Si Darío hubiera golpeado a Gael en el rostro, repetidas veces, sin compasión, probablemente al hombre se le hubiera quedado menos cara de asustado. Pero la verdad era que saber que había perdido toda la fortuna de su padre lo había dejado sin habla.—¡No puede ser…! —gruñó mirando aquellos papeles y todo lo que contenían—. ¡No es posible…!—¡Caramba! ¡Y yo que pasé media vida creyendo que saltarías de alegría el día que supieras que el abuelo me había dejado su herencia… —respondió Ángel con sorna… pero al parecer no era eso precisamente lo que estabas buscando! ¿Verdad?Gael apretó los labios con un gesto de impotencia, pero trató de controlarse.—¡Por supuesto que eso era lo que quería! ¡Tú eres mi hijo…!—Pues Darío también es tu hijo yo mejor que nadie sé cuánto lo desprecias y cuánto has hecho por mantenerlo alejado de esta familia —siseó Ángel.—¡Es que no es lo mismo! ¡Él es un irresponsable, y tú…! —Pero la carcajada que salió del pecho de Ángel lo hizo callarse al instante.
Los gritos de Amaranta se escuchaban al otro lado del país, pero Gael parecía simplemente consternado. Cuando los policías lo sacaron de aquella oficina.Norton se había hecho pasar como fumigador, y él y su equipo habían colocado cámaras y micrófonos por todo el despacho de Ángel. Por eso el gemelo había esperado a que su padre saliera de la casa para echar a su madre, esperando que ella lo llamara y Gael fuera a encontrarlo en la oficina.Una hora después, el hombre despotricaba contra todos en la sala de interrogatorios, mientras pedía un abogado.—Así ya no va a hablar —murmuró Ángel entre dientes mientras él y Darío se acercaban al otro lado del cristal.—No te preocupes, tú déjaselo a Norton, que ese está bien entrenado —sonrió Connor Sheffield con malicia, porque él mismo se había encargado de entrenar a Norton hasta convertirlo en Teniente y dentro de muy poco, en Capitán de su propio precinto—. Si alguien puede sacarle información, es él.Y como para confirmar sus pensamiento
—¡Hey, hey! Vamos, separación. Que corra el aire… —oyeron tras ellos y Ángel estalló en carcajadas.—Abrázame más a ver si le salta una vena de la frente —murmuró y Sammy cruzó las piernas alrededor de uno de sus pies como si fuera un monito colgado.—¡Estás buscándote subir al cielo antes de tiempo, Angelito! —lo amenazó Darío, pero todos podían ver la sonrisa velada en sus ojos.—¡Ay por favor, los dos sabemos que esta mujer solo se quedó contigo porque estás más grande, Míster Musculitos! ¡Pero dame un mes en el gimnasio y verás como te la quito! —lo provocó Ángel con zalamería mientras Sammy se despegaba de él y lo golpeaba en un brazo.—¡Oye, más respeto para mi hombre! —replicó Sammy—. ¡Ese cuerpazo ha sido el fruto de ocho años de ejercicios! ¡Además él no solo tiene músculos!—¡Eso nena, tú dile! —le sonrió Darío.—También tiene tatuajes… —aseguró y el Diablo arrugó el entrecejo porque esperaba que hablara de su cerebro o algo—. Y además tiene un piercing en el p…—¡Sammy! —gr
Sammy abrió los ojos despacio y alargó la mano tratando de encontrar a Darío en la cama, pero solo se encontró con el hueco caliente que dejaba su cuerpazo cuando no estaba. Escuchó la ducha y en menos de un segundo estaba desnuda y colándose en ella hasta que se dio cuenta de que no había nadie allí.—¿Pero qué demonios…?—¡Te agarré infraganti, calenturienta! —le gritó el Diablo asomándose a la puerta y Sammy le sacó la lengua, pero terminó de bañarse y salió para encontrarse con un delicioso desayuno servido en la cama—. ¿Qué pasa? ¿No te gusta, princesa?Darío hizo un puchero porque de verdad se había esmerado en preparar todo lo que a ella le gustaba y hasta al jardín había ido por florecitas.—¡No, amor, al contrario! ¡Me encanta! Es solo que… me había entusiasmado con la… ducha.El Diablo le dio la vuelta y vio aquellas mejillas coloradas.—Pues por eso te traje el desayuno, tienes que estar fuerte para la… ducha —replicó levantando una ceja con una clara insinuación y ella son
