Darío se sentó en la cama con un gruñido de frustración y apagó aquella alarma en el teléfono de Sammy que no sabía ni por qué sonaba. Miró a su lado, a donde el espacio de la muchacha estaba vacío de nuevo. Pasó la mano sobre las sábanas y se dio cuenta de que estaban frías, así que ella se había levantado desde hacía rato.Apenas si había podido verla en toda la semana, era como si esa vorágine que era la vida corporativa finalmente se hubiera apoderado de ella, pero en los últimos dos días casi parecía que Sammy lo evitaba deliberadamente.Las primeras alarmas le habían saltado a Darío cuando las conversaciones entre ella y Lory de repente se interrumpían cuando él aparecía. Luego esa cantidad de reuniones a las que no lo invitaba porque «ella podía sola». Y para acabar de rematar casi ni dormía con él y se sobresaltaba muy seguido. ¡No, no… y lo peor de todo! ¡Hacía una semana que no exigía bambinización!—¡Joder! ¿Y aquí qué está pasando? —murmuró lanzándose de la cama con preocu
Darío sentía que se le iba a salir el corazón de amor. Sammy había hecho todo aquello para él. Y no necesitaba más para saber que nunca, ¡jamás! Alguien lo entendería como ella y lo querría como ella.—¿Sabes que casi me provocas un infarto? —dijo sobre su boca.—Naaaaa. Solo quería que traerte aquí fuera una sorpresa.—¡Casi derribo la puerta de la habitación!—Tienes con qué pagarla —se rio Sammy—. Pero me alegro de que no lo hayas hecho, porque cuando termines con todos tus oponentes esta noche, vamos a bajar a esa habitación y tú y yo vamos a tener una pelea muy personal.—¡Ayayay! —Se emocionó Darío—. ¿Horizontal o vertical?—¿Y tú cuándo has discriminado una posición, Diablo? —le preguntó Sammy y él pareció derretirse.—¡Maldición, mujer, a ti de verdad te hicieron para mí! —suspiro mientras Sammy lo hacía darse la vuelta y le daba una nalgada.—Ve a cambiarte, que te esperan —lo animó, y Darío pasó un brazo sobre el hombro del Grillo, que lo llevó a un pequeño cuarto donde podí
—Pero di algo… ¿no? —casi suplicó Darío después de que Sammy se pasara dos minutos completos sin pestañear.—¿Es…? ¿Es en serio? —murmuró ella viendo aquel enorme diamante y entendiendo por qué Jacob Lieberman había salido corriendo y había regresado corriendo también.—Noooooo… el Grillo tiene una cámara oculta… ¿¡Tú qué crees!? —Darío estaba más nervioso que nunca en su vida.—¿Y si digo que no?La sonrisa del Diablo se borró en un segundo y Sammy le vio una cara de desamparo que no parecía que hubiera noqueado a diez hombres esa noche.—¿Vas a decirme que no? —susurró levantándose.—¡Claro que no! ¡Solo quería que grabaran tu cara porque el Grillo sí tiene una cámara y nada oculta!—¡Sammy! —protestó Darío y ella le saltó a la cintura sin ninguna vergüenza.—¡Síiiiiii, Diablo! ¡Claro que sí me caso contigo! —exclamó mientras los vítores se escuchaban alrededor de la jaula—. ¿Cómo no voy a casarme contigo si tú eres el amor de mi vida?—¡Pues no me asustes…! —iba a reclamar el Diabl
Sammy arrastró los pies hasta el cuarto de Lory, porque decir que era capaz de caminar normalmente era una burda mentira. Estaba en modo zombi, pero tenían que hacer tantas cosas para la boda que no le había quedado más remedio que levantarse.—Muñequita…—tocó a la puerta de su habitación, porque aunque Lory tuviera su propio departamento, siempre tendría una habitación en aquella casa—. Te traje agua mineral y aspirinas… ¿quieres?Adentro se escucharon jadeos ahogados y una voz ronca y sensual que decía:—¿Muñequita…? Me gusta eso…—¡¿Estás loco?! ¡Suéltame, suéltame ahora mismo…!Sammy ni siquiera se dio tiempo a pensarlo, abrió la puerta de un tirón para encontrarse a Lory esposada a la cabecera de la cama, y a un hombre en la puerta del baño, con un abdomen de fantasía, tatuado de los cuadritos de la V hacia abajo… o al menos eso se veía por la camisa abierta.Sammy arrugó el ceño, un poco espantada.—¿¡Norton!? —exclamó y él sonrió mientras terminaba de abotonarse los puños de la
