Sammy se sentía como una seta en un rollito primavera, tratando de salir pero realmente no había cómo. Darío se había puesto un pantalón antes de salir detrás de Ángel, y en la otra habitación se había roto más de un mueble. —¡Maldición! —rezongó Sammy tratando de darse la vuelta, y aunque le costó sus buenos cinco minutos logró desenrollarse como si fuera una momia. Se puso lo primero que encontró decente y se quedó boquiabierta cuando llegó al salón y lo encontró destrozado, con Ángel estampado contra una pared y el puño de Darío rebotando sobre su cara. Llevaba tanta fuerza que en el mismo momento en que su hermano movió la cabeza para salir de la trayectoria, aquel puño atravesó el yeso de la pared sin ningún esfuerzo. —¡Basta, paren! ¡Ahora…! —Sammy corrió a detenerlos, pero iba descalza y algo viscoso se había derramado, haciéndola resbalar y caer de espaldas con un ruido seco—. ¡Aaaaah! Darío se detuvo al instante, y Ángel y él se empujaron, apartándose el uno al otro mientr
Darío sintió que se le erizaba hasta el alma cuando escuchó aquel grito de su hermano, porque sonaba lleno de terror, y antes de que lo repitiera ya estaba corriendo de regreso a la casa, descalzo y desesperado, para ver cómo Ángel bajaba aquellas escaleras con el rostro desencajado y Sammy en los brazos. Casi derrapó llegando a ellos y lo primero que hizo fue sostener la cara de Sammy, que entraba y salía de la inconciencia por segundos. —¡Princesa….! ¡Princesa! ¿¡Qué mierd@ pasó, Ángel!? —¡No lo sé…! ¡Solo abrió la botella de su padre y… ¡Y se bebió un…! ¡No, no lo bebió… lo escupió…! ¡No sé…! ¡No sé que es…! Darío se puso lívido en un segundo dándose cuenta. —¡Es veneno, Ángel, eso es lo que es! ¡Maldición! Se la quitó de los brazos y corrió hacia el Mustang que estaba estacionado a cinco metros de la casa. —¡Súbete atrás! —le gritó a su hermano y Ángel se subió en el asiento trasero del auto y recibió a Sammy mientras Darío saltaba sobre el capó y se sentaba al volante. —¡E
Darío se levantó de aquella silla con el corazón destrozado, no podía imaginar, ni siquiera era capaz de preguntar por Sammy porque sabía que no soportaría que le dijeran que había muerto.El médico se acercó a ellos, se veía cansado y nervioso.—¿Cómo… cómo está? —murmuró Ángel porque alguien tenía que hacer la pregunta.—Viva… —dijo el doctor y Darío se aguantó aquel suspiro de alivio porque el médico tenía cara de que eso no era todo—. Está viva, pero todavía no podemos decir que está bien.—¿Todavía no está fuera de peligro? —preguntó Darío.—No es eso, es que el envenenamiento con cianuro suele dejar muchas secuelas —explicó el médico—. Por suerte la ingesta fue muy poca, debió escupirlo casi todo, de lo contrario hubiera sido fatal, parece que ese regaño le salvó la vida…Darío abrazó a su hermano y Ángel no necesitó que hablara para saber que le estaba dando las gracias de todas las formas posibles.—¿Qué va a pasar ahora? —preguntó Darío al médico.—Bueno, para empezar va a es
Decir que a Darío se le había hecho un nudo en la garganta cuando había escuchado a Sammy llamar a su hermano era poco. Sentía que podía caerse pedazo a pedazo, ¿por qué lo estaba llamando a él? ¿por qué la primera palabra que salía de su boca era para su hermano? Pero la verdad era que Ángel estaba más atónito que él.Se miraron por un breve segundo mientras ella seguía murmurando el nombre de Ángel, pero finalmente Darío apretó los labios y asintió.Ángel tragó en seco antes de tomar aquella mano con la que Sammy trataba de arrancarse la mascarilla y le puso la otra en la frente para calmarla.—¡Ya, muñeca… ya, estoy aquí! —murmuró y ella pareció capaz de enfocarse por unos segundos.—No te… no te lo… bebas… no… el vi… el vino… no te… lo beb… —abrió la boca tratando de alcanzar aire y Ángel volvió a ponerle la mascarilla.—¡Ya, Sammy, cálmate, no me lo bebí, estoy bien… yo estoy bien! —murmuró con los ojos cristalizados, porque aun mientras peleaba por su vida, Sammy estaba haciendo
