—Solo tienes que decir lo que quieres… —aseguró Ángel con una sonrisa oscura y si Sammy no hubiera estado demasiado estresada como para pensar en eso, se habría dado cuenta de que Ángel malvado era un Ángel muy muy sexy.—OK… —La muchacha se mordió el labio inferior mientras cavilaba y él pasó saliva sin dejar de mirarla—. Cuando tú asumiste la dirección de mi parte del conglomerado, hace cuatro meses, Guillermo se quedó sin forma de meter las manos directamente en el dinero de la empresa. Sin embargo mi madre todavía conserva una línea de crédito de la compañía, mi abuelo se la dio cuando todavía vivía, y tiene una asignación de setenta mil euros al mes. Con eso se dan la gran vida sin tener que mover un dedo, mucho menos trabajar por eso.Ángel cruzó los brazos y se llevó el índice a los labios, pensativo.—Sí, lo recuerdo —murmuró—. Cuando nos reunimos con ellos antes de que tú y yo nos casáramos, tu madre dejó muy claro que esa línea de crédito era intocable.Sammy apretó los labi
Había dos formas de lidiar con aquello. La primera era echándole una buena bronca a Ángel Rivera por meterse en sus asuntos… y la otra era comportándose como una persona madura que le agradecía a un colega de trabajo por ayudarla. Y como ella estaba haciendo un esfuerzo por ser una mujer madura, respiró profundo y se encaminó al despacho de Ángel. —¿Puedo pasar? —preguntó tocando a la puerta y Ángel asintió. —Claro. ¿Qué pasó? ¿Lograste resolver lo de la agencia publicitaria? —preguntó como si no supiera nada, y ella puso los ojos en blanco. —Oye, no voy a enojarme porque me ayudes —dijo acercándose a él—. Sé que tú fuiste el qu… Pero si algo iba a decir, lo olvidó en el momento en que fuera del despacho se escuchó aquella gritería. La voz de Viviana se alzó un par de veces para decir que no podían entrar sin ser anunciados, pero aun así a Ángel no le pareció demasiado convincente. Un segundo después Carmina Reyes entró en aquel despacho como un huracán, y detrás entró su orondo
—¡Tú no tienes nada que hacer aquí! —siseó Ángel pateando un mueble lejos de él para acercarse a Darío.—«Gracias», se dice «gracias», imbécil. «Gracias hermanito por quitarme de encima a un gordo cuarentón que iba a golpearme» —siseó Darío.—¡Maldición! ¿¡Qué mierd@ viniste a hacer aquí, Darío!? —rugió Ángel intentando limpiarse la sangre que le salía de la nariz.—¡Vi a esos dos subir! ¡Después de lo que pasó con Sammy en el estacionamiento ni de broma iba a dejar que se le acercaran! —le espetó su hermano.—¡Pues fíjate que yo tampoco! ¡Así que te hubieras ahorrado la subida en el ascensor!Se gruñeron como un par de animales y Sammy se metió entre ellos antes de que aquello empezara a ponerse físico otra vez.—¡Hey, hey! ¡Calmaditos los dos! —exclamó poniendo una mano en el pecho de cada uno.¡A ver quién tenía el corazón más acelerado!—Diablo, tú camina adelante, a mi oficina —le ordenó y Ángel fue el primero en protestar.—¿A qué va est…?—¡Tú te callas, que también vienes! —le
Sammy se puso un par de tenis bajos y se miró al espejo antes de salir. Iba en jean, suéter ligero y con una bolsa pequeña.En el corredor se encontró con Ángel, que también iba en ropa informal, pero de diseñador, y ella solo rio porque aquel hombre ni siquiera en jeans perdía el glamour. Llevaba un pequeño maletín y la muchacha solo imaginó que llevaba el traje de emergencias.—¿Listo, muñeco? —preguntó Sammy y él asintió bostezando porque todavía ni amanecía.Salieron al estacionamiento y Ángel señaló todos los autos que había.—Tú elijes —dijo abriendo la caja de las llaves, y Sammy levantó una ceja divertida.—Bueno… ya que estamos deportivos, ¿qué te parece si nos llevamos el Mustang? —propuso ella.Era un clásico Boss429 rojo, de cincuenta años y en perfecto estado. Listo para exhibición. A Ángel jamás se le hubiera ocurrido sacarlo a la carretera… sin embargo ese día no lo pensó dos veces antes de tomar la llave y lanzársela.—Tú mandas, jefa, después de todo te debo un día de
