Darío tomó aquel teléfono y vio la cadena de mensajes que había escrito allí. —¿Esta es…? —preguntó incrédulo. —¡La misma! Por lo que parece, son mensajes de mi querida madre —siseó Sammy. El Diablo negó sin poder creerlo. —¡Mierd@! ¿¡Y cómo rayos está enredada Carmina con esta gente!? —gruñó Darío. —No tengo idea, pero te apuesto a que lo vamos a averiguar, ¿verdad Diablito mío? —murmuró Sammy y lo vio hacer un puchero mientras le devolvía el celular. —¡Lo siento, princesa, de verdad! —dijo él con seriedad— Otra vez tienes razón, te entrené bien. Así que ahora no estoy muy seguro de si sentirme orgulloso de ti o decepcionado de mí. Sammy se acercó y le dejó un beso en la mejilla que lo hizo sonreír embobado. —No puedes estar decepcionado de ti, porque yo nunca lo estaría. Creo que solo te agradó la idea de creer que yo estaba celosa —dijo Sammy. —¿Y no lo estuviste ni un poquito? —protestó Darío uniendo el índice y el pulgar. —Acabo de mandar a la asaltacunas al baño con un
Darío levantó una ceja coqueta. —Sé honesta, princesa. ¡A ti te encanta organizar fiestas! La rodeó con un brazo y dejó un beso sobre su cabeza viendo la cata que ella y Lory habían organizado en menos de cuarenta y ocho horas. Solo había cincuenta invitados: la Cámara de productores y los distribuidores más importantes de región, los mismos que habían asistido al evento de los australianos. Lo habían anunciado como un evento privado e importante, así que todo el mundo se estaba asegurando de ir. —Bueno, ¿quién me enseñó que si quería hacerlo tenía que hacerlo en grande? —replicó Sammy dándose la vuelta. —¡Pues yo, ya sabes, caballo grande y mejor que ande! Sammy rompió en carcajadas y se giró para darle un beso fugaz y arreglarle la corbata. —Los invitados están por llegar. ¿Qué tal si nos comportamos como las criaturas malvadas que somos y hacemos lo que vinimos a hacer esta noche? —le preguntó y el Diablo sonrió como un niño en su cumpleaños. El pequeño evento privado comenz
Sammy ahogó un suspiro de incomodidad y Darío la puso suavemente en el suelo.—¡Madre! ¡Qué desagradable visita! —siseó la muchacha—. Pero ya que estás aquí, pasa y por favor dime a qué debo el honor.Carmina Reyes dio dos pasos dentro de la oficina y cerró la puerta con violencia.—¡Tú sabes perfectamente a qué vengo! —exclamó.—Por dinero, imagino —murmuró Sammy cruzándose de brazos—. De hecho me sorprendió que no hubieras venido antes… pero entonces vi tus conversaciones con la distinguidísima Eleanor Hall, conversaciones que por cierto debe estar leyendo también la policía, y me di cuenta de que te habías aliado con otra descarada sinvergüenza como tú para volver a tratar de robarme. ¿Es que no te aburres de fracasar?Carmina apretó las manos en puños y Darío casi pudo notar la impotencia que sentía.—¡Quiero mi línea de crédito de vuelta! —demandó con agresividad.—Y la tienes. Dos mil euros, más que suficiente para que lleves la vida modesta que es mucho más de lo que te mereces
Tres meses despuésSammy abrió los ojos y suspiró, tenía a Lory dando golpes en la puerta de su habitación porque se le había hecho tarde para ir a trabajar y tenía una reunión.Normalmente Lory la esperaba en la oficina para pasar juntas por un café, pero ese era un día muy especial y tenían muchas cosas que hacer.Sammy se dio la vuelta y se acurrucó más con Darío. Le encantaba su calorcito y el hecho de que siempre estaba abrazándola de alguna manera. Él seguía siendo enorme y ella seguía siendo demasiado pequeña, como si fuera una muñeca a su lado.Le dio un beso suave para no despertarlo y se apresuró a arreglarse. Darío había estado trabajando casi toda la noche para asegurarse de que el evento de ese día fuera perfecto, y ahora le tocaba a ella hacer su parte.Salió apurada y se encontró con Lory dando vueltas en el salón.—¡Lista, vámonos! —le dijo dándole un beso y su amiga la siguió hasta el estacionamiento.Sammy descolgó las llaves de uno de los coches y lo abrió.—Dime un
