Sammy cerró los ojos por un instante y se miró al espejo. Llevaba un vestido azul marino entallado, de corte lápiz, con un cinturón blanco y unos tacones cerrados del mismo color. Se hizo un moño un poco despeinado para quitarle seriedad al outfit de trabajo y se dirigió a la cocina, donde una de las chicas le entregó un café para llevar que ya tenía preparado.Se dirigió a la empresa y el sonido de su celular la sorprendió mientras subía en el ascensor. Durante un segundo Sammy vio la foto que aparecía en la pantalla, la llamaba su madre, pero ella no tenía ninguna intención de responderle.Sin embargo apenas las puertas se abrieron, una figura muy diferente la estaba esperando.—¿Lista para empezar a trabajar? —le preguntó Ángel y a Sammy le sorprendió verlo esperando por ella—. Porque te advierto que no te lo voy a poner fácil. —Podía parecer una amenaza, pero el tono risueño de su voz desmentía eso—. ¿Vienes?Le ofreció su brazo y Sammy levantó una ceja sospechosa, pero se colgó d
No era una indirecta. Era una directa, directísima. Al medio del pecho. ¡Sammy se había acostado con Darío!No era nada nada que Ángel no esperara ya, pero escuchárselo decir sin ninguna vergüenza, sin remordimiento era… casi un maldit0 desafío.Y lo peor era que tampoco estaba diciendo ninguna mentira con aquello de que no tenía bien servida a Viviana, después de todo, no tenía ningún interés real en ella, y los cinco minutos de sexo de descarga en la oficina no daban más que para un desahogo rápido.—Con permiso. Recuerden cerrar la puerta detrás de mí —sonrió Sammy haciéndole un guiño a Ángel, y se fue con la certeza de que había dejado un huracán desatado detrás de ella.—¿Cómo puedes permitirle que me hable así? —siseó Viviana y Ángel arrugó el ceño.—No te dijo nada que no fuera verdad —murmuró él sin ninguna emoción en la voz.—¡Me dijo put@! —exclamó ella.—Pues es lo que se le dice a la mujer que encuentras manoseándose con tu marido y encima tiene el descaro de enfrentarte —
Sammy se miró aquel vestido que Ángel había roto de una vez hasta por encima de las rodillas.—¡Maldición, el trajeado engaña! —murmuró Lory impresionada—. Algo debe tener debajo del trajecito cuando te hizo eso. ¿Me lo puedo quedar?Sammy puso los ojos en blanco con una sonrisa.—Puedes, pero te advierto que tiene una asistente posesiva —murmuró Sammy mientras se cambiaba de ropa.—Oye, solo como nota importante, la luz del cuarto del abuelo Martin todavía está encendida —dijo Lory y Sammy bufó con impaciencia.—¿Por qué no me dijiste eso nada más que llegué? —rezongó poniéndose algo informal y saliendo de puntillas.Llevaba días tratando de encontrarse a solas con el abuelo Martin, pero siempre estaba acompañado de alguien, y para su mala suerte parecía que en ese momento tampoco era diferente. Sammy suspiró con frustración, pero estaba a punto de irse cuando escuchó aquel nombre.—Darío, no seas bruto, hijo —decía el abuelo Martin y Sammy pegó la oreja a la puerta. Era una chismosa
Sammy sonrió con dulzura y Darío achicó los ojos.—¿Qué demonios estás haciendo aquí, Sammy? —gruñó él echándose hacia adelante, porque ya no tenía ningún sentido que siguiera fingiendo.—¿Yo? Solo estoy celebrando que conseguí el primer contrato para mi empresa —respondió ella encogiéndose de hombros—. La pregunta real aquí es: ¿Qué demonios estás haciendo tú? A esta hora ya te veía buceando en las Maldivas, escalando el monte Everest… o jodid0 jodid0 ¡fuera de California!—Yo te dije que vinieras conmigo.—Pues tú a mí no me das órdenes. ¿Cómo lo ves? —Y por aquel tono risueño nadie hubiera imaginado cuánto lo estaba retando—. Yo tengo que hacer lo que tengo que hacer por mi empresa. Y ya que estamos, gracias por enseñarme, me libró del yugo de Míster Increíble. Pero ni creas que por eso voy a echar por tierra todo lo que tengo y correr detrás de ti como si fuera una soldadita en campaña —dijo citándolo.—¡Sammyyyy…! —Darío respiró hondo porque estaba a punto de nalguearla delante d
