El secreto Pegue un frenazo que hizo rechinar las ruedas y empujarnos hacia el frente con brusquedad, el auto pito con fuerza esquivándonos para luego soltarnos un insulto, mi respiración era rápida y de repente escuche. —¿Susana estás bien? —indico, pero me sentía tan culpable de habernos puesto en peligro que abrumada me quite, el cinturón saliendo del auto. —¿Es en serio? Ahora te irás... ¡Tanto te duele que te haya dicho la verdad! Ese tipo claramente ejerció en ti una relación de maltrato, no puedes negármelo —y entonces esa fue la gota que rebaso el vaso. Me giré para mirarle con ira y propiné. —¡Él no me maltrató! Tú... hablarás tú, La misma persona que me abandono en ese bosque esa noche, ¡no tienes derecho a decirme nada! —camine hacia el puerto donde había llegado alejándome de esa situación sofocante. Sé que era un desastre en él, en las relaciones... y solo verlo a él me hacía preguntar si algo podría haber pasado entre los dos, si hubiera sido valiente, pero no tenía
El deseo perdura Con la respiración rápida y el suave tacto del cabello de Ismael entre mis dedos, me sentí con la seguridad de lanzarle una última mirada dura, a esa mujer nefasta, en silencio se levantó hecha cólera y soltó. —¡Vámonos, Dafne! Parece que nos topamos con unos sibaritas, ¿quién se cree estos dos? —tomo la mano de su amiga y se fueron con rapidez. Solté un leve suspiro relajando mi cuerpo. Caí en cuenta de como estábamos enrollados, y con rapidez intente moverme, Ismael me subió sobre él a horcajadas y dije angustiada. —¿Q-que haces? H-hay mucha gente. —Por eso mismo, hay que seguir fingiendo, nos siguen mirando esas dos —alce la vista girando mi mirada y las dos chicas nos lanzaban de vez en cuando miraditas. De repente sentí como Ismael beso mi cuello, le mire y dijo. —Por eso te dije que no volvieras a salir con esa coleta.—Solté un leve jadeo pasando mis manos por su pecho mientras sentía sus fuertes mano apretar mis caderas. —¿Puedes explicarme que fue eso de
Tu dulce miel Entre besos morbosos nos dirigimos con torpeza hacia el auto, mientras las micro sonrisas y los jadeos sobre la boca, las miradas sibilinas de Ismael y sus dedos acariciando mis labios con lesividad. Sin darnos cuenta nos topamos con el capo del auto cayendo sobre él, Ismael ávido de mi piel, beso mi cuello hasta llegar a mis pechos, que poco a poco apartaba la tela que los cubría. —¿Cómo lo logras? —indico abstraído mirándome con la respiración acelerada. —¿El qué? —sonrió con malicia estirando su mano para ayudarme a levantar del capo, abrió la puerta del auto, se acercó hasta mí, casi tocando nuestros labios y susurro. —Hacerme perder la razón...—entro en el auto y tomando mi mano me subió sobre él a horcajadas, era incómodo, pero el ambiente estaba tan cargado de emoción seductora, que simplemente me deje llevar. Presionó unos de los botones del tablero del auto y el techo empezó extenderse. —Yo no te hago perder la razón, las mujeres lo hacen. —Negó con una sonr
Recuerdo amargos del ayer Tome mi bolso tembloroso intentando salir de aquella misión, todo me sofocaba, y solo sentía vergüenza, mi celular empezó a vibrar. Rebusque en la bolsa y al tomar mi teléfono vi que tenía muchas llamadas de mi madre, confusa y bajo la lluvia, la llamé con rapidez, tenía un muy mal presentimiento y mis sospechas no fueron mal infundadas. —Susana... Susana... —Sollozo mi madre. —¿¡Mamá que pasa!? ¿Por qué lloras? ¿Qué pasa...? —Susana, tu hermana... ella... ella... —¿Qué le paso a Velo....? Mamá respóndeme... ¡¡QUE LE PASO!! —Está muerta, está muerta... esta muerta mi niña, la encontraron muerta. —Rompió en llanto sin poder decir ni una palabra más. —Eso no puede ser verdad.... E-estaba en casa, mamá. ¡En casa!—dije en shock, incrédula, casi como si estuviera escuchando un muy mal chiste. —¡Donde estabas tú! Te estuve llamando... No la encontrábamos, ¡es tu culpa!, ¡tu culpa!, ¡tu culpa...! Está muerta, ¡Muerta! —sollozos en la bocina cuando de repente
