Novia prófuga Preparada para salir, camine con apuro hacia las escaleras, guarde mi celular en mi bolso, cuando vi a Ismael sentado con celular completamente absorto con aquel porte elegante, mi corazón latió con fuerza recordándomelo todo, ¿por qué estaba aquí aún? Se supone que a esta hora él ya no estaría. Alzo sus ojos y como una sonrisa de medio lado llena de intenciones maliciosas, aparte la mirada cuando le escuche decirme. —Cuanto apuro y con resaca, ¿adónde vas? —Tengo... un asunto que tratar —dije intentando esconder mi apuro. —Vaya, así que tienes otra reunión más importante.—Indico lanzándome una mirada que no entendí que significaba. —¿más importante...? —inquirí confusa, rio levemente y soltó. —Qué cruel, ¿ya lo olvidaste...? Bien —indico pinchando su fruta —¿no vas a desayunar? —miro la encimera de la cocina y miles de recuerdos sucios viene a mi mente, le veo sonreí y sin saber que decir suelto. —No tengo hambre, la... la... resaca aún me revuelve el estómago.
Tres y la ecuación Tres personas con muchas cosas que en común sentadas todas en el mismo salón. Ismael, el novio que fue plantado en su boda, Isabel Dumet, una modelo prestigiosa de las segundas familias más importantes de España a la cual había dejado botado su matrimonio, y luego estaba yo... la esposa postiza del novio. Les miré de reojo y hablaban con tanta naturalidad que podía notar lo bien que se llevaban, entonces era verdad... tuvieron una relación antes. Y sin poder aguantar, pregunte lo que ellos parecían obviar. —¿Por qué... no apareciste en tu boda?—Ellos guardaron silenció, me miraron, la chica sonrió y dijo. —No tenía ganas. —Dijo con una enorme sonrisa, sorprendida, la miré con una sonrisa forzada. —No... tenía... ¿Ganas? Pero dejo a su novio en el altar, y en un gran aprieto. —La chica me miro confusa y luego miro a Ismael. —¿No le has dicho nada? —Pensé que lo intuía, después de aceptar mi trato. —Siempre es lo mismo contigo Ismael, tan desinteresado en todo —
¿Y si me gustaras? Me até mi cabello mirándome al espejo un segundo con inseguridad, él había dicho que le gustaba mi coleta, pero no entendía el porqué eso era lindo. Quite mis lentes y respire hondo intentando calmar mis nervios, no podía ser tan difícil, Susana... tú puedes... solo eran unas tontas lentillas, que tan difícil podía ser ponérselas. Acerque la pequeña cajita con líquido, me acerque al espejo y tomando una de las lentillas lo acerque a mi ojo. —¡Ahhh! —grité sintiendo como se me caí mi ojo del dolor, iba a quedar tuerta para mi cita... sería una completa basura si no veía nada. Abrí mis ojos de repente y al mirarme al espejo no me reconocí, mis ojos estaban un poco irritados, pero creo que no había sido tan mal. Satisfecha terminé de arreglarme, poniéndome un bonito vestido azul cielo, y de zapatos unas zapatillas blancas. Tome mi bolso y lista para encontrarme con Ismael, salí de mi casa. Cuando salí de mi habitación, escuché un fuerte estruendo en la habitación de
Un juego para dos Tome unos pantalones de color rosa pálido holgados y una camisa corta que mostraba mi ombligo del un color blanco puro, dejando libre mis hombros. Aún era fin de verano, así que esperaba no morir de frío. Tampoco era mi estiló, pero ¿por qué no...? Tal vez hoy quería sorprender, tal vez hoy quería ser más atrevida, me dije a mí misma sonriendo levemente al espejo, así que para redoblar la apuesta tome un coletero y ate mi cabello en una coleta alta. Toda mi vida me creí que no era tan guapa como las demás, pero crecí y me di cuenta, de que solo necesita florecer a mi tiempo. ¿Ahora como me veía Ismael...? Estaba segura de que él me reconocía o jamás hablaría de mi coleta como lo hacía en el pasado, ¿Entonces porque fingía...? Respire hondo, sintiendo un profundo rencor renacer, quería jugar su mismo juego, enloquecerlo, descolocar su mundo al menos un poco. Armada de valor y con una clara convicción, baje las escaleras encontrándome con Ismael en el salón y shon habl