—¡Suéltame, Diablo! —gruñó Sammy pero en medio de la penumbra solo pudo escuchar aquella risa suave.—¡Primero muerto!—¡Eso se puede arreglar, idiota!—¡Oye, no me robes mis frases! —siseó Darío y alargó la mano para encender una pequeña lámpara que tenían cerca.A la luz débil de la habitación sus ojos se encontraron con los de Sammy y el pecho de Darío se ensanchó de orgullo. Estaba enojada y parecía que lo iba a morder… y él no podía imaginar nada mejor.—¡Bájame, Diablo! ¿Te crees que esto es un maldit0 juego? —siseó—. ¿De verdad le pusiste un laxante en la comida a tu hermano?—¿Y qué creías? ¿Qué lo iba dejar darte el besito de buenas noches? —gruñó él apretándola más, y Sammy contuvo la respiración porque de lo contrario iba a derretirse allí mismo—. ¡A ti nadie te besa de nuevo, princesa! ¡Esta boca… —sentenció pasando un pulgar sobre ella—, esta boca es mía! ¿Entendido?Sammy le mordió el pulgar y Darío sacudió la mano con un gesto de dolor.—¡Primero muerta! —lo remedó.—¡E
Sobraba decir que para cuando Sammy abrió los ojos a la mañana siguiente, ya estaba sola. Probablemente Darío hubiera tenido buen cuidado de saltar de nuevo la barda de la casa antes del amanecer, pero creía recordar algo así como un «Te amo» en medio de sus sueños.Se dio la vuelta, mirando al techo y evaluó los daños, pero antes de que pudiera lamentarse, alguien tocó a la puerta de su habitación y un segundo después Lory asomó la cabeza.—¿Sam? ¿Qué haces todavía aquí? ¡Pensé que ya estabas en el trabajo, pero vi tu coche allá afuera! —dijo su amiga lanzándose a su lado sobre la cama—. Y luego vi el auto de Ángel afuera también y me asusté, porque ese no se pierde ni un día de oficina.—Sí, bueno… —Sammy se rio—. No creo que el pobre vaya a trabajar hoy.—¿Y eso?—El señor «me largo de California» se puso celoso porque salí a cenar con él, y le puso un laxante en la comida.—¡Ay, pobrecito! —murmuró Lory—. ¿Y tú qué? ¿Solo porque él no va tú también te vas a saltar el trabajo?—Yo
—Solo tienes que decir lo que quieres… —aseguró Ángel con una sonrisa oscura y si Sammy no hubiera estado demasiado estresada como para pensar en eso, se habría dado cuenta de que Ángel malvado era un Ángel muy muy sexy.—OK… —La muchacha se mordió el labio inferior mientras cavilaba y él pasó saliva sin dejar de mirarla—. Cuando tú asumiste la dirección de mi parte del conglomerado, hace cuatro meses, Guillermo se quedó sin forma de meter las manos directamente en el dinero de la empresa. Sin embargo mi madre todavía conserva una línea de crédito de la compañía, mi abuelo se la dio cuando todavía vivía, y tiene una asignación de setenta mil euros al mes. Con eso se dan la gran vida sin tener que mover un dedo, mucho menos trabajar por eso.Ángel cruzó los brazos y se llevó el índice a los labios, pensativo.—Sí, lo recuerdo —murmuró—. Cuando nos reunimos con ellos antes de que tú y yo nos casáramos, tu madre dejó muy claro que esa línea de crédito era intocable.Sammy apretó los labi
Había dos formas de lidiar con aquello. La primera era echándole una buena bronca a Ángel Rivera por meterse en sus asuntos… y la otra era comportándose como una persona madura que le agradecía a un colega de trabajo por ayudarla. Y como ella estaba haciendo un esfuerzo por ser una mujer madura, respiró profundo y se encaminó al despacho de Ángel. —¿Puedo pasar? —preguntó tocando a la puerta y Ángel asintió. —Claro. ¿Qué pasó? ¿Lograste resolver lo de la agencia publicitaria? —preguntó como si no supiera nada, y ella puso los ojos en blanco. —Oye, no voy a enojarme porque me ayudes —dijo acercándose a él—. Sé que tú fuiste el qu… Pero si algo iba a decir, lo olvidó en el momento en que fuera del despacho se escuchó aquella gritería. La voz de Viviana se alzó un par de veces para decir que no podían entrar sin ser anunciados, pero aun así a Ángel no le pareció demasiado convincente. Un segundo después Carmina Reyes entró en aquel despacho como un huracán, y detrás entró su orondo