Debía tener unos veinticinco o veintiséis años, el cabello de un rubio claro, los ojos azules y los dientes del príncipe encantador, listos para que Darío se los rompiera en privado, para no perturbar el buen ambiente de la fiesta.—Mi nombre es Saúl Herrera —se presentó con sorna mirando a Darío de arriba abajo—. Y digamos que Sahamara y yo tenemos una… historia.El Diablo sintió que Sammy se ponía tensa y arrugó el ceño.—¿Historia? —gruñó.—Soy su ex.Darío levantó las cejas, sorprendido y se giró hacia Sammy, haciendo que la muchacha lo mirara, pero si ella esperaba verlo molesto o celoso, eso se le olvidó en el momento en que lo vio juntar el índice y el pulgar de una mano, dejando apenas un centímetro de diferencia entre ellos.—¿Este es el…?Y toda la rabia o la indignación que podía tener se le fueron a Sammy tratando de aguantarse la risa. ¿Cómo al Diablo se le podían ocurrir aquellas cosas en medio de una situación tan incómoda?—Sí, ese es… —rio negando, porque amaba a ese
Ángel cerró los ojos conforme el ascensor iba subiendo, y durante un segundo se llevó una mano al puente de la nariz. Se había tomado cuatro o cinco copas de champaña, no eran nada, pero junto con ese maldito dolor de cabeza que no se le quitaba, ya lo tenían hasta mareado.Por suerte la velada ya había avanzado, y en cuanto llegó al salón, el abuelo ya estaba listo para hacer los anuncios pertinentes.—Queridos amigos, les agradezco mucho que hayan venido esta noche. Sobra decir que desde ya vemos el relanzamiento de este vino como un éxito, y prueba de eso son los numerosos contratos de distribución que nos han ofrecido —comenzó el abuelo Martín—. Sin embargo hoy quisimos reunirlos aquí para hacerles un anuncio aún más especial. Durante treinta años las dos partes de este conglomerado se han mantenido separadas, una operando en América, y otra en Europa. Esta noche esas dos mitades por fin se van a unir como una sola empresa, formando una sociedad que llevará a esta empresa a un nue
—¿Lista, muñeca? —preguntó Ángel y pasó su brazo alrededor de Sammy solo por molestar a Darío.—¡Oye, oye! ¡Que corra el aire! —le dijo su hermano y Ángel se dio la vuelta.Iban en el ascensor subiendo hacia la oficina, Ángel iba delante con Sammy y Darío detrás, porque él se había autonombrado guardaespaldas familiar.—Tienes que comportarte, Diablo —le dijo Sammy con dulzura—. Vamos a trabajar tranquilos.—Bueno, pero yo me quedo contigo en tu oficina…—Que por cierto está al lado de la mía así que no quiero sonidos raros saliendo de ahí —se burló Ángel y Darío le sacó la lengua.Sammy puso los ojos en blanco porque era como tener dos niños, pero finalmente lograron pasar un primer día bastante agradable en la oficina.Con el relanzamiento del vino y la cantidad de distribuidores que habían ofrecido contratos, ahora tenían hasta para elegir, pero eso también significaba que el trabajo era mucho. Sammy ponía de su parte, pero con todo lo sucedido Ángel se había quedado sin una asiste
Ángel trató de abrir los ojos pero no lo consiguió al instante y algo en él, un instinto básico y asertivo, lo hizo permanecer con los ojos cerrados mientras intentaba identificar las voces que sonaban a su alrededor.No recordaba mucho, solo que había llegado al departamento de su madre y ella le había ofrecido un café mientras le preguntaba por su hermano. Después de eso el maldit0 de Guillermo había aparecido y había tratado de pelear contra él pero era como… como si no tuviera fuerzas.Lo último que había sentido había sido un golpe al costado de la frente y luego solo oscuridad.Intentó identificar qué había pasado con él. Estaba atado a una silla, a una mala porque le dolía el trasero, así que eso también significaba que llevaba bastante tiempo allí. Tenía las manos atadas a la espalda por detrás de la silla, y tampoco podía mover los pies. Por el momento al menos no tenía una mordaza en la boca, pero eso no era un buen indicio, porque significaba que nos les importaba si gritab
