Sammy se miró aquel vestido que Ángel había roto de una vez hasta por encima de las rodillas.—¡Maldición, el trajeado engaña! —murmuró Lory impresionada—. Algo debe tener debajo del trajecito cuando te hizo eso. ¿Me lo puedo quedar?Sammy puso los ojos en blanco con una sonrisa.—Puedes, pero te advierto que tiene una asistente posesiva —murmuró Sammy mientras se cambiaba de ropa.—Oye, solo como nota importante, la luz del cuarto del abuelo Martin todavía está encendida —dijo Lory y Sammy bufó con impaciencia.—¿Por qué no me dijiste eso nada más que llegué? —rezongó poniéndose algo informal y saliendo de puntillas.Llevaba días tratando de encontrarse a solas con el abuelo Martin, pero siempre estaba acompañado de alguien, y para su mala suerte parecía que en ese momento tampoco era diferente. Sammy suspiró con frustración, pero estaba a punto de irse cuando escuchó aquel nombre.—Darío, no seas bruto, hijo —decía el abuelo Martin y Sammy pegó la oreja a la puerta. Era una chismosa
Sammy sonrió con dulzura y Darío achicó los ojos.—¿Qué demonios estás haciendo aquí, Sammy? —gruñó él echándose hacia adelante, porque ya no tenía ningún sentido que siguiera fingiendo.—¿Yo? Solo estoy celebrando que conseguí el primer contrato para mi empresa —respondió ella encogiéndose de hombros—. La pregunta real aquí es: ¿Qué demonios estás haciendo tú? A esta hora ya te veía buceando en las Maldivas, escalando el monte Everest… o jodid0 jodid0 ¡fuera de California!—Yo te dije que vinieras conmigo.—Pues tú a mí no me das órdenes. ¿Cómo lo ves? —Y por aquel tono risueño nadie hubiera imaginado cuánto lo estaba retando—. Yo tengo que hacer lo que tengo que hacer por mi empresa. Y ya que estamos, gracias por enseñarme, me libró del yugo de Míster Increíble. Pero ni creas que por eso voy a echar por tierra todo lo que tengo y correr detrás de ti como si fuera una soldadita en campaña —dijo citándolo.—¡Sammyyyy…! —Darío respiró hondo porque estaba a punto de nalguearla delante d
—¡Suéltame, Diablo! —gruñó Sammy pero en medio de la penumbra solo pudo escuchar aquella risa suave.—¡Primero muerto!—¡Eso se puede arreglar, idiota!—¡Oye, no me robes mis frases! —siseó Darío y alargó la mano para encender una pequeña lámpara que tenían cerca.A la luz débil de la habitación sus ojos se encontraron con los de Sammy y el pecho de Darío se ensanchó de orgullo. Estaba enojada y parecía que lo iba a morder… y él no podía imaginar nada mejor.—¡Bájame, Diablo! ¿Te crees que esto es un maldit0 juego? —siseó—. ¿De verdad le pusiste un laxante en la comida a tu hermano?—¿Y qué creías? ¿Qué lo iba dejar darte el besito de buenas noches? —gruñó él apretándola más, y Sammy contuvo la respiración porque de lo contrario iba a derretirse allí mismo—. ¡A ti nadie te besa de nuevo, princesa! ¡Esta boca… —sentenció pasando un pulgar sobre ella—, esta boca es mía! ¿Entendido?Sammy le mordió el pulgar y Darío sacudió la mano con un gesto de dolor.—¡Primero muerta! —lo remedó.—¡E
Sobraba decir que para cuando Sammy abrió los ojos a la mañana siguiente, ya estaba sola. Probablemente Darío hubiera tenido buen cuidado de saltar de nuevo la barda de la casa antes del amanecer, pero creía recordar algo así como un «Te amo» en medio de sus sueños.Se dio la vuelta, mirando al techo y evaluó los daños, pero antes de que pudiera lamentarse, alguien tocó a la puerta de su habitación y un segundo después Lory asomó la cabeza.—¿Sam? ¿Qué haces todavía aquí? ¡Pensé que ya estabas en el trabajo, pero vi tu coche allá afuera! —dijo su amiga lanzándose a su lado sobre la cama—. Y luego vi el auto de Ángel afuera también y me asusté, porque ese no se pierde ni un día de oficina.—Sí, bueno… —Sammy se rio—. No creo que el pobre vaya a trabajar hoy.—¿Y eso?—El señor «me largo de California» se puso celoso porque salí a cenar con él, y le puso un laxante en la comida.—¡Ay, pobrecito! —murmuró Lory—. ¿Y tú qué? ¿Solo porque él no va tú también te vas a saltar el trabajo?—Yo
