Sammy asomó la cabeza en aquella habitación después de escuchar el escándalo. —¿Eso es humo? —preguntó. —¿Humo? —repitió Ángel. —Lo que te sale de las orejas —aclaró Sammy y él presionó un botón en la computadora y reprodujo la presentación. La muchacha la vio hasta donde empezaron los gemidos y se tapó la boca ahogando la carcajada. —¡Espera, espera, lo mejor viene ahora! —gruñó Ángel y Sammy se mordió los labios cuando apareció la foto de Darío con aquella frase. ¡Bien le había dicho que iba a estar cerca! —¿En serio te hace gracia? ¡Me cambió mi presentación por porno gay! ¿¡Cómo se supone que le vuelva a mirar las caras al equipo de marketing!? Sammy respiró hondo y puso las dos manos sobre sus hombros. —Sé que estás enojado… —¿Enojado? ¡Hackeó mi computadora! ¡Me puso porno gay! —gritó Ángel. —¿Y qué aprendiste de eso? —lo reconvino Sammy—. Tu computadora es hackeable. Tienes que mejorar tu seguridad. Ángel le rodó los ojos y negó. —¿Cómo puedes defenderlo siempre? —gru
Sammy apretó los labios mientras todavía sentía la respiración de Ángel muy cerca de su boca, y pronunció una sola palabra, suave y firme.—Suéltame.Ángel se apartó de ella y le dio la espalda con un gesto de frustración.—Estás equivocándote en algo… yo no era para ti. Ni tampoco para él —dijo sin alzar la voz—. Yo soy una persona, Ángel, no una cosa. Y si hasta ahora Darío y tú se repartieron las mujeres, eso no va a pasar conmigo.Él se giró y Sammy pudo ver la impotencia en su rostro.—Me gustas —dijo sin pelos en la lengua porque hacía mucho tiempo que no los tenía—. No estoy tratando de compartirte con Darío, de verdad me gustas. Eres una mujer inteligente, fuerte, determinada…—Soy la mujer que tu hermano hizo —replicó Sammy y rio con tristeza, porque parecía mentira que no se diera cuenta—. Es increíble que no se lleven bien, pero te guste su versión femenina.—¡Tú no eres…!—¡Soy una maldit@ extensión de su alma, Ángel! ¡Tú eres un hombre inteligente, sabes perfectamente que
Sammy se sentía como una seta en un rollito primavera, tratando de salir pero realmente no había cómo. Darío se había puesto un pantalón antes de salir detrás de Ángel, y en la otra habitación se había roto más de un mueble. —¡Maldición! —rezongó Sammy tratando de darse la vuelta, y aunque le costó sus buenos cinco minutos logró desenrollarse como si fuera una momia. Se puso lo primero que encontró decente y se quedó boquiabierta cuando llegó al salón y lo encontró destrozado, con Ángel estampado contra una pared y el puño de Darío rebotando sobre su cara. Llevaba tanta fuerza que en el mismo momento en que su hermano movió la cabeza para salir de la trayectoria, aquel puño atravesó el yeso de la pared sin ningún esfuerzo. —¡Basta, paren! ¡Ahora…! —Sammy corrió a detenerlos, pero iba descalza y algo viscoso se había derramado, haciéndola resbalar y caer de espaldas con un ruido seco—. ¡Aaaaah! Darío se detuvo al instante, y Ángel y él se empujaron, apartándose el uno al otro mientr
Darío sintió que se le erizaba hasta el alma cuando escuchó aquel grito de su hermano, porque sonaba lleno de terror, y antes de que lo repitiera ya estaba corriendo de regreso a la casa, descalzo y desesperado, para ver cómo Ángel bajaba aquellas escaleras con el rostro desencajado y Sammy en los brazos. Casi derrapó llegando a ellos y lo primero que hizo fue sostener la cara de Sammy, que entraba y salía de la inconciencia por segundos. —¡Princesa….! ¡Princesa! ¿¡Qué mierd@ pasó, Ángel!? —¡No lo sé…! ¡Solo abrió la botella de su padre y… ¡Y se bebió un…! ¡No, no lo bebió… lo escupió…! ¡No sé…! ¡No sé que es…! Darío se puso lívido en un segundo dándose cuenta. —¡Es veneno, Ángel, eso es lo que es! ¡Maldición! Se la quitó de los brazos y corrió hacia el Mustang que estaba estacionado a cinco metros de la casa. —¡Súbete atrás! —le gritó a su hermano y Ángel se subió en el asiento trasero del auto y recibió a Sammy mientras Darío saltaba sobre el capó y se sentaba al volante. —¡E
