Abril.
—Buenos días, Bastian.
—¿Ya pediste el desayuno?
—Sí.
Cuando llega la comida, nos sentamos en un silencio algo incómodo. Al terminar, él me observa fijamente.
—Bueno, Abril, vamos a hablar de las reglas de la casa. Yo no soy como tu padre, tan condescendiente contigo. A mí me gusta llevar el control de todo, y eso ahora te incluye a ti. —¿Qué se ha creído este imbécil? Él jamás tendrá control sobre mí. —Vas a obedecer mis órdenes. Nada de borracheras. Y vas a conseguir trabajo.
¿Qué? ¿Dijo trabajo? Calma, Abril, eso lo puedes hacer.
—No quiero que me lleves la contraria ni me traigas problemas. Si cumples con mis normas, tu estadía aquí será amena.
—Claro, Bastian, se hará todo lo que tú quieras. —Al notar mi tono sarcástico, aprieta la mandíbula.
—No estás jugando, Abril.
—¿Y quién dijo que lo estaba haciendo? Esas son tus normas, ¿ok? Las acepto. Hoy mismo iré a buscar trabajo. ¿Contento?
Bastian acaricia su barbilla de una manera muy sensual que me emboba por unos instantes.
—Sabes, no tienes por qué buscar trabajo. —Genial, no tendré que trabajar. —Trabajarás en mi empresa. —¿Qué? ¡Mierda, m****a!
—No quiero molestar.
—Así te tendré vigilada.
—¿Y dónde me colocarás? No sé nada de finanzas.
—Vas a colaborar en la parte publicitaria. —Este hombre está loco. Quiero matarlo... Calma, Abril.
—Perfecto, ¿cuándo empiezo?
—Mañana. Así hoy puedes hacer los cambios en tu habitación.
—Ok. Si no hay más que decir, me voy.
Toda la tarde me la paso decorando y pintando la habitación hasta que, por fin, está lista. Aunque no hubiera podido terminarla sin la ayuda de Mirian y Emiliano, son buenas personas.
—Quedó bien —digo emocionada.
—Sí, está muy linda la habitación, todo a su gusto, señorita.
—Gracias a los dos por ayudarme, son los mejores.
—Usted dijo "nada de rosa", pues ahí lo tiene.
—Lo sé. Nos merecemos una rica limonada. —Cuando nos damos la vuelta, vemos a Bastian parado.
—Te quedó bien el cambio, justo como tú. —Nadie dice nada, así que reacciono.
—Este… gracias. Bueno, ¿bajamos por la limonada? —le digo a Mirian y Emiliano.
—Claro, niña Abril. —Bajamos todos y veo que Bastian se mete a su despacho.
Bastian Stone
Debo tratar de que esa niña no me haga perder el control. Aunque no puedo hacerme el idiota, Abril es una chica bastante hermosa y seductora… pero es muy joven. Además, ella está aquí para que yo le dé una lección. Necesito salir de aquí.
—Hola, Nico —llamo a mi amigo de toda la vida, que también se vino a vivir conmigo a Alemania.
—Hey, Bastian, ¿cómo estás?
—Estoy necesitando una copa con urgencia. Nos vemos en el lugar de siempre.
Cuelgo la llamada y salgo del despacho, escuchando la risa de Abril y de mis empleados. Al parecer, tiene buena relación con ellos.
—Me vas a decir qué te tiene así de nervioso —pregunta Nico al ver que estoy tomando como si se fuera a acabar el mundo.
—La hija de mi socio. No sé en qué momento me ofrecí a cuidar de ella, pero no contaba con que la condenada fuera tan hermosa y sensual. Solo lleva un día aquí y ya está haciendo estragos conmigo.
—Vaya, definitivamente tengo que verla. ¿Y por qué no te la tiras y listo? Tal vez lo que tienes es deseo sexual.
—No, ¿cómo se te ocurre? Es una niña.
—Ni tan niña, tiene 19.
—Por Dios, Nicolás, tengo 30. Soy un hombre hecho y derecho.
—Una follada no te quita lo de hombre hecho y derecho.
Llego a la casa bastante tomado, así que subo rápido a mi habitación. Pero las ganas de verla me ganan, así que voy a su habitación y la abro, dándome cuenta de que está dormida.
Cuando me acerco más, noto que la condenada duerme con una camisa de tirantes y un short diminuto que deja poco a la imaginación. Siento cómo mi amigo comienza a despertar con semejante vista que podría matar a cualquiera, pero tengo que controlarme.
Ella se da la vuelta y me pongo a observar cada tatuaje que tiene en el cuerpo. Nunca me han llamado la atención las mujeres tatuadas… No sé qué me pasa con ella.