Darío se sentó en la cama con un gruñido de frustración y apagó aquella alarma en el teléfono de Sammy que no sabía ni por qué sonaba. Miró a su lado, a donde el espacio de la muchacha estaba vacío de nuevo. Pasó la mano sobre las sábanas y se dio cuenta de que estaban frías, así que ella se había levantado desde hacía rato.Apenas si había podido verla en toda la semana, era como si esa vorágine que era la vida corporativa finalmente se hubiera apoderado de ella, pero en los últimos dos días casi parecía que Sammy lo evitaba deliberadamente.Las primeras alarmas le habían saltado a Darío cuando las conversaciones entre ella y Lory de repente se interrumpían cuando él aparecía. Luego esa cantidad de reuniones a las que no lo invitaba porque «ella podía sola». Y para acabar de rematar casi ni dormía con él y se sobresaltaba muy seguido. ¡No, no… y lo peor de todo! ¡Hacía una semana que no exigía bambinización!—¡Joder! ¿Y aquí qué está pasando? —murmuró lanzándose de la cama con preocu
Darío sentía que se le iba a salir el corazón de amor. Sammy había hecho todo aquello para él. Y no necesitaba más para saber que nunca, ¡jamás! Alguien lo entendería como ella y lo querría como ella.—¿Sabes que casi me provocas un infarto? —dijo sobre su boca.—Naaaaa. Solo quería que traerte aquí fuera una sorpresa.—¡Casi derribo la puerta de la habitación!—Tienes con qué pagarla —se rio Sammy—. Pero me alegro de que no lo hayas hecho, porque cuando termines con todos tus oponentes esta noche, vamos a bajar a esa habitación y tú y yo vamos a tener una pelea muy personal.—¡Ayayay! —Se emocionó Darío—. ¿Horizontal o vertical?—¿Y tú cuándo has discriminado una posición, Diablo? —le preguntó Sammy y él pareció derretirse.—¡Maldición, mujer, a ti de verdad te hicieron para mí! —suspiro mientras Sammy lo hacía darse la vuelta y le daba una nalgada.—Ve a cambiarte, que te esperan —lo animó, y Darío pasó un brazo sobre el hombro del Grillo, que lo llevó a un pequeño cuarto donde podí
—Pero di algo… ¿no? —casi suplicó Darío después de que Sammy se pasara dos minutos completos sin pestañear.—¿Es…? ¿Es en serio? —murmuró ella viendo aquel enorme diamante y entendiendo por qué Jacob Lieberman había salido corriendo y había regresado corriendo también.—Noooooo… el Grillo tiene una cámara oculta… ¿¡Tú qué crees!? —Darío estaba más nervioso que nunca en su vida.—¿Y si digo que no?La sonrisa del Diablo se borró en un segundo y Sammy le vio una cara de desamparo que no parecía que hubiera noqueado a diez hombres esa noche.—¿Vas a decirme que no? —susurró levantándose.—¡Claro que no! ¡Solo quería que grabaran tu cara porque el Grillo sí tiene una cámara y nada oculta!—¡Sammy! —protestó Darío y ella le saltó a la cintura sin ninguna vergüenza.—¡Síiiiiii, Diablo! ¡Claro que sí me caso contigo! —exclamó mientras los vítores se escuchaban alrededor de la jaula—. ¿Cómo no voy a casarme contigo si tú eres el amor de mi vida?—¡Pues no me asustes…! —iba a reclamar el Diabl
Sammy arrastró los pies hasta el cuarto de Lory, porque decir que era capaz de caminar normalmente era una burda mentira. Estaba en modo zombi, pero tenían que hacer tantas cosas para la boda que no le había quedado más remedio que levantarse.—Muñequita…—tocó a la puerta de su habitación, porque aunque Lory tuviera su propio departamento, siempre tendría una habitación en aquella casa—. Te traje agua mineral y aspirinas… ¿quieres?Adentro se escucharon jadeos ahogados y una voz ronca y sensual que decía:—¿Muñequita…? Me gusta eso…—¡¿Estás loco?! ¡Suéltame, suéltame ahora mismo…!Sammy ni siquiera se dio tiempo a pensarlo, abrió la puerta de un tirón para encontrarse a Lory esposada a la cabecera de la cama, y a un hombre en la puerta del baño, con un abdomen de fantasía, tatuado de los cuadritos de la V hacia abajo… o al menos eso se veía por la camisa abierta.Sammy arrugó el ceño, un poco espantada.—¿¡Norton!? —exclamó y él sonrió mientras terminaba de abotonarse los puños de la