Ángel se quedó mudo durante un segundo tan largo, sin moverse, sin pestañear, que Darío se echó atrás de nuevo en su asiento y suspiró. —Sí, así exactamente me quedé yo cuando me lo dijeron —murmuró y su hermano se sentó despacio frente a él. —¿De qué…? ¿De qué estás hablando, Darío? ¿Cómo que te vas a morir…? —La cochina tomografía de ayer. Cuando fuiste a pagar la cuenta del hospital el doctor me llamó. Me dijo que encontraron un tumor en mi cabeza. Los ojos de Ángel se cristalizaron en un segundo y arrugó el ceño. —Pero… ¿un tumor…? ¿Cómo? ¿No es operable? —balbuceó. —Pues sí y no. Tengo doce por ciento de probabilidades de sobrevivir a una operación y aun así me quedaría medio tonto. No me acordaría de ti, ni del abuelo, ni de Sammy… ni siquiera recordaría como atarme los zapatos —gruñó Darío—. De lo contrario, si no me opero, quizás tenga un año en buena condición. —¡Por Dios! —Ángel escondió la cabeza entre las manos, intentando procesar aquello. —Casi era mejor que no me
Sammy estaba sentada en el salón principal, teniendo una de sus charlas con Lory, cuando los gemelos se asomaron.—¿Se puede? —preguntó el Diablo.—Claro, amor, vengan —les sonrió Sammy y Darío saltó al sofá, acomodándose tras ella y abrazándola.—Oye princesa, quería pedirte un favor importante —dijo el Diablo pero Ángel lo interrumpió.—De hecho, el que quiere pedirte el favor soy yo. Hace mucho tiempo que no descanso y me gustaría tomarme unos días, ¿crees que puedas quedarte a cargo de la empresa?—¿Quién? ¿Yo? —se sorprendió Sammy, pero los gemelos asintieron.—Sí tú. ¿Qué tiene? —respondió Ángel—. La empresa marcha sobre ruedas, además estás haciendo un muy buen trabajo, no veo por qué no puedas quedarte una semana a cargo de todo.Pero no era solo el hecho de que necesitara salir, Ángel también necesitaba asegurarse de que podía hacer aquel trabajo sola.—¡Vamos, chica, tienes que tener más confianza en ti misma! —Lory le abrió los ojos—. Si ellos dicen que tú puedes es porque
Una aventura alrededor de las islas cercanas a la ciudad no era tan drástico, hasta en una de ellas el Diablo encontró las tirolesas, los arrecifes, la pesca con lanza, y Ángel recordó las palabras de Sammy mientras había estado hospitalizada por el veneno: él también creía que allá abajo había cosas que mordían.Casi encallaron el barco del abuelo dos veces, Ángel había gritado como un poseso cuando Darío lo había obligado a lanzarse de un puente, y a escondidas había acabado comprándole una anguila a un pescador para no tener que pescarla él mismo.Regresaron bronceados y cansados… ¡Y nadie se comió esa anguila!—¡Te juro que no recordaba lo divertido que era navegar! —murmuró Ángel—. Deberíamos hacer un viaje alrededor del mundo…—Yo ya lo hice —declaró Darío dibujando en el aire una palomita, como si fuera una tarea cumplida.—¿Cuánto demoraste? —se interesó Ángel.—Pues yo no iba apurado, así que… ¿siete meses? Siete… ocho… más o menos por ahí —recordó Darío—. Lo único que necesi
Ángel pestañeó despacio, y miró a su hermano como si a Darío de repente le hubieran crecido todas las cabezas de la hidra.—Tú me estás jodiendo ¿verdad? —le soltó. ¿Qué era aquello de que besara a Sammy?—Pues no, no te estoy jodiendo —replicó Darío, nervioso—. Tú vas… y te subes las mangas así, para que te vea los tatuajes… pero que no te vea esta mano porque no tenemos las mismas cicatrices… ¡y luego la besas y ya!Ángel achicó los ojos y levantó un índice acusador frente a la nariz de su hermano.—Tú lo que quieres es que a mí me pateen las pelotas —gruñó—. ¿¡Crees que Sammy es estúpida y no se va a dar cuenta solo por los tatuajes!? ¡Se va a poner hecha una fiera cuando se dé cuenta y te recuerdo que mi mini angelito todavía está resentido, no aguanta una agresión…!—Ya, ya, tampoco es para tanto… entras y sales, no se va a dar cuenta.—¡Darío!—¡Bueno está bien! ¡Sí se va a dar cuenta! —rezongó el Diablo—. ¡Pero hazlo igual!Ángel se cruzó de brazos y evaluó la expresión desespe