La camioneta Hummer, grande, la militarizada, había tardado solo cuatro horas en llegar después de que Kolya hiciera un pedido especial. Incorporarle un rastreador había sido cuestión de minutos, y para las siete de la mañana ya estaban esperando instrucciones con todo listo.—¿Estás seguro de que quieres hacer esto? —le preguntó Norton a Darío mientras cargaban las maletas del dinero en la Hummer—. Tengo gente entrenada para estos casos…—Y tu gente va a estar ahí, Norton, pero no voy a dejar la vida de Sammy en manos de nadie más —replicó Darío—. Ese trasero es mi responsabilidad, y créeme que no lo voy a dejar salir de mi vista.—Esto es una locura. ¿De verdad todo esto es dinero? —preguntó Norton viendo aquellas cincuenta maletas pequeñas.—Pues sí, eso es lo que la gente no entiende, el dinero pesa. Cada millón son diez kilogramos, multiplica eso por cincuenta y verás —le explicó Darío.—Es media tonelada…—Y va a ser la perdición de Guillermo, creéme. Si cree que puede escapar a
La resolución estaba retratada en el rostro de Guillermo cuando apretó aquel gatillo. Ya no estaba dispuesto a dejar que ganara nadie más que no fuera él.Sammy solo reaccionó, se levantó cubriendo a Ángel con su cuerpo y el primer disparo hizo eco en la habitación, impactando a la muchacha en plena espalda.—¡Sammy… no! —gritó Ángel sosteniéndola porque el disparo la había empujado hacia él, pero cuando el segundo disparo resonó, lo único que sintió Ángel fue el impacto de un cuerpo que los hacía rodar por el suelo.Darío se volvió de frente a Guillermo, haciéndoles de escudo desde el piso, y empezó a disparar a una velocidad que hizo a Guillermo salir corriendo de la casa.El Diablo suspiró mirándose el brazo donde había rozado el segundo disparo de Guillermo, le dolía como el demonio pero estaba saliendo poca sangre así que no era grave.Pero a su lado Ángel parecía desesperado mientras sacudía con fuerza a Sammy, que estaba tirada entre ellos dos.—¡Sammy…! ¡Sammy! ¡Darío…!—No me
La voz de uno de los paramédicos se alzó entre la multitud y llamó la atención de Norton.—Teniente, ¿a quién me estoy llevando? —quiso confirmar.—A los gemelos Rivera, Ángel y Darío, y a la señora Sahamara Reyes —le dijo Norton mientras subían a cada uno a una ambulancia y le ponían los collarines de inmovilización.Sammy fue la última en entrar a la sala de urgencias del hospital, y ya estaban los gemelos haciendo su berrinche y bajándose de sus camillas.—Pero que yo no necesito eso… —rezongaba Darío—. Yo estoy perfectamente.—Yo también estoy bien, ¡no me vaya a pinchar con esa aguja…!—Señores, por favor… —se impacientaba un médico—. Acaban de tener un accidente de auto, el protocolo es pasarlos por la TAC y hacerles una tomografía…—Oiga, doc… —Sammy levantó la voz haciendo que los gemelos la miraran—. Se pegaron fuerte en la cabeza y están desvariando. Si siguen haciendo berrinche los duerme y ya. Yo soy la esposa, yo autorizo la tomografía esa.—¿La esposa de cuál? —preguntó
Darío estaba aturdido. Cerró los ojos y respiró pesadamente mientras intentaba encajar aquel golpe. Había más de seis médicos en aquella habitación y parecía que todo el mundo estaba preocupado y concentrado en él.—¿Un… tumor? —balbuceó—. ¿En mi… en mi cabeza?El doctor frente a él asintió con un gesto de tristeza.—Así es. Es un tumor… relativamente grande.—¿No se puede operar? —preguntó Darío mientras sus ojos se cristalizaban.—Sí, sí se puede… —dijo el médico, pero por su tono el Diablo sabía que no era muy optimista.—¿Pero?El doctor miró a sus colegas y luego a él de nuevo.—El glioma está en un lugar de difícil acceso. No voy a mentirle el riesgo es muy grande —le explicó—. Las probabilidades de éxito para una operación como esta son del doce por ciento…—¡Joder! —Darío se inclinó hacia adelante porque hasta náuseas le había dado—. Eso quiere decir… que hay ochenta y ocho por ciento de probabilidades de que me muera en una mesa de operaciones…El médico pasó saliva, dar aque