Mientras el helicóptero se acercaba a la propiedad, Darío solo podía pensar en que Alonso Fisterra, su entrenador desde hacía ocho años, lo conocía mejor que el padre que lo había hecho. Estaba ya esperándolo en el enorme jardín trasero de la mansión, y cuando el helicóptero por fin se detuvo, Sammy pasó de sus brazos directamente a los de Grillo, que la llevó al interior de la casa como si fuera una pluma.Iba medio dormida, así que Alonso la acomodó en uno de los enormes divanes del salón y abrazó al Diablo.—¡Qué maldit0 susto, caraj0! —bramó con frustración mientras Darío asentía.—Gracias por ayudarme…—¡Ni lo digas! Sabes que eres otro más de mis hijos… ¡y al paso que vamos serás el único que me dé nietos! —rezongó el Grillo.—Te prometo que me voy a esforzar por eso —aseguró Darío.—Bien, en otro orden de informaciones, el clan Orlenko está ahí dentro —dijo Alonso señalando toda el ala este de la mansión—. Aleksei resolvió la compra de la propiedad antes de que todos pudiéramos
Ángel se levantó, frotándose la mandíbula, pero era evidente que muy pronto le saldría un cardenal. Aquella escena había sido idea suya. Gael había pasado los últimos años fomentando una guerra entre él y su hermano, y Ángel sabía que la única forma de mantenerlo tranquilo era haciéndole creer que lo había conseguido, que Darío y él seguían detestándose.Ahora era su turno de devolver todos aquellos años de manipulación, tenía que descubrir hasta dónde estaba aquella gente detrás del atentado a Sammy.La poca gente que había en la iglesia hicieron mutis sobre el escándalo que acababan de presenciar y el funeral continuó como estaba previsto. La misa no fue larga, apenas unos veinte minutos, y luego todos pasaron junto al viudo a darle sus condolencias.—¡Esto es horrible! ¡Deberían darme las condolencias a mí! ¡Yo soy la madre…! —exclamaba Carmina, y a Ángel se le revolvió el estómago, porque ni entre las lágrimas aquella mujer podía contener su necesidad compulsiva de ser el centro d
Ángel jamás se había dado cuenta de cuán vigilado estaba el abuelo Martín hasta que él había pasado a ser uno de esos con los que al parecer sus padres no querían que hablara. Siempre había un previsto para hablar con él, cuando no lo estaban bañando, estaba comiendo, o estaba tomando una siesta, pero a toda hora había una de las chicas de servicio abriendo la puerta para decirle que el abuelo no lo podía atender.¡Y Ángel necesitaba hablar con él! Necesitaba preguntarle qué sabía, por qué había mandado a Darío a subirse a ese avión para cuidar a Sammy, de quién exactamente estaba desconfiando.Finalmente a las siete de la tarde su paciencia superó los límites y fue de nuevo a ver a su abuelo.—Lo siento, señor Rivera, pero el señor Martin va a descansar ya —dijo una de las mujeres que atendían al abuelo y Ángel la miró con expresión gélida.—Sal —le ordenó y la mujer abrió mucho los ojos.—Pe-pero…—¿Qué? ¿Hablé en chino? ¿No se me entendió? Te dije que salieras —sentenció Ángel y la
Si alguien le hubiera dicho a Darío Rivera que una criatura del aquel tamaño y aquella complexión sería capaz de doblegarlo, no lo hubiera creído. Pero la mano de Sammy solo lo soltó para agarrar su playera y atraerlo hacia ella.—¡Eres tan estúpido, Diablo! —gruñó la muchacha sobre sus labios y Darío la envolvió en el abrazo más posesivo del mundo mientras hundía la lengua en su boca y la besaba como si estuviera marcando para siempre su territorio—. Lo último que te falta es orinarme en una pierna —rezongó ella.—Dame una hora y cuando te meta debajo de la ducha te juro que te orino —sentenció él levantándola y sentándola en el borde de la cama.—No sirvo para estos celos, Diablo —murmuró Sammy sosteniendo su cara entre las manos y a Darío se le hizo un nudo en la garganta—. ¿Cómo tengo que decirte que amo?Sammy lo vio negar avergonzado.—No tienes que decírmelo, ya lo sé, pero me pongo idiota cuando se trata de ti —sonrió con dulzura—. Te juro que jamás en mi vida he sido celoso,