—No puede ser… ¡Dios! —Sammy se apoyó en la isla de la cocina, sollozando. Aquello era una pesadilla y el problema no era entender poco, sino que entender solo haría que todo fuera más doloroso. —Ángel… —Darío avanzó hacia él pero su hermano negó. —Perdona que no te lo haya dicho en cuanto lo supe, sé que fue muy cruel de mi parte pero… quería pasar tiempo contigo. Quería pasar tiempo contigo sin que me miraras exactamente como me estás mirando ahora —aseguró tratando de espantar las lágrimas. Darío se mesó los cabellos con desesperación. Saber que no iba a morirse habría sido la mejor noticia si de repente no le hubieran cambiado su vida por la de su hermano. —Los médicos te dijeron que puedes operarte… ¿verdad? ¡Te lo dijeron! —exclamó Darío, porque si tenía que ponerle una camisa de fuerza y llevarlo a operarse eso haría. —Me dijeron lo mismo que a ti —respondió su hermano—. Puedo tener un año más o menos bueno, o puedo operarme y si sobrevivo -lo cual tiene menos garantía que
Debían ser las seis o las siete de la tarde, y Darío pateaba su saco nuevo saco de boxeo como si fuera un niño regañado.Hacía tres días que Sammy lo había echado de la casa sin contemplaciones, había tratado de verla después de eso pero entre ella que lo esquivaba y Lory que lo amenazaba con el primer objeto contundente que veía, no había forma de que pudiera acercársele sin que las cosas se pusieran demasiado calientes, y para ser honesto, él la necesitaba con la cabeza lo más fría posible.—Ahí, está, anímalo, y si no puedes, ya meteré yo las manos —escuchó murmurar a su gemelo y giró la cabeza para encontrarse al Grillo Fisterra, de brazos cruzados en la puerta del pequeño gimnasio.Darío caminó hasta el borde del ring y bajó a saludarlo.—¿Grillo? ¿Qué haces aquí? Te creía en…Ni siquiera vio llegar el puñetazo, solo sintió que sus pies se levantaban del suelo mientras su cuerpo caía pesadamente hacia atrás.—Si tú quieres, la siguiente vez que te pase algo, no me lo digas, ¡para
Debían ser quizás las tres de la madrugada cuando Alonso «El Grillo» Fisterra, campeón invicto de las peleas clandestinas, rey de las jaulas, etc. etc., rezongaba cargando sobre su hombro al boxeador que le habían noqueado. Él no entrenaba a nadie, por ningún motivo, pero aquel muchacho había insistido en que le enseñara un poco. Grillo había aceptado solo porque era demasiado insistente, pero habían acabado noqueándolo en su primera pelea.Lo había echado en el asiento trasero de su coche, como un bulto de patatas, mientras protestaba.—¡No vuelvo a entrenar a nadie…! ¡Condenados millenials, son unos flojos…!Pero antes de que pudiera seguir con sus resabios, había visto un movimiento extraño en la calle del frente. Un chico que debía tener quizás unos veinte o veintiún años, a todas luces rico y consentido, salía de uno de los casinos de la ciudad, sin darse cuenta de que cuatro matones de oportunidad lo estaban siguiendo.Grillo puso los ojos en blanco, veía cosas como aquella todo
Juntos eran un maldito volcán en erupción y los dos sabían que era algo que no podía evitarse. Dos besos, uno de los dos lo bastante enojado y en pocos segundos la erección de Darío ya estaba presionando contra las bragas de Sammy. La besó con desesperación, mientras su respiración se aceleraba y sentía cómo a poco los dos se tensaban. Se hacían falta, eso era evidente, pero no quería que aquello sucediera en silencio, y en medio de la oficina no podían hacer un escándalo.—¿Sabes lo único que te salva? —murmuró en su oído mientras le sostenía la barbilla para que no se moviera—. Que este maldit@ oficina está llena de gente y yo quiero que grites… porque de lo contrario estaría pegándote la mejilla a este escritorio y haciéndote gemir hasta que se oyera en el primer puto piso.Salió de entre sus piernas y se echó atrás, mordiéndose el labio inferior mientras Sammy le dirigía una mirada asesina.—Voy a comenzar a trabajar en la empresa desde hoy —le anunció el Diablo con una sonrisa so