Sammy asomó la cabeza en aquella habitación después de escuchar el escándalo. —¿Eso es humo? —preguntó. —¿Humo? —repitió Ángel. —Lo que te sale de las orejas —aclaró Sammy y él presionó un botón en la computadora y reprodujo la presentación. La muchacha la vio hasta donde empezaron los gemidos y se tapó la boca ahogando la carcajada. —¡Espera, espera, lo mejor viene ahora! —gruñó Ángel y Sammy se mordió los labios cuando apareció la foto de Darío con aquella frase. ¡Bien le había dicho que iba a estar cerca! —¿En serio te hace gracia? ¡Me cambió mi presentación por porno gay! ¿¡Cómo se supone que le vuelva a mirar las caras al equipo de marketing!? Sammy respiró hondo y puso las dos manos sobre sus hombros. —Sé que estás enojado… —¿Enojado? ¡Hackeó mi computadora! ¡Me puso porno gay! —gritó Ángel. —¿Y qué aprendiste de eso? —lo reconvino Sammy—. Tu computadora es hackeable. Tienes que mejorar tu seguridad. Ángel le rodó los ojos y negó. —¿Cómo puedes defenderlo siempre? —gru
Sammy apretó los labios mientras todavía sentía la respiración de Ángel muy cerca de su boca, y pronunció una sola palabra, suave y firme.—Suéltame.Ángel se apartó de ella y le dio la espalda con un gesto de frustración.—Estás equivocándote en algo… yo no era para ti. Ni tampoco para él —dijo sin alzar la voz—. Yo soy una persona, Ángel, no una cosa. Y si hasta ahora Darío y tú se repartieron las mujeres, eso no va a pasar conmigo.Él se giró y Sammy pudo ver la impotencia en su rostro.—Me gustas —dijo sin pelos en la lengua porque hacía mucho tiempo que no los tenía—. No estoy tratando de compartirte con Darío, de verdad me gustas. Eres una mujer inteligente, fuerte, determinada…—Soy la mujer que tu hermano hizo —replicó Sammy y rio con tristeza, porque parecía mentira que no se diera cuenta—. Es increíble que no se lleven bien, pero te guste su versión femenina.—¡Tú no eres…!—¡Soy una maldit@ extensión de su alma, Ángel! ¡Tú eres un hombre inteligente, sabes perfectamente que
Sammy se sentía como una seta en un rollito primavera, tratando de salir pero realmente no había cómo. Darío se había puesto un pantalón antes de salir detrás de Ángel, y en la otra habitación se había roto más de un mueble. —¡Maldición! —rezongó Sammy tratando de darse la vuelta, y aunque le costó sus buenos cinco minutos logró desenrollarse como si fuera una momia. Se puso lo primero que encontró decente y se quedó boquiabierta cuando llegó al salón y lo encontró destrozado, con Ángel estampado contra una pared y el puño de Darío rebotando sobre su cara. Llevaba tanta fuerza que en el mismo momento en que su hermano movió la cabeza para salir de la trayectoria, aquel puño atravesó el yeso de la pared sin ningún esfuerzo. —¡Basta, paren! ¡Ahora…! —Sammy corrió a detenerlos, pero iba descalza y algo viscoso se había derramado, haciéndola resbalar y caer de espaldas con un ruido seco—. ¡Aaaaah! Darío se detuvo al instante, y Ángel y él se empujaron, apartándose el uno al otro mientr
Darío sintió que se le erizaba hasta el alma cuando escuchó aquel grito de su hermano, porque sonaba lleno de terror, y antes de que lo repitiera ya estaba corriendo de regreso a la casa, descalzo y desesperado, para ver cómo Ángel bajaba aquellas escaleras con el rostro desencajado y Sammy en los brazos. Casi derrapó llegando a ellos y lo primero que hizo fue sostener la cara de Sammy, que entraba y salía de la inconciencia por segundos. —¡Princesa….! ¡Princesa! ¿¡Qué mierd@ pasó, Ángel!? —¡No lo sé…! ¡Solo abrió la botella de su padre y… ¡Y se bebió un…! ¡No, no lo bebió… lo escupió…! ¡No sé…! ¡No sé que es…! Darío se puso lívido en un segundo dándose cuenta. —¡Es veneno, Ángel, eso es lo que es! ¡Maldición! Se la quitó de los brazos y corrió hacia el Mustang que estaba estacionado a cinco metros de la casa. —¡Súbete atrás! —le gritó a su hermano y Ángel se subió en el asiento trasero del auto y recibió a Sammy mientras Darío saltaba sobre el capó y se sentaba al volante. —¡E