—Solo tienes que decir lo que quieres… —aseguró Ángel con una sonrisa oscura y si Sammy no hubiera estado demasiado estresada como para pensar en eso, se habría dado cuenta de que Ángel malvado era un Ángel muy muy sexy.—OK… —La muchacha se mordió el labio inferior mientras cavilaba y él pasó saliva sin dejar de mirarla—. Cuando tú asumiste la dirección de mi parte del conglomerado, hace cuatro meses, Guillermo se quedó sin forma de meter las manos directamente en el dinero de la empresa. Sin embargo mi madre todavía conserva una línea de crédito de la compañía, mi abuelo se la dio cuando todavía vivía, y tiene una asignación de setenta mil euros al mes. Con eso se dan la gran vida sin tener que mover un dedo, mucho menos trabajar por eso.Ángel cruzó los brazos y se llevó el índice a los labios, pensativo.—Sí, lo recuerdo —murmuró—. Cuando nos reunimos con ellos antes de que tú y yo nos casáramos, tu madre dejó muy claro que esa línea de crédito era intocable.Sammy apretó los labi
Había dos formas de lidiar con aquello. La primera era echándole una buena bronca a Ángel Rivera por meterse en sus asuntos… y la otra era comportándose como una persona madura que le agradecía a un colega de trabajo por ayudarla. Y como ella estaba haciendo un esfuerzo por ser una mujer madura, respiró profundo y se encaminó al despacho de Ángel. —¿Puedo pasar? —preguntó tocando a la puerta y Ángel asintió. —Claro. ¿Qué pasó? ¿Lograste resolver lo de la agencia publicitaria? —preguntó como si no supiera nada, y ella puso los ojos en blanco. —Oye, no voy a enojarme porque me ayudes —dijo acercándose a él—. Sé que tú fuiste el qu… Pero si algo iba a decir, lo olvidó en el momento en que fuera del despacho se escuchó aquella gritería. La voz de Viviana se alzó un par de veces para decir que no podían entrar sin ser anunciados, pero aun así a Ángel no le pareció demasiado convincente. Un segundo después Carmina Reyes entró en aquel despacho como un huracán, y detrás entró su orondo
—¡Tú no tienes nada que hacer aquí! —siseó Ángel pateando un mueble lejos de él para acercarse a Darío.—«Gracias», se dice «gracias», imbécil. «Gracias hermanito por quitarme de encima a un gordo cuarentón que iba a golpearme» —siseó Darío.—¡Maldición! ¿¡Qué mierd@ viniste a hacer aquí, Darío!? —rugió Ángel intentando limpiarse la sangre que le salía de la nariz.—¡Vi a esos dos subir! ¡Después de lo que pasó con Sammy en el estacionamiento ni de broma iba a dejar que se le acercaran! —le espetó su hermano.—¡Pues fíjate que yo tampoco! ¡Así que te hubieras ahorrado la subida en el ascensor!Se gruñeron como un par de animales y Sammy se metió entre ellos antes de que aquello empezara a ponerse físico otra vez.—¡Hey, hey! ¡Calmaditos los dos! —exclamó poniendo una mano en el pecho de cada uno.¡A ver quién tenía el corazón más acelerado!—Diablo, tú camina adelante, a mi oficina —le ordenó y Ángel fue el primero en protestar.—¿A qué va est…?—¡Tú te callas, que también vienes! —le
Sammy se puso un par de tenis bajos y se miró al espejo antes de salir. Iba en jean, suéter ligero y con una bolsa pequeña.En el corredor se encontró con Ángel, que también iba en ropa informal, pero de diseñador, y ella solo rio porque aquel hombre ni siquiera en jeans perdía el glamour. Llevaba un pequeño maletín y la muchacha solo imaginó que llevaba el traje de emergencias.—¿Listo, muñeco? —preguntó Sammy y él asintió bostezando porque todavía ni amanecía.Salieron al estacionamiento y Ángel señaló todos los autos que había.—Tú elijes —dijo abriendo la caja de las llaves, y Sammy levantó una ceja divertida.—Bueno… ya que estamos deportivos, ¿qué te parece si nos llevamos el Mustang? —propuso ella.Era un clásico Boss429 rojo, de cincuenta años y en perfecto estado. Listo para exhibición. A Ángel jamás se le hubiera ocurrido sacarlo a la carretera… sin embargo ese día no lo pensó dos veces antes de tomar la llave y lanzársela.—Tú mandas, jefa, después de todo te debo un día de