Carraspeé mi garganta mirando al frente mientras tomaba una curva en la solitaria carretera. Intente cavilar en el silencio que decir. No quería decirle la verdad, me avergonzaba confesar lo tonta que había sido con Jeremy. No quería eso... —Él y yo tenemos negocios que en común, acabamos de terminar, es normal que aún nos veamos para solucionar nuestros problemas. —Yo no te estoy exigiendo que no os veáis, lo que quiero saber es porque no quisiste decirme. —No lo vi necesario, solamente sería una conversación. —¡Una conversación que termino en un beso al cual mi familia se enteró, y ahora tendré que buscar la manera de explicarlo! Detén el puto auto, Susana. —increpo enojado dándole un golpe a la guantera —¡Lo siento, tienes razón... debí avisarte para evitar un escándalo a tu adorada familia, pero tú tampoco me contaste que le enviaste mi anillo a Jeremy! ¿Qué intentabas con eso? ¿Provocarlo? Estaba como loco cuando hablamos por tu pequeño jueguito. —En vez de parar, acelere eno
El secreto Pegue un frenazo que hizo rechinar las ruedas y empujarnos hacia el frente con brusquedad, el auto pito con fuerza esquivándonos para luego soltarnos un insulto, mi respiración era rápida y de repente escuche. —¿Susana estás bien? —indico, pero me sentía tan culpable de habernos puesto en peligro que abrumada me quite, el cinturón saliendo del auto. —¿Es en serio? Ahora te irás... ¡Tanto te duele que te haya dicho la verdad! Ese tipo claramente ejerció en ti una relación de maltrato, no puedes negármelo —y entonces esa fue la gota que rebaso el vaso. Me giré para mirarle con ira y propiné. —¡Él no me maltrató! Tú... hablarás tú, La misma persona que me abandono en ese bosque esa noche, ¡no tienes derecho a decirme nada! —camine hacia el puerto donde había llegado alejándome de esa situación sofocante. Sé que era un desastre en él, en las relaciones... y solo verlo a él me hacía preguntar si algo podría haber pasado entre los dos, si hubiera sido valiente, pero no tenía
El deseo perdura Con la respiración rápida y el suave tacto del cabello de Ismael entre mis dedos, me sentí con la seguridad de lanzarle una última mirada dura, a esa mujer nefasta, en silencio se levantó hecha cólera y soltó. —¡Vámonos, Dafne! Parece que nos topamos con unos sibaritas, ¿quién se cree estos dos? —tomo la mano de su amiga y se fueron con rapidez. Solté un leve suspiro relajando mi cuerpo. Caí en cuenta de como estábamos enrollados, y con rapidez intente moverme, Ismael me subió sobre él a horcajadas y dije angustiada. —¿Q-que haces? H-hay mucha gente. —Por eso mismo, hay que seguir fingiendo, nos siguen mirando esas dos —alce la vista girando mi mirada y las dos chicas nos lanzaban de vez en cuando miraditas. De repente sentí como Ismael beso mi cuello, le mire y dijo. —Por eso te dije que no volvieras a salir con esa coleta.—Solté un leve jadeo pasando mis manos por su pecho mientras sentía sus fuertes mano apretar mis caderas. —¿Puedes explicarme que fue eso de
Tu dulce miel Entre besos morbosos nos dirigimos con torpeza hacia el auto, mientras las micro sonrisas y los jadeos sobre la boca, las miradas sibilinas de Ismael y sus dedos acariciando mis labios con lesividad. Sin darnos cuenta nos topamos con el capo del auto cayendo sobre él, Ismael ávido de mi piel, beso mi cuello hasta llegar a mis pechos, que poco a poco apartaba la tela que los cubría. —¿Cómo lo logras? —indico abstraído mirándome con la respiración acelerada. —¿El qué? —sonrió con malicia estirando su mano para ayudarme a levantar del capo, abrió la puerta del auto, se acercó hasta mí, casi tocando nuestros labios y susurro. —Hacerme perder la razón...—entro en el auto y tomando mi mano me subió sobre él a horcajadas, era incómodo, pero el ambiente estaba tan cargado de emoción seductora, que simplemente me deje llevar. Presionó unos de los botones del tablero del auto y el techo empezó extenderse. —Yo no te hago perder la razón, las mujeres lo hacen. —Negó con una sonr