Darío se levantó de aquella silla con el corazón destrozado, no podía imaginar, ni siquiera era capaz de preguntar por Sammy porque sabía que no soportaría que le dijeran que había muerto.El médico se acercó a ellos, se veía cansado y nervioso.—¿Cómo… cómo está? —murmuró Ángel porque alguien tenía que hacer la pregunta.—Viva… —dijo el doctor y Darío se aguantó aquel suspiro de alivio porque el médico tenía cara de que eso no era todo—. Está viva, pero todavía no podemos decir que está bien.—¿Todavía no está fuera de peligro? —preguntó Darío.—No es eso, es que el envenenamiento con cianuro suele dejar muchas secuelas —explicó el médico—. Por suerte la ingesta fue muy poca, debió escupirlo casi todo, de lo contrario hubiera sido fatal, parece que ese regaño le salvó la vida…Darío abrazó a su hermano y Ángel no necesitó que hablara para saber que le estaba dando las gracias de todas las formas posibles.—¿Qué va a pasar ahora? —preguntó Darío al médico.—Bueno, para empezar va a es
Decir que a Darío se le había hecho un nudo en la garganta cuando había escuchado a Sammy llamar a su hermano era poco. Sentía que podía caerse pedazo a pedazo, ¿por qué lo estaba llamando a él? ¿por qué la primera palabra que salía de su boca era para su hermano? Pero la verdad era que Ángel estaba más atónito que él.Se miraron por un breve segundo mientras ella seguía murmurando el nombre de Ángel, pero finalmente Darío apretó los labios y asintió.Ángel tragó en seco antes de tomar aquella mano con la que Sammy trataba de arrancarse la mascarilla y le puso la otra en la frente para calmarla.—¡Ya, muñeca… ya, estoy aquí! —murmuró y ella pareció capaz de enfocarse por unos segundos.—No te… no te lo… bebas… no… el vi… el vino… no te… lo beb… —abrió la boca tratando de alcanzar aire y Ángel volvió a ponerle la mascarilla.—¡Ya, Sammy, cálmate, no me lo bebí, estoy bien… yo estoy bien! —murmuró con los ojos cristalizados, porque aun mientras peleaba por su vida, Sammy estaba haciendo
Mientras el helicóptero se acercaba a la propiedad, Darío solo podía pensar en que Alonso Fisterra, su entrenador desde hacía ocho años, lo conocía mejor que el padre que lo había hecho. Estaba ya esperándolo en el enorme jardín trasero de la mansión, y cuando el helicóptero por fin se detuvo, Sammy pasó de sus brazos directamente a los de Grillo, que la llevó al interior de la casa como si fuera una pluma.Iba medio dormida, así que Alonso la acomodó en uno de los enormes divanes del salón y abrazó al Diablo.—¡Qué maldit0 susto, caraj0! —bramó con frustración mientras Darío asentía.—Gracias por ayudarme…—¡Ni lo digas! Sabes que eres otro más de mis hijos… ¡y al paso que vamos serás el único que me dé nietos! —rezongó el Grillo.—Te prometo que me voy a esforzar por eso —aseguró Darío.—Bien, en otro orden de informaciones, el clan Orlenko está ahí dentro —dijo Alonso señalando toda el ala este de la mansión—. Aleksei resolvió la compra de la propiedad antes de que todos pudiéramos
Ángel se levantó, frotándose la mandíbula, pero era evidente que muy pronto le saldría un cardenal. Aquella escena había sido idea suya. Gael había pasado los últimos años fomentando una guerra entre él y su hermano, y Ángel sabía que la única forma de mantenerlo tranquilo era haciéndole creer que lo había conseguido, que Darío y él seguían detestándose.Ahora era su turno de devolver todos aquellos años de manipulación, tenía que descubrir hasta dónde estaba aquella gente detrás del atentado a Sammy.La poca gente que había en la iglesia hicieron mutis sobre el escándalo que acababan de presenciar y el funeral continuó como estaba previsto. La misa no fue larga, apenas unos veinte minutos, y luego todos pasaron junto al viudo a darle sus condolencias.—¡Esto es horrible! ¡Deberían darme las condolencias a mí! ¡Yo soy la madre…! —exclamaba Carmina, y a Ángel se le revolvió el estómago, porque ni entre las lágrimas aquella mujer podía contener su necesidad compulsiva de ser el centro d