Sammy tembló. Había pasado casi un mes desde la última vez que había estado entre los brazos de aquel hombre y no necesitaba que nadie se lo dijera: ellos podían querer matarse, pero no iban a separarse nunca.—Dime que no quieres… —roncó Darío sobre su boca, empujándose solo unos centímetros y sintió cómo la vagina de Sammy latía y se contraía, devorándolo. Tuvo que hacer un esfuerzo para no darle todo lo que quería, porque si ella era resistente, él lo era más—. ¡Dímelo…! ¡Que no me extrañaste…!—¡Darío, te juro que…! —pero apenas él se empujó unos cuantos centímetros más y a ella se le cortó hasta el pensamiento—. ¡Dios…!—No, Diablo, Diablo princesa… —replicó él sonriendo al ver cómo el cuerpo de Sammy se suavizaba. Adoraba cada gesto de su rostro y podía reconocer cada pequeño puchero de satisfacción—. Pero si no me extrañaste está bien… yo solo… me voy a meter aquí otro poquito… ¡aaaah!... y luego me iré… —La penetró un poco más y la escuchó jadear entrecortadamente.—¡Te estás
Darío se estiró el traje y de reojo vio cómo Sammy se apoyaba en la cama, con la barbilla sobre los brazos.—¿Tú no piensas ir a trabajar? —le preguntó riéndose—. ¿O vas a estar todo el día embelesada?—¡Oye, tengo un hombre que es un monumento, déjame admirarlo! —rezongó Sammy, además si me levanto es probable que me resbale con mi baba.Darío se acercó a ella, la hizo girarse boca arriba y la besó.—¡Tú estás demasiado loca! ¿No te alcanzó con los últimos dos días?La levantó y la mandó al baño con una nalgada de advertencia, pero la respuesta era sencilla.—¡Es tu culpa, me despertaste el reloj «sexológico»! —le gritó ella, pero media hora después ya estaba completamente lista.Darío tomó su mano porque sabía que solo podrían hacerlo mientras estuvieran en casa, de puertas para afuera no podían exhibir su relación. Después de todo, Sammy acababa de divorciarse de Ángel.Le abrió la puerta de uno de los sedanes y para no perder la costumbre fueron peleando por todo el camino.—¡A ve
La parte mala de las mujeres, o mejor dicho, la parte mala de Sammy, que Darío conocía exactamente bien, era que no la había convertido en una copia fiel de su maldad, sino en una maestra que era todavía diez veces peor que él.Así que por más que sus ojos se enfocaron en aquel camino hacia el baño, cuando la vio aparecer por el otro lado del salón, supo que no había hecho algo precisamente bueno.—Bueno, señora Hall, ¿qué le parece si hablamos por fin de negocios? —preguntó Sammy con una calma que a Darío le erizó hasta los pensamientos.—¿Negocios tan temprano? —preguntó aquel remedo de playboy, riéndose hasta que Sammy se giró hacia él y le sostuvo la barbilla con el índice.—Cariño, todos sabemos que eres un toyboy. Calladito te ves más bonito, así que ¿por qué no te bebes tu champaña extracara y dejas que las niñas grandes hablemos? —murmuró y vio al modelito apretar los dientes mientras miraba a Eleanor Hall de reojo—. Perfecto, ahora que nos entendemos, ¿qué tal si me explica e
Darío tomó aquel teléfono y vio la cadena de mensajes que había escrito allí. —¿Esta es…? —preguntó incrédulo. —¡La misma! Por lo que parece, son mensajes de mi querida madre —siseó Sammy. El Diablo negó sin poder creerlo. —¡Mierd@! ¿¡Y cómo rayos está enredada Carmina con esta gente!? —gruñó Darío. —No tengo idea, pero te apuesto a que lo vamos a averiguar, ¿verdad Diablito mío? —murmuró Sammy y lo vio hacer un puchero mientras le devolvía el celular. —¡Lo siento, princesa, de verdad! —dijo él con seriedad— Otra vez tienes razón, te entrené bien. Así que ahora no estoy muy seguro de si sentirme orgulloso de ti o decepcionado de mí. Sammy se acercó y le dejó un beso en la mejilla que lo hizo sonreír embobado. —No puedes estar decepcionado de ti, porque yo nunca lo estaría. Creo que solo te agradó la idea de creer que yo estaba celosa —dijo Sammy. —¿Y no lo estuviste ni un poquito? —protestó Darío uniendo el índice y el pulgar. —Acabo de mandar a la asaltacunas al baño con un