Una pareja de verdad —¿Qué hiciste qué? Porque pudiste hacer algo tan imprudente como eso, te dije que yo hablaría con ella. Teníamos que hacerlo con inteligencia, ahora la has puesto al tanto de nuestra jugada. —Tú también hiciste cosas a mis espaldas, ¿por qué no me dijiste que llamarías a Elizabet Dumet? Ahora por lo que entiendo y por no contar con mi opinión, resulto ser un fiasco tu plan madre, esa mujer jamás le importo Ismael. —Tienes razón, por una vez en tu vida no te equivocaste... Nunca me imaginé que esa sucia lesbiana fuera tan descarada de dejar tirado todo, hubiera preferido un escándalo interesante después de su regreso. Aun así... ¡Eso no quita lo que hiciste! —Lo hice porque estoy seguro de que, con un poco de presión, Susana sabrá lo que le conviene. Que es volver conmigo... —Dijo mirando aquel cochino anillo, lo tome con brusquedad de su mano y propine. —No te casarás con esa cocinera grasosa de quinta, ya tengo una esposa para ti. Aquí lo único importante es
Una esposa florero —Espera, me está entrando una llamada. Hablamos más tarde. —Bien, bonita, llámame para saber que decides, no quiero dejar a medio escuadrón sin trabajo. —No te preocupes, no dejaré que nos quiten Fucsia —colgué y le di paso a la otra llamada. —¿quién habla? —¿Quién más puede ser, querida esposa? —sorprendida al escuchar su gutural voz por teléfono, me levante como si tuviera resortes en los pies. —Una cosa Susana, ¿cómo me tienes guardado en tus contactos para que no sepas que soy yo. —Bu-bueno... yo... —mire mi celular y decía claramente Ismael Prego —Puse tu nombre... tal cual. —Qué vergüenza, que poco cariñosa eres con tu esposo —Aquellas palabras me recordaron la entrevista y supe que me estaba tomando el pelo como siempre. —De casualidad... ¿Viste la entrevista? —inquirí incómoda. —Sí, hablas muy bien de tu esposo, me gusto. —Estás mintiendo, me catalogan como una esposa florero que su esposo no le atrae, es un escándalo para la familia Prego. Lo sie
Deseos prohibidos Ismael se inclinó hasta mí juntando nuestros labios, un beso demasiado inocente y tranquilo para lo salvaje de su pasión, fue tan raro que me inquiete al instante... que era lo que pensaba su sucia mente, abrí mis ojos de repente, percatándome de donde estábamos, mire el gran ventanal que tenía a mi derecha de la ciudad detrás, y con rapidez pose mi mano en su boca apartándolo para vernos a los ojos. —Alguien puede venir, Ismael... y de paso está esa ventana. Así que mejor paremos aquí, porque ya sé lo siguiente que pasara. —sonrió malicioso. —¿Por mi bien? Estoy con mi esposa... de paso que se enteren de que hay mucha pasión en nuestra relación —fruncí el ceño ante su calmada y pasiva sonrisa, y entonces soltó un suspiro. —No me dejarás divertirme, ¿no? —negué en silencio e inquirió —¿te preocupa que puedan vernos desde abajo? —¿A ti no? —sonrió de medio lado, y con eso me fue suficiente para responderme. —Te prometo que no se puede ver nada desde afuera, no es
El pasado nos separa —¿Ismael por qué te fuiste de la universidad? —la miré sorprendido. —¿Cómo sabes eso? ¿Me investigaste? —¿Por qué me preguntas eso? Sabes a qué me refiero... solo me lastimas fingiendo. —Dijo con una tristeza genuina. Entonces lo supe en aquel momento, lo que había experimentado desde nuestra última reunión no eran imaginaciones mías, Susana me conocía y no era la primera vez que lo decía, ella me reconoció cuando nos vimos la primera vez, toque mi cien un poco adolorido y al alzar la mirada a uno de los solitarios rincones de la oficina asustado la aparte con rapidez. —¿Que quieres saber...? —indique incómodo, arreglando mi ropa, intentando calmar mi respiración. —No quiero indagar en tu vida... solo quiero entender por qué te fuiste sin decir nada, ni dar ninguna explicación a nadie, sé que no éramos los mejores amigos, pero... —Pues tú ya lo dijiste, no debíamos ser tan cercanos ... No me gusta hablar de mi pasado, así que olvídalo Susana, no es interesant