—¡Hey, hey! Vamos, separación. Que corra el aire… —oyeron tras ellos y Ángel estalló en carcajadas.—Abrázame más a ver si le salta una vena de la frente —murmuró y Sammy cruzó las piernas alrededor de uno de sus pies como si fuera un monito colgado.—¡Estás buscándote subir al cielo antes de tiempo, Angelito! —lo amenazó Darío, pero todos podían ver la sonrisa velada en sus ojos.—¡Ay por favor, los dos sabemos que esta mujer solo se quedó contigo porque estás más grande, Míster Musculitos! ¡Pero dame un mes en el gimnasio y verás como te la quito! —lo provocó Ángel con zalamería mientras Sammy se despegaba de él y lo golpeaba en un brazo.—¡Oye, más respeto para mi hombre! —replicó Sammy—. ¡Ese cuerpazo ha sido el fruto de ocho años de ejercicios! ¡Además él no solo tiene músculos!—¡Eso nena, tú dile! —le sonrió Darío.—También tiene tatuajes… —aseguró y el Diablo arrugó el entrecejo porque esperaba que hablara de su cerebro o algo—. Y además tiene un piercing en el p…—¡Sammy! —gr
Sammy abrió los ojos despacio y alargó la mano tratando de encontrar a Darío en la cama, pero solo se encontró con el hueco caliente que dejaba su cuerpazo cuando no estaba. Escuchó la ducha y en menos de un segundo estaba desnuda y colándose en ella hasta que se dio cuenta de que no había nadie allí.—¿Pero qué demonios…?—¡Te agarré infraganti, calenturienta! —le gritó el Diablo asomándose a la puerta y Sammy le sacó la lengua, pero terminó de bañarse y salió para encontrarse con un delicioso desayuno servido en la cama—. ¿Qué pasa? ¿No te gusta, princesa?Darío hizo un puchero porque de verdad se había esmerado en preparar todo lo que a ella le gustaba y hasta al jardín había ido por florecitas.—¡No, amor, al contrario! ¡Me encanta! Es solo que… me había entusiasmado con la… ducha.El Diablo le dio la vuelta y vio aquellas mejillas coloradas.—Pues por eso te traje el desayuno, tienes que estar fuerte para la… ducha —replicó levantando una ceja con una clara insinuación y ella son
Segundos. Solo segundos fue lo que le tomó a Ángel salir corriendo de su despacho y llegar a la antigua oficina de Sammy, que supuestamente estaba cerrada desde hacía días.Sobre el escritorio había un paquete de unos cuarenta centímetros de alto, por unos quince de ancho. Estaba envuelto en papel de regalo y parecía muy costoso.Ángel se dio la vuelta y caminó hacia el escritorio de Viviana y la tomó por una mano levantándola de su asiento.—¿Quién demonios trajo eso? —le preguntó con los dientes apretados y ella lo miró sin disimular su rabia.—Un mensajero hace un rato. Dijeron que era para ella y por más que le aseguré que la destinataria estaba muerta, se empeñó en que lo dejara en su oficina, que a alguien le interesaría…—¡Maldición! —gruñó Ángel soltándola y sacando su teléfono para llamar a Norton. El Teniente no tardó nada en contestarle y se preocupó exactamente igual que el gemelo al escuchar del paquete.—¡Ni se te ocurra tocar eso! —le advirtió—. Sabemos que Guillermo pr
—¿¡Tú de verdad te volviste loca!? —le gritó Darío cuando estuvieron solos y Sammy le apretó los labios y le enseñó el puño en señal de advertencia.—¿Quieres decírmelo más alto a ver si me hago pipí de la impresión? —lo retó y él se llevó las manos a la cabeza con frustración antes de tirar de ella y abrazarla con un gesto posesivo.—¿Por qué me das tantos dolores de cabeza, princesa? Tú no me quieres ni un poquito, ¿verdad? —protestó Darío besándola.—Yo te adoro, Diablo —murmuró Sammy rodeándolo con las piernas—. No hay nadie que pueda amarte más que yo, pero sabes que no puedo vivir con la cabeza escondida es un agujero esperando que todo pase. Quizás antes sí… pero ya no. No después de conocerte.Darío resopló con resignación y se sentó en un sofá con ella encima.—¡Maldición! ¡No debí enseñarte tanto!—Al contrario, me hiciste una mujer más fuerte, con el grado justo de miedo como para lograr sobrevivir, así que por favor, respeta a la mujer que creaste y solo ayúdame —dijo ella