Acerco mi mano a su rostro y, con cuidado, acaricio su mejilla, sintiendo la suavidad de su piel. ¿Así será de suave la piel de su cuerpo? M****a, no pienses en eso.
—Me volverás loco, Abril Connor.
Siento que la puerta se abre de golpe, haciéndome sentar con el corazón acelerado.- ¡Mierda, ¿por qué abres así?! - le grito al idiota de Bastian, que permanece serio.- Arréglate, nos vamos en una hora a la empresa - cuando se va a ir, vuelve y se gira - y ponte algo decente. ¿Qué? ¿Acaso crees que mi ropa no es decente? ¡Qué hijo de puta, pero espera y verás! Me doy un baño y busco la ropa ideal para hacerlo enojar.Con esto lo mato, de eso estoy segura. Tomo el bolso y bajo las escaleras. Veo que está tomando un café y leyendo el periódico, pero cuando se percata de mi presencia, se atraganta con el café.- Joder - dice bajito, pero obvio lo escuché.- ¿Te gusta cómo me veo? - con una sonrisa pícara, doy una vuelta mostrándole todo el vestido.- Abril, no irás así.- ¿Por qué no? Es decente.- Claro que no - grita enojado -, se te ve todo, es demasiado corto.- Por Dios, mi padre nunca puso problema por cómo me visto como para que tú lo hagas.- No irás así.- Perfecto, si no puedo
Al fin estamos en la casa luego de un día largo. Lo único malo fue que el hijo de puta me dijera que me iba a descontar el tiempo que no estuve en la oficina, ¿qué se ha creído?—¿Quieres comer algo? —veo que él comienza a quitarse la corbata, dejando los primeros tres botones de la camisa sueltos. Joder, se ve muy sexy, muy caliente.—No, estoy cansada, me iré a dar un baño y luego a dormir.—Está bien, descansa.—Lo mismo. —Subo a mi habitación y tomo una ducha larga. Luego me pongo una pijama que consiste en un short de satén y una blusa de tirantes de encaje. Me gusta que todas mis pijamas sean de satén.Me tiro en la cama, cansada de mis pies, y a los segundos me sumerjo en los brazos de Morfeo. Unas enormes ganas de tomar agua se apoderan de mí cuando abro los ojos y veo que son las 2 a.m., así que no me molesto en ponerme una bata, ya que me imagino que Bastián está acostado. Bajo las escaleras y me meto en la cocina para tomar agua.—Dios, esto sabe a gloria —termino el agua y,
Despierto con un fuerte dolor de cabeza. Cuando abro mis ojos, me doy cuenta de que estoy en mi habitación, pero la pregunta es: ¿cómo llegué aquí?- ¡Joder, qué dolor de cabeza!- Es lo mínimo que te mereces - la voz de Bastian me sobresalta. Cuando levanto la vista, lo veo parado en la puerta, cruzado de brazos y con la cara tensa. Está muy enojado.- No estoy para un regaño de papá.- ¡ERES UNA IRRESPONSABLE! - Joder, ya estalló. - Ayer te trajo la señorita Irina tirada de la borrachera, ni podías mantenerte en pie. Me diste vergüenza, Abril. - Ok, eso dolió, pero me haré la fuerte.- Pues fíjate que no me importa si te avergüenzo. Al fin y al cabo, tú no eres nada mío.- Ya veo por qué tu padre no pudo contigo.- No vayas por ahí, que tú no sabes nada - digo ya enojada porque odio que se metan en ese tema.- ¿Qué pasa, Abril? ¿Acaso no te gusta que te diga que tu papá se cansó de una hija mimada y berrinchuda? - Sin que se lo espere, le doy una fuerte cachetada, dejándolo algo sorp
Estoy que muero de la vergüenza. Juro que en estos momentos lo único que quiero hacer es esconderme debajo de una cama. Ahora Nicolás nos mira a Santiago y a mí con una sonrisa pícara.- ¿No podían esperar a llegar a la casa?- ¡Joder, Nicolás, ¿por qué apareces así? - dice Bastián arreglándose el traje.- Yo pensaba irme ya hasta que los vi en esas, no pensé que fuera a pasar tan rápido.- ¡CALLATE! - gritamos los dos y este estalla en carcajadas.- Ok, ok, ya me voy. Los dejo para que sigan en lo suyo - este se da la vuelta y se sube a su auto arrancando a una super velocidad. Decido mejor montarme en el auto y luego se monta Bastián. Durante el camino nadie habló y al llegar a casa cada uno se fue a su habitación sin decir una sola palabra. Mi teléfono suena y veo que es Leo.- ¡LEO! - grito emocionada, casi a punto de llorar.- Hola pequeña, te extraño mucho.- Y yo a ti, cuéntame, ¿cómo has estado?- Bien, aunque algo aburrido sin ti. ¿Y tú cómo vas?- Pues bien, estoy trabajando