Darío levantó una ceja coqueta. —Sé honesta, princesa. ¡A ti te encanta organizar fiestas! La rodeó con un brazo y dejó un beso sobre su cabeza viendo la cata que ella y Lory habían organizado en menos de cuarenta y ocho horas. Solo había cincuenta invitados: la Cámara de productores y los distribuidores más importantes de región, los mismos que habían asistido al evento de los australianos. Lo habían anunciado como un evento privado e importante, así que todo el mundo se estaba asegurando de ir. —Bueno, ¿quién me enseñó que si quería hacerlo tenía que hacerlo en grande? —replicó Sammy dándose la vuelta. —¡Pues yo, ya sabes, caballo grande y mejor que ande! Sammy rompió en carcajadas y se giró para darle un beso fugaz y arreglarle la corbata. —Los invitados están por llegar. ¿Qué tal si nos comportamos como las criaturas malvadas que somos y hacemos lo que vinimos a hacer esta noche? —le preguntó y el Diablo sonrió como un niño en su cumpleaños. El pequeño evento privado comenz
Sammy ahogó un suspiro de incomodidad y Darío la puso suavemente en el suelo.—¡Madre! ¡Qué desagradable visita! —siseó la muchacha—. Pero ya que estás aquí, pasa y por favor dime a qué debo el honor.Carmina Reyes dio dos pasos dentro de la oficina y cerró la puerta con violencia.—¡Tú sabes perfectamente a qué vengo! —exclamó.—Por dinero, imagino —murmuró Sammy cruzándose de brazos—. De hecho me sorprendió que no hubieras venido antes… pero entonces vi tus conversaciones con la distinguidísima Eleanor Hall, conversaciones que por cierto debe estar leyendo también la policía, y me di cuenta de que te habías aliado con otra descarada sinvergüenza como tú para volver a tratar de robarme. ¿Es que no te aburres de fracasar?Carmina apretó las manos en puños y Darío casi pudo notar la impotencia que sentía.—¡Quiero mi línea de crédito de vuelta! —demandó con agresividad.—Y la tienes. Dos mil euros, más que suficiente para que lleves la vida modesta que es mucho más de lo que te mereces
Tres meses despuésSammy abrió los ojos y suspiró, tenía a Lory dando golpes en la puerta de su habitación porque se le había hecho tarde para ir a trabajar y tenía una reunión.Normalmente Lory la esperaba en la oficina para pasar juntas por un café, pero ese era un día muy especial y tenían muchas cosas que hacer.Sammy se dio la vuelta y se acurrucó más con Darío. Le encantaba su calorcito y el hecho de que siempre estaba abrazándola de alguna manera. Él seguía siendo enorme y ella seguía siendo demasiado pequeña, como si fuera una muñeca a su lado.Le dio un beso suave para no despertarlo y se apresuró a arreglarse. Darío había estado trabajando casi toda la noche para asegurarse de que el evento de ese día fuera perfecto, y ahora le tocaba a ella hacer su parte.Salió apurada y se encontró con Lory dando vueltas en el salón.—¡Lista, vámonos! —le dijo dándole un beso y su amiga la siguió hasta el estacionamiento.Sammy descolgó las llaves de uno de los coches y lo abrió.—Dime un
Darío se sentó en la cama con un gruñido de frustración y apagó aquella alarma en el teléfono de Sammy que no sabía ni por qué sonaba. Miró a su lado, a donde el espacio de la muchacha estaba vacío de nuevo. Pasó la mano sobre las sábanas y se dio cuenta de que estaban frías, así que ella se había levantado desde hacía rato.Apenas si había podido verla en toda la semana, era como si esa vorágine que era la vida corporativa finalmente se hubiera apoderado de ella, pero en los últimos dos días casi parecía que Sammy lo evitaba deliberadamente.Las primeras alarmas le habían saltado a Darío cuando las conversaciones entre ella y Lory de repente se interrumpían cuando él aparecía. Luego esa cantidad de reuniones a las que no lo invitaba porque «ella podía sola». Y para acabar de rematar casi ni dormía con él y se sobresaltaba muy seguido. ¡No, no… y lo peor de todo! ¡Hacía una semana que no exigía bambinización!—¡Joder! ¿Y aquí qué está pasando? —murmuró lanzándose de la cama con preocu