La discusión tardó horas, las justas para que cuando Darío llegara al altar con Alonso Fisterra como su padrino, ya estuviera todo organizado y Jacob Lieberman les sacara la lengua a todos los que habían perdido.—¿Tú vas a oficiar mi boda, Lieberman? —preguntó Darío.—¡Pues claro! ¡Me perdí una de las mejores peleas de la historia por buscarte un pedrusco para que le pusieras en el dedo a tu mujer…! —rezongó Jake.—¿O sea que les hiciste chantaje emocional a todos los demás?—¡Eso! —dijo Jake alisándose el traje muy orondo.Darío sonrió porque le daba igual quién oficiara su boda, todos ellos eran buenos amigos, y el Grillo estaba a su lado, inflado como un papá orgulloso.—Por cierto, el avión está listo —murmuró Alonso señalando hacia la pista.Habían decidido hacer la boda en la mansión Rivera porque tenía su propia pista de despegue autorizada, y de ahí saldrían hacia su luna de miel.—Perfecto, va a ser una linda sorpresa para Sammy —sonrió Darío frotándose las manos.—¿Y estás
Sammy protestó tres veces antes de abrir los ojos. Tenía demasiado sueño, aunque ya casi era mediodía. Los dos últimos meses habían sido una completa locura. Islas Midway era mucho mejor de lo que recordaba, en especial porque esta vez iban preparados.Darío la había llevado a incontables paseos alrededor del atolón, habían buceado en los arrecifes, habían hecho el amor como dos conejos en estación y desde hacía una semana Sammy se había declarado cansada.—¡Vamos, princesa, levántate! —la animó Darío—. ¡No tienes idea de la sorpresa que te tengo para hoy!—Diablo, si no viene en forma de hamaca y con almohada, no me interesa —sentenció ella girándose hacia el otro lado en la cama y el Diablo solo la levantó en brazos, así desnuda y envuelta en una sábana, y la llevó a la cocina para prepararle el desayuno.Por suerte la sentó en la encimera, porque ni siquiera había terminado de hacer el café, cuando Sammy hizo una mueca de asco, se inclinó sobre el fregadero y vomitó íntegramente el
Siete meses después.Sammy caminaba alrededor de aquella jaula como si estuviera lista para la madre de todas las peleas.—¡Diablo, sube aquí ahora mismo! —gritó con frustración y Darío se puso pálido.—¿Y yo por qué? —rezongó.—¡Porque tú me hiciste esto! —exclamó Sammy señalando su pancita de nueve meses, mientras sus nudillos se ponían lívidos contra la malla de la jaula—. ¡Aaaaaahhhhh!Darío se apresuró a subir y la alcanzó, haciendo un puchero. Tomó sus manos y empezó a respirar frente a ella como la doctora les había enseñado.—Todavía son cada veinte minutos, nena, falta un poquito —murmuró porque las contracciones no era lo suficientemente seguidas como para que fueran al hospital.—¡Pues aceléralo! —gritó Sammy—. ¡O te juro que el primer nockout de tu vida te lo voy a dar yo!—Entonces mejor nos vamos… ¡no me quiero arriesgar! —aseguró Darío y Sammy lo tomó violentamente por la tela de la playera.—¿Ya llamaste a todos?—¡Sí señora!—¿Los bolsos de los bebés?—¡Listos, señora
Seis meses después.—Parece que acaba de salir de un tornado —susurró Ángel muy bajito para que Sammy no se despertara. Estaba sentada en uno de los enormes sillones y allí mismo se había quedado dormida, justo detrás de los bebés.—Shshshsshshsh, agarra tu bebé y no provoques al dragón —murmuró Darío en respuesta—. Bastante bien estamos para tener dos nenes pequeños.Ángel se aguantó la risa y levantó a la pequeña Alejandra. Se aseguró de que estaba en perfecto equilibrio y salió de la habitación seguido por su hermano, que llevaba al varoncito.Se sentaron en uno de los salones y el abuelo Martin les acercó los biberones.—Pues te voy a decir algo, tú también te vez bien jodido —se rio Ángel y su hermano puso los ojos en blanco.—Tengo sueño crónico ¿qué esperas? ¡Son dos! —respondió—. Lo beuno es que su tío Ángel ya está aquí y nos va a ayudar a cambiar esos pañales apestosos, ¿verdad mi corazón hermoso? —dijo Darío mirando a su hijo y haciéndole muecas que lo hicieron reír de inme