Segundos. Solo segundos fue lo que le tomó a Ángel salir corriendo de su despacho y llegar a la antigua oficina de Sammy, que supuestamente estaba cerrada desde hacía días.Sobre el escritorio había un paquete de unos cuarenta centímetros de alto, por unos quince de ancho. Estaba envuelto en papel de regalo y parecía muy costoso.Ángel se dio la vuelta y caminó hacia el escritorio de Viviana y la tomó por una mano levantándola de su asiento.—¿Quién demonios trajo eso? —le preguntó con los dientes apretados y ella lo miró sin disimular su rabia.—Un mensajero hace un rato. Dijeron que era para ella y por más que le aseguré que la destinataria estaba muerta, se empeñó en que lo dejara en su oficina, que a alguien le interesaría…—¡Maldición! —gruñó Ángel soltándola y sacando su teléfono para llamar a Norton. El Teniente no tardó nada en contestarle y se preocupó exactamente igual que el gemelo al escuchar del paquete.—¡Ni se te ocurra tocar eso! —le advirtió—. Sabemos que Guillermo pr
—¿¡Tú de verdad te volviste loca!? —le gritó Darío cuando estuvieron solos y Sammy le apretó los labios y le enseñó el puño en señal de advertencia.—¿Quieres decírmelo más alto a ver si me hago pipí de la impresión? —lo retó y él se llevó las manos a la cabeza con frustración antes de tirar de ella y abrazarla con un gesto posesivo.—¿Por qué me das tantos dolores de cabeza, princesa? Tú no me quieres ni un poquito, ¿verdad? —protestó Darío besándola.—Yo te adoro, Diablo —murmuró Sammy rodeándolo con las piernas—. No hay nadie que pueda amarte más que yo, pero sabes que no puedo vivir con la cabeza escondida es un agujero esperando que todo pase. Quizás antes sí… pero ya no. No después de conocerte.Darío resopló con resignación y se sentó en un sofá con ella encima.—¡Maldición! ¡No debí enseñarte tanto!—Al contrario, me hiciste una mujer más fuerte, con el grado justo de miedo como para lograr sobrevivir, así que por favor, respeta a la mujer que creaste y solo ayúdame —dijo ella
Debía tener unos veinticinco o veintiséis años, el cabello de un rubio claro, los ojos azules y los dientes del príncipe encantador, listos para que Darío se los rompiera en privado, para no perturbar el buen ambiente de la fiesta.—Mi nombre es Saúl Herrera —se presentó con sorna mirando a Darío de arriba abajo—. Y digamos que Sahamara y yo tenemos una… historia.El Diablo sintió que Sammy se ponía tensa y arrugó el ceño.—¿Historia? —gruñó.—Soy su ex.Darío levantó las cejas, sorprendido y se giró hacia Sammy, haciendo que la muchacha lo mirara, pero si ella esperaba verlo molesto o celoso, eso se le olvidó en el momento en que lo vio juntar el índice y el pulgar de una mano, dejando apenas un centímetro de diferencia entre ellos.—¿Este es el…?Y toda la rabia o la indignación que podía tener se le fueron a Sammy tratando de aguantarse la risa. ¿Cómo al Diablo se le podían ocurrir aquellas cosas en medio de una situación tan incómoda?—Sí, ese es… —rio negando, porque amaba a ese
Ángel cerró los ojos conforme el ascensor iba subiendo, y durante un segundo se llevó una mano al puente de la nariz. Se había tomado cuatro o cinco copas de champaña, no eran nada, pero junto con ese maldito dolor de cabeza que no se le quitaba, ya lo tenían hasta mareado.Por suerte la velada ya había avanzado, y en cuanto llegó al salón, el abuelo ya estaba listo para hacer los anuncios pertinentes.—Queridos amigos, les agradezco mucho que hayan venido esta noche. Sobra decir que desde ya vemos el relanzamiento de este vino como un éxito, y prueba de eso son los numerosos contratos de distribución que nos han ofrecido —comenzó el abuelo Martín—. Sin embargo hoy quisimos reunirlos aquí para hacerles un anuncio aún más especial. Durante treinta años las dos partes de este conglomerado se han mantenido separadas, una operando en América, y otra en Europa. Esta noche esas dos mitades por fin se van a unir como una sola empresa, formando una sociedad que llevará a esta empresa a un nue