—¿Vas a quedarte? ¿Quieres que te mande a preparar una habitación? —preguntó Darío y Ángel negó.Ya pasaban de las doce de la noche, y solo quedaban ellos dos conversando en la habitación del abuelo, el resto de la aguerrida tropa de aquella casa se había ido a dormir.—No, no te preocupes, me voy a quedar aquí con el abuelo. De todas formas tus sofás son mejores que las camas de la casa —se burló Ángel—. ¿Viste la cara que se le quedó a mamá cuando vio dónde vives?—¿Y viste la de papá? Parecía que le iba a dar una embolia ahí mismo —rio Darío—. Y a propósito. ¿Dónde cree papá que estás ahora?—Tirándome a mi asistente como el más capaz —gruñó Ángel cruzándose de brazos.—Con que no sospeche que estás aquí es suficiente.—No te preocupes, después de lo que pasó en el funeral no creo que sospeche nada. De todas formas mañana tengo que hablar con el teniente Norton, me dijo que quería reunirse conmigo, al parecer se puso en contacto con la policía de Honolulú y descubrieron algo sobre
Darío le dio un beso en la frente a su abuelo y sonrió.—Bueno, antes de que nos volvamos locos, Ángel y yo tenemos una sorpresa para ti, pero tienes que prometer que no te vas a alterarte, ¿de acuerdo? —le advirtió.—Yo lo preparo, tú búscala —dijo Ángel y Darío salió directamente a buscar a Sammy.No le importó sacarla de la cama en pijama, desgreñada y restregándose los ojos. Le dio dos besos para despertarla, y así mismo la llevó a ver al abuelo Martin.El anciano escandalizó tanto de la alegría que Sammy se sintió por un momento como si fuera su propio abuelo, y después de hacer que se tranquilizara se sentó a su lado.—¿De verdad estás bien, hija? —murmuró tomando sus manos—. ¿¡Cómo no me dijeron nada!?—Perdón, abuelo, pero la verdad necesitábamos que todo el mundo creyera que ella estaba muerta —le dijo Ángel—. No podíamos arriesgarnos a decirte, y cuando quise contártelo estabas… bueno un poquito ido.El abuelo negó con tristeza.—No recuerdo mucho, la verdad, era como estar
El teniente Norton se echó hacia adelante arrugando el entrecejo. —¿Cómo que usted firmó esos cheques? Para Ángel era doloroso hasta pensarlo, pero ya había visto a su padre medicando a su abuelo para provocarle demencia, ¿qué otras cosas no sería capaz de hacer? —Desde hace seis años mi padre viene diciéndome que mi hermano nos pedía dinero, yo no tenía idea de que no lo necesitaba, así que le firmaba un cheque al portador por catorce mil dólares cada mes. Yo pensaba que mi hermano lo cobraba, pero hace poco supe que era mi padre quien lo hacía. —Se quedó en silencio por algunos segundos, encajando aquella decepción—. Esa cuenta debe tener ahora un millón sesenta y cuatro mil dólares, y mi padre sacó la mitad para pagarle a los pilotos, pero ¿para qué? —Eso es lo que quisiéramos saber. Hasta ahora tenemos varios indicios extraños, como la manipulación del tren de aterrizaje del avión, o las cosas que se encontraron en esa maleta dentro de las ruedas —apuntó Norton—, pero es imposi
Si Darío hubiera golpeado a Gael en el rostro, repetidas veces, sin compasión, probablemente al hombre se le hubiera quedado menos cara de asustado. Pero la verdad era que saber que había perdido toda la fortuna de su padre lo había dejado sin habla.—¡No puede ser…! —gruñó mirando aquellos papeles y todo lo que contenían—. ¡No es posible…!—¡Caramba! ¡Y yo que pasé media vida creyendo que saltarías de alegría el día que supieras que el abuelo me había dejado su herencia… —respondió Ángel con sorna… pero al parecer no era eso precisamente lo que estabas buscando! ¿Verdad?Gael apretó los labios con un gesto de impotencia, pero trató de controlarse.—¡Por supuesto que eso era lo que quería! ¡Tú eres mi hijo…!—Pues Darío también es tu hijo yo mejor que nadie sé cuánto lo desprecias y cuánto has hecho por mantenerlo alejado de esta familia —siseó Ángel.—¡Es que no es lo mismo! ¡Él es un irresponsable, y tú…! —Pero la carcajada que salió del pecho de Ángel lo hizo callarse al instante.