Abril Connor.A través de la videollamada con Leo, estoy llorando como una m*****a magdalena, pero ya ni siquiera es por miedo como lo hacía antes; ahora es por pura ira, una ira que solo siento al recordar todo lo que me tocó pasar.—Nena, ya no llores, me está matando verte así y no poder abrazarte —Leo me ve preocupado, y sé que se siente impotente por no poder hacer nada.—Perdón, no quería preocuparte, es solo que tú eres el único que sabe de esto, el único que logra entenderme.—Mañana tomaré el primer vuelo a Alemania —dice serio.—No, ¿cómo crees? Tú tienes cosas que hacer, está tu trabajo.—Pediré permiso, tú me necesitas, abril, eres como mi hermana pequeña, no te dejaré sola ahora.—Yo estaré bien, lo prometo, fue solo un momento de debilidad. Por poco le suelto a mis padres todo lo que pasó, y lo peor de todo es que me imagino que Bastian ya sospecha algo, solo que no quiere presionarme. Me siento una idiota —escondo mi rostro entre mis piernas.—No eres una idiota, eres la
Abril ConnorEs incontrolable los temblores y las ganas de vomitar al imaginarme a ese hombre encima mío abusando de mí. Solo quiero vomitar y salir corriendo.- Abril, nena, mírame - Bastian me mira preocupado tratando de acercarse a mí, pero yo me alejo, no quiero que me toque - Nena, cálmate, te voy a traer un té para que te calmes - Yo asiento y veo cómo él se coloca los pantalones y se va, dejándome hecha una mar de nervios. Aprovecho que se fue para colocarme la camisa de él y unos pantalones. Cuando llega Bastian, este me pasa la taza de té y veo en su mirada que está preocupado pero también está tenso.- Lo siento - le susurro sin poder mirarlo a la cara, siento tanta vergüenza que no puedo mirarlo.- Hey, nena, mírame - yo niego con la cabeza tratando de reprimir las lágrimas.- No puedo - mi voz suena entrecortada pero él toma mi rostro y lo levanta, haciendo que lo mire.- No sientas vergüenza, Abril. Tú no hiciste nada malo, solo eres una víctima, no merecías lo que te pasó
Bastián me mira de una manera algo extraña y su silencio me está matando... por favor, di algo, te lo suplico.—¿Te quedarías por mí? —al fin dice algo.—No sé qué me pasa contigo, Bastián, pero... pero me gustas. Se supone que no podía enamorarme del socio y amigo de mi padre, pero me pasó. Me muero de los celos viéndote con Karen porque yo daría todo por estar en el lugar de ella. Sé que aún me ves como una niña, y bueno, sí me llevas algunos años, pero el amor es así, nadie elige en esas cosas... solo pasa. Ahora mi pregunta es: ¿tú sientes algo por mí?—Me gustas, Abril, y todo esto es una maldita locura, pero no puedo evitar sentirme atraído por ti. Tienes una belleza tan exótica que atrae a cualquiera... me tienes loco —dijo, antes de juntar nuestros labios en un beso apasionado. Posa sus manos en mi cintura, atrayéndome más a su cuerpo, mientras yo paso mis manos por su cuello, profundizando el beso. Me levanta del suelo y camina conmigo hasta su habitación. Su ropa empieza a ca
Toda la felicidad que tenía se vino abajo al ver a Martín al lado de Bastian. No entiendo qué hace aquí, ¿a qué vino?—¿Qué haces aquí? —pregunté tajante.—Quise ver a mi hija.—¿A la hija que enviaste a muchos kilómetros de distancia porque no la supiste entender?—Abril, no quiero discutir. Quiero que me digas algo que me dejó pensativo la última vez que hablamos.—¿Qué cosa?—¿Qué te hizo tu tío? —Cuando mi padre menciona a ese infeliz, todo mi cuerpo se tensa por completo. Las manos comienzan a picarme.— Desde que te dejábamos con él, tu comportamiento empezó a cambiar.—¿Quieres saber lo que hizo ese cerdo? —Leo toma mi mano para que no pierda los estribos.— Ese cerdo abusó de mí millones de veces.Los ojos de Martín se abren a más no poder con la revelación que acabo de hacer.—Abril, ¿por qué nunca nos dijiste?—¡TRATÉ! Traté millones de veces, pero siempre estaban ocupados con sus cosas y nunca se fijaron en mí. Además, siempre que intentaba decirles, ese desgraciado me mataba