Debía tener unos veinticinco o veintiséis años, el cabello de un rubio claro, los ojos azules y los dientes del príncipe encantador, listos para que Darío se los rompiera en privado, para no perturbar el buen ambiente de la fiesta.—Mi nombre es Saúl Herrera —se presentó con sorna mirando a Darío de arriba abajo—. Y digamos que Sahamara y yo tenemos una… historia.El Diablo sintió que Sammy se ponía tensa y arrugó el ceño.—¿Historia? —gruñó.—Soy su ex.Darío levantó las cejas, sorprendido y se giró hacia Sammy, haciendo que la muchacha lo mirara, pero si ella esperaba verlo molesto o celoso, eso se le olvidó en el momento en que lo vio juntar el índice y el pulgar de una mano, dejando apenas un centímetro de diferencia entre ellos.—¿Este es el…?Y toda la rabia o la indignación que podía tener se le fueron a Sammy tratando de aguantarse la risa. ¿Cómo al Diablo se le podían ocurrir aquellas cosas en medio de una situación tan incómoda?—Sí, ese es… —rio negando, porque amaba a ese
Ángel cerró los ojos conforme el ascensor iba subiendo, y durante un segundo se llevó una mano al puente de la nariz. Se había tomado cuatro o cinco copas de champaña, no eran nada, pero junto con ese maldito dolor de cabeza que no se le quitaba, ya lo tenían hasta mareado.Por suerte la velada ya había avanzado, y en cuanto llegó al salón, el abuelo ya estaba listo para hacer los anuncios pertinentes.—Queridos amigos, les agradezco mucho que hayan venido esta noche. Sobra decir que desde ya vemos el relanzamiento de este vino como un éxito, y prueba de eso son los numerosos contratos de distribución que nos han ofrecido —comenzó el abuelo Martín—. Sin embargo hoy quisimos reunirlos aquí para hacerles un anuncio aún más especial. Durante treinta años las dos partes de este conglomerado se han mantenido separadas, una operando en América, y otra en Europa. Esta noche esas dos mitades por fin se van a unir como una sola empresa, formando una sociedad que llevará a esta empresa a un nue
—¿Lista, muñeca? —preguntó Ángel y pasó su brazo alrededor de Sammy solo por molestar a Darío.—¡Oye, oye! ¡Que corra el aire! —le dijo su hermano y Ángel se dio la vuelta.Iban en el ascensor subiendo hacia la oficina, Ángel iba delante con Sammy y Darío detrás, porque él se había autonombrado guardaespaldas familiar.—Tienes que comportarte, Diablo —le dijo Sammy con dulzura—. Vamos a trabajar tranquilos.—Bueno, pero yo me quedo contigo en tu oficina…—Que por cierto está al lado de la mía así que no quiero sonidos raros saliendo de ahí —se burló Ángel y Darío le sacó la lengua.Sammy puso los ojos en blanco porque era como tener dos niños, pero finalmente lograron pasar un primer día bastante agradable en la oficina.Con el relanzamiento del vino y la cantidad de distribuidores que habían ofrecido contratos, ahora tenían hasta para elegir, pero eso también significaba que el trabajo era mucho. Sammy ponía de su parte, pero con todo lo sucedido Ángel se había quedado sin una asiste
Ángel trató de abrir los ojos pero no lo consiguió al instante y algo en él, un instinto básico y asertivo, lo hizo permanecer con los ojos cerrados mientras intentaba identificar las voces que sonaban a su alrededor.No recordaba mucho, solo que había llegado al departamento de su madre y ella le había ofrecido un café mientras le preguntaba por su hermano. Después de eso el maldit0 de Guillermo había aparecido y había tratado de pelear contra él pero era como… como si no tuviera fuerzas.Lo último que había sentido había sido un golpe al costado de la frente y luego solo oscuridad.Intentó identificar qué había pasado con él. Estaba atado a una silla, a una mala porque le dolía el trasero, así que eso también significaba que llevaba bastante tiempo allí. Tenía las manos atadas a la espalda por detrás de la silla, y tampoco podía mover los pies. Por el momento al menos no tenía una mordaza en la boca, pero eso no era un buen indicio, porque significaba que nos les importaba si gritab