Los gritos de Amaranta se escuchaban al otro lado del país, pero Gael parecía simplemente consternado. Cuando los policías lo sacaron de aquella oficina.Norton se había hecho pasar como fumigador, y él y su equipo habían colocado cámaras y micrófonos por todo el despacho de Ángel. Por eso el gemelo había esperado a que su padre saliera de la casa para echar a su madre, esperando que ella lo llamara y Gael fuera a encontrarlo en la oficina.Una hora después, el hombre despotricaba contra todos en la sala de interrogatorios, mientras pedía un abogado.—Así ya no va a hablar —murmuró Ángel entre dientes mientras él y Darío se acercaban al otro lado del cristal.—No te preocupes, tú déjaselo a Norton, que ese está bien entrenado —sonrió Connor Sheffield con malicia, porque él mismo se había encargado de entrenar a Norton hasta convertirlo en Teniente y dentro de muy poco, en Capitán de su propio precinto—. Si alguien puede sacarle información, es él.Y como para confirmar sus pensamiento
—¡Hey, hey! Vamos, separación. Que corra el aire… —oyeron tras ellos y Ángel estalló en carcajadas.—Abrázame más a ver si le salta una vena de la frente —murmuró y Sammy cruzó las piernas alrededor de uno de sus pies como si fuera un monito colgado.—¡Estás buscándote subir al cielo antes de tiempo, Angelito! —lo amenazó Darío, pero todos podían ver la sonrisa velada en sus ojos.—¡Ay por favor, los dos sabemos que esta mujer solo se quedó contigo porque estás más grande, Míster Musculitos! ¡Pero dame un mes en el gimnasio y verás como te la quito! —lo provocó Ángel con zalamería mientras Sammy se despegaba de él y lo golpeaba en un brazo.—¡Oye, más respeto para mi hombre! —replicó Sammy—. ¡Ese cuerpazo ha sido el fruto de ocho años de ejercicios! ¡Además él no solo tiene músculos!—¡Eso nena, tú dile! —le sonrió Darío.—También tiene tatuajes… —aseguró y el Diablo arrugó el entrecejo porque esperaba que hablara de su cerebro o algo—. Y además tiene un piercing en el p…—¡Sammy! —gr
Sammy abrió los ojos despacio y alargó la mano tratando de encontrar a Darío en la cama, pero solo se encontró con el hueco caliente que dejaba su cuerpazo cuando no estaba. Escuchó la ducha y en menos de un segundo estaba desnuda y colándose en ella hasta que se dio cuenta de que no había nadie allí.—¿Pero qué demonios…?—¡Te agarré infraganti, calenturienta! —le gritó el Diablo asomándose a la puerta y Sammy le sacó la lengua, pero terminó de bañarse y salió para encontrarse con un delicioso desayuno servido en la cama—. ¿Qué pasa? ¿No te gusta, princesa?Darío hizo un puchero porque de verdad se había esmerado en preparar todo lo que a ella le gustaba y hasta al jardín había ido por florecitas.—¡No, amor, al contrario! ¡Me encanta! Es solo que… me había entusiasmado con la… ducha.El Diablo le dio la vuelta y vio aquellas mejillas coloradas.—Pues por eso te traje el desayuno, tienes que estar fuerte para la… ducha —replicó levantando una ceja con una clara insinuación y ella son
Segundos. Solo segundos fue lo que le tomó a Ángel salir corriendo de su despacho y llegar a la antigua oficina de Sammy, que supuestamente estaba cerrada desde hacía días.Sobre el escritorio había un paquete de unos cuarenta centímetros de alto, por unos quince de ancho. Estaba envuelto en papel de regalo y parecía muy costoso.Ángel se dio la vuelta y caminó hacia el escritorio de Viviana y la tomó por una mano levantándola de su asiento.—¿Quién demonios trajo eso? —le preguntó con los dientes apretados y ella lo miró sin disimular su rabia.—Un mensajero hace un rato. Dijeron que era para ella y por más que le aseguré que la destinataria estaba muerta, se empeñó en que lo dejara en su oficina, que a alguien le interesaría…—¡Maldición! —gruñó Ángel soltándola y sacando su teléfono para llamar a Norton. El Teniente no tardó nada en contestarle y se preocupó exactamente igual que el gemelo al escuchar del paquete.—¡Ni se te ocurra tocar eso! —le advirtió—. Sabemos que Guillermo pr