El silencio era absoluto, no se podía escuchar nada que no fueran los gruñidos sordos del Diablo mientras aquella chiquilla diminuta le apretaba las pelotas, hasta que tras él se escuchó el susurro de Jacob Lieberman mientras le decía:—¡Hazte el muerto!Sammy lo soltó de repente y lo vio clavar una rodilla en el suelo frente a ella, tratando de sobreponerse al dolor.—Espero que estés satisfecho —dijo mirándolo a los ojos—. Te quedó muy bien el teatro, a ti y al otro imbécil —Darío miró tras ella para ver a su hermano de pie en la entrada de la jaula—, pero ya se acabó.—¡Sammy…!Pero Sammy se dio la vuelta y taconeó sin titubear hacia la salida.—¡Sammy!—¡Que tengas suerte, Diablo! —le gritó Sammy alcanzando la puerta y se detuvo frente a Ángel—. Y tú, sal de mi camino antes de que te ofrezca el mismo tratamiento que a tu hermanito.Pasó a su lado y se dirigió a la salida. Los odiaba a los dos. Al Diablo más. Al Diablo mucho más porque Ángel no significaba nada para ella, pero al D
La madrugada le dio a Ángel Rivera dando vueltas por aquel despacho. Sobraba decir que la actitud de Sammy lo había tomado por sorpresa. ¡Miss Inocencia una mierd@! Era una pequeña fiera y había estado jugando con él desde el primer momento.¡Había estado jugando con él!Ángel no pudo evitar la sonrisa cuando recordó que le había dicho gay, que le había colado una mentira tras otra con aquella carita de niña inocente para acabar poniéndolo en evidencia delante de todo el mundo, lo mismo a él que a su hermano. ¡Era una psicópata! ¡Se había subido a aquella jaula y había agarrado a Darío de las pelotas como la más capaz!Apretó los puños y gruñó. Era demasiado evidente que algo había pasado entre ellos en esa isla, pero Sahamara… ¡Sammy! Sammy lo había dejado claro: ella no era de nadie.«Dijo que las cosas habían terminado entre ellos…», pensó. «Pero también te pidió el divorcio…», lo traicionó su conciencia.Básicamente los había mandado a volar a los dos. Pero él tenía algo que nadie
Ángel miró aquel documento y luego a Sammy. Tenía la determinación retratada en el rostro como jamás se la había visto a una mujer. Estaba enojada, sí, pero había algo más.—Te reuniste con tu abogado —comprendió.—Así es. Me estuvo explicando algunas cosas que pasé por alto cuando firmamos el contrato matrimonial —dijo Sammy con honestidad.—Te dijo que si nos divorciamos tu parte de la empresa podría quebrar —murmuró él sin atreverse a sonreír.—Así es, aparentemente has estado haciendo un muy buen trabajo —dijo Sammy, sin importarle poner las cartas sobre la mesa.—¿Entonces…? Perdón, no lo entiendo. ¿Sabes que no te puedes divorciar de mí, y aun así me quieres poner condiciones? —preguntó Ángel porque aquello parecía cosa de locos, pero la carcajada de la muchacha resonó en toda la oficina.—No, cariño, no te confundas, de ti me puedo divorciar cuando quiera.—¡Te quedarías sin nada…!—Me quedaría con poco, que es muy diferente. Pero soy perfectamente capaz de vivir con quince o v
Sammy cerró los ojos por un instante y se miró al espejo. Llevaba un vestido azul marino entallado, de corte lápiz, con un cinturón blanco y unos tacones cerrados del mismo color. Se hizo un moño un poco despeinado para quitarle seriedad al outfit de trabajo y se dirigió a la cocina, donde una de las chicas le entregó un café para llevar que ya tenía preparado.Se dirigió a la empresa y el sonido de su celular la sorprendió mientras subía en el ascensor. Durante un segundo Sammy vio la foto que aparecía en la pantalla, la llamaba su madre, pero ella no tenía ninguna intención de responderle.Sin embargo apenas las puertas se abrieron, una figura muy diferente la estaba esperando.—¿Lista para empezar a trabajar? —le preguntó Ángel y a Sammy le sorprendió verlo esperando por ella—. Porque te advierto que no te lo voy a poner fácil. —Podía parecer una amenaza, pero el tono risueño de su voz desmentía eso—. ¿Vienes?Le ofreció su brazo y Sammy levantó una ceja sospechosa, pero se colgó d
No era una indirecta. Era una directa, directísima. Al medio del pecho. ¡Sammy se había acostado con Darío!No era nada nada que Ángel no esperara ya, pero escuchárselo decir sin ninguna vergüenza, sin remordimiento era… casi un maldit0 desafío.Y lo peor era que tampoco estaba diciendo ninguna mentira con aquello de que no tenía bien servida a Viviana, después de todo, no tenía ningún interés real en ella, y los cinco minutos de sexo de descarga en la oficina no daban más que para un desahogo rápido.—Con permiso. Recuerden cerrar la puerta detrás de mí —sonrió Sammy haciéndole un guiño a Ángel, y se fue con la certeza de que había dejado un huracán desatado detrás de ella.—¿Cómo puedes permitirle que me hable así? —siseó Viviana y Ángel arrugó el ceño.—No te dijo nada que no fuera verdad —murmuró él sin ninguna emoción en la voz.—¡Me dijo put@! —exclamó ella.—Pues es lo que se le dice a la mujer que encuentras manoseándose con tu marido y encima tiene el descaro de enfrentarte —
Sammy se miró aquel vestido que Ángel había roto de una vez hasta por encima de las rodillas.—¡Maldición, el trajeado engaña! —murmuró Lory impresionada—. Algo debe tener debajo del trajecito cuando te hizo eso. ¿Me lo puedo quedar?Sammy puso los ojos en blanco con una sonrisa.—Puedes, pero te advierto que tiene una asistente posesiva —murmuró Sammy mientras se cambiaba de ropa.—Oye, solo como nota importante, la luz del cuarto del abuelo Martin todavía está encendida —dijo Lory y Sammy bufó con impaciencia.—¿Por qué no me dijiste eso nada más que llegué? —rezongó poniéndose algo informal y saliendo de puntillas.Llevaba días tratando de encontrarse a solas con el abuelo Martin, pero siempre estaba acompañado de alguien, y para su mala suerte parecía que en ese momento tampoco era diferente. Sammy suspiró con frustración, pero estaba a punto de irse cuando escuchó aquel nombre.—Darío, no seas bruto, hijo —decía el abuelo Martin y Sammy pegó la oreja a la puerta. Era una chismosa
Sammy sonrió con dulzura y Darío achicó los ojos.—¿Qué demonios estás haciendo aquí, Sammy? —gruñó él echándose hacia adelante, porque ya no tenía ningún sentido que siguiera fingiendo.—¿Yo? Solo estoy celebrando que conseguí el primer contrato para mi empresa —respondió ella encogiéndose de hombros—. La pregunta real aquí es: ¿Qué demonios estás haciendo tú? A esta hora ya te veía buceando en las Maldivas, escalando el monte Everest… o jodid0 jodid0 ¡fuera de California!—Yo te dije que vinieras conmigo.—Pues tú a mí no me das órdenes. ¿Cómo lo ves? —Y por aquel tono risueño nadie hubiera imaginado cuánto lo estaba retando—. Yo tengo que hacer lo que tengo que hacer por mi empresa. Y ya que estamos, gracias por enseñarme, me libró del yugo de Míster Increíble. Pero ni creas que por eso voy a echar por tierra todo lo que tengo y correr detrás de ti como si fuera una soldadita en campaña —dijo citándolo.—¡Sammyyyy…! —Darío respiró hondo porque estaba a punto de nalguearla delante d
—¡Suéltame, Diablo! —gruñó Sammy pero en medio de la penumbra solo pudo escuchar aquella risa suave.—¡Primero muerto!—¡Eso se puede arreglar, idiota!—¡Oye, no me robes mis frases! —siseó Darío y alargó la mano para encender una pequeña lámpara que tenían cerca.A la luz débil de la habitación sus ojos se encontraron con los de Sammy y el pecho de Darío se ensanchó de orgullo. Estaba enojada y parecía que lo iba a morder… y él no podía imaginar nada mejor.—¡Bájame, Diablo! ¿Te crees que esto es un maldit0 juego? —siseó—. ¿De verdad le pusiste un laxante en la comida a tu hermano?—¿Y qué creías? ¿Qué lo iba dejar darte el besito de buenas noches? —gruñó él apretándola más, y Sammy contuvo la respiración porque de lo contrario iba a derretirse allí mismo—. ¡A ti nadie te besa de nuevo, princesa! ¡Esta boca… —sentenció pasando un pulgar sobre ella—, esta boca es mía! ¿Entendido?Sammy le mordió el pulgar y Darío sacudió la mano con un gesto de dolor.—¡Primero muerta! —